Quienes rieron durante ocho años viendo al afable padre Cliff Huxtable en el programa El show de Bill Cosby (1984-1992), nunca imaginaron que ese mismo rostro ocultaba una profunda perversión. Lejos de las cámaras, en la privacidad de mansiones y hoteles, Bill Cosby (hoy 81) daba rienda suelta a sus rasgos más siniestros. Las voces de aquellas mujeres que padecieron sus horrores desde la década del '60 tardaron en hacerse oír, pero hoy resuenan al unísono.
Patricia Leary Steuer (62), una ex entrenadora, contó: "Lo conocí en el campus de la Universidad de Massachusetts justo después de recibirme, cuando tenía 22 años, y él se ofreció a ayudarme con mi carrera artística. Me invitó a una cena-fiesta en su casa, y, cuando llegué, