Leonardo Sbaraglia vive un momento mágico: disfruta del éxito de Acusada (filme que hizo junto a Lali Espósito), protagoniza El territorio del poder (el 10 de octubre estará en el Auditorio de la Escuela Superior de Música de Neuquén) y acaba de filmar con un tal… Pedro Almodóvar (Dolor y gloria, ahora en etapa de postproducción).
–Leo, hace poco contaste que al tiempo de terminar Clave de sol, aquella tira juvenil de Canal 13, rechazaste mucho dinero para hacer algo porque, laboralmente, querías ir por otro lado. No es fácil tener esa lucidez siendo tan joven.
–No sé si lucidez: es algo que te sale de las tripas… o la lucidez de las tripas. Y medio que sigo así… Ojo, te podés ir un poco de mambo: hay que tener cuidado, mantener el equilibrio. Porque uno se acomoda al "no" y a veces hay que ir para adelante, probar…
–¿La experiencia te da ese equilibrio?
–No sé… vas aprendiendo más acerca de tus propios límites. Hay cosas en las cuales no querés entrar en conflicto, pero es cierto que hay otras que te pueden sorprender gratamente. Y eso tiene que ver con la madurez. Algunos miedos que uno tenía… bueno, los tenés menos. Por ejemplo, haber trabajado con Almodóvar es casi una parábola de eso. En otro momento quizás no hubiese podido.
–¿Por qué?
–Porque es un director que admiro mucho, y hay que estar preparado. Por el lenguaje que tiene, por el laburo que hace, por el tipo de director que es… Hay momentos en la vida en los que uno puede atravesar eso, y otros que no. Y ahora sentía que estaba listo.
–¿Cómo se dio?
–Por suerte, estaba sin trabajo y me llama mi amigo Ramón, que es mi representante, y me dice: "Leo, Pedro te quiere ver". Y Pedro es como El Jefe, ¿viste? Palabra santa: se para el mundo. "Quiere que vengas en dos días". Pero no podía, porque tenía un show con mi hermano (Pablo) en Mendoza y no lo iba a plantar. Al final, viajé un lunes. Re cagado fui…
–Je. Pero con tu experiencia…
–No, ¡igual, igual! Porque es como que te llame Fellini, o Lars von Trier. Para mí, además, era un sueño buscado desde hacía treinta años. Una de las razones por las cuales me fui a vivir a España fue para laburar con Almodóvar.
–¿Ah, sí?
–Y, sí. Llegué para la prueba y estaba él con una computadora, y un asistente que me grabó con una camarita. A los diez minutos ya sentía que sí, que le funcionaba. Era una escena muy sentida. En un momento el tipo medio que se emocionó, ¿viste?… Y fue bárbaro.
Soy una especie de militante anti-prejuicio. Porque me ha tocado que tuvieran prejuicios sobre mí cuando venía de hacer Clave de sol. Valoro a un actor por lo que veo, no por lo que prejuzgo. Fijate en Peter Lanzani, que viene del mismo lugar, y decís: ‘Este pibe es un buen actor
–Te llevo a tu otro trabajo reciente, Acusada, que te valió muchos elogios. ¿Qué pensaste cuando te llegó el guión?
–Pensé en mi rol como padre. Me conmovió la idea de unos padres que no sabían qué hacer con su hija. Una situación extrema, que te pone en un lugar también extremo: cómo crear un vínculo con esa chica para poder cuidarla, protegerla y sacarla adelante.
–Uno se empieza a cuestionar como padre…
–Claro. Todo el tiempo uno está tratando de aprender cómo ser padre, cómo acompañar, cómo no perder y renovar el vínculo. Y agarré el personaje desde ahí. Gonzalo decidió contar la película desde un punto de vista para mí inesperado, el de la joven, y me sorprendió gratamente. Me encantó.
–Sos de trabajar mucho con tus personajes.
–Sí, me encanta. Y varío el método. Por ejemplo, Almodóvar nos decía: "No trabajen, no ensayen, no preparen solos". No quería que tuvieras algo fijo, preparado… En realidad, ningún director lo quiere. Todos pretenden que estés relativamente abierto a lo que va ocurriendo en el set. En Acusada, con Lali enganchamos de entrada, porque es una chica muy abierta y profesional, que labura desde hace mucho a pesar de su juventud. Tiene mucha cancha y entrega.
–Era un desafío para vos, y también para Lali, por esa mirada prejuiciosa que siempre hay sobre los ídolos juveniles.
–Yo soy una especie de militante anti-prejuicio. Porque me ha tocado que tuvieran prejuicios sobre mí cuando venía de hacer Clave de sol. Valoro a un actor por lo que veo, no por lo que prejuzgo. Fijate en Peter Lanzani, que viene del mismo lugar, y decís: "Este pibe es un buen actor". ¿Qué importa de dónde viene? Uno arma los caminos por donde los arma. Y éste es un largo camino, una profesión en la cual vivís muchas vidas en una sola. No podés pretender clavarla en el ángulo de una… O clavarla y creer que ya estás hecho.
–Desde que sos padre de Julia (12), ¿cómo cambió tu vida?
–En todo. A las prioridades las tenés muy claras, pase lo que pase. Aunque tu hija no te quiera dar ni bola porque está con los amigos, debés estar para cuando te llame, para cuando te necesite… Ahora está estudiando mucho, haciendo el curso para entrar al Nacional Buenos Aires. Ayer la fui a buscar a la salida del apoyo escolar, y el profe me dijo: "Qué bueno que volviste, porque cuando estuviste de viaje bajó un poquito el rendimiento, eh". Y te das cuenta de que tenés que estar. Te lo cuento y me emociono…
–Sé que la acompañaste a la marcha en el Congreso, cuando se votó la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
–Sí, fuimos con su mamá (Guadalupe Marín)… Aunque estamos separados, tenemos muy buena relación. Todo lo que ha pasado con este tema ha sido increíble. Habla de muchas cosas. De que uno tiene que mirar la propia cultura, esa que puede ser machista… Hay construcciones sórdidas que están naturalizadas. Entonces, poder estar cambiando eso y que tu hija de doce años y tu sobrina de catorce tengan una conversación y te hagan cambiar tu punto de vista…
–Pero vos sos una persona muy progresista.
–Sí, sí, pero aun así tenés que cambiar un montón de cosas. Hay que darle más con el pico y la pala, laburarlo… Se va a aprobar la ley. Hay que trabajar desde la educación, la prevención… Uno lo último que quiere es una situación de aborto. El Estado tiene que contemplar y contener esa situación.
–El futuro de tu hija lo pensás acá, en la Argentina. Te lo pregunto porque…
–Es que yo tomé la decisión de volver. Podía haberme quedado en España, eh. Me estaba yendo impecable, bárbaro. Mi hija nació en Madrid en 2006, y a los dos años no pude. Me tuve que volver, porque extrañaba, porque quería y creía en el proyecto de uno en el país de uno. Prácticamente trabajo más en España que en la Argentina, pero sigo viviendo acá. Estoy muy implicado y comprometido con la situación de este país, porque lo amo y es mi identidad. Y bueno, la cosa se pone para un lado, para el otro… No soy necio. Pero la idea y mi esperanza es seguir viviendo acá, y que mi hija crezca acá. Si el día de mañana se quiere ir a estudiar a otro lado, bueno, la ayudaremos. Pero en principio a mí me encanta la Argentina, con toda la bipolaridad y la locura de este país. A mí lo que me duele es cuando no hay justicia social. Eso me duele. Ojalá que volvamos a encontrar el equilibrio.
Por Eduardo Bejuk.
Fotos: Christian Beliera, Warner Pictures, El Deseo y Raquel Flotta P&C.
Producción: Mica Faiman.
Make up: Nati Salvo Reino.
Asistente de fotografía: Mariano Balegno.
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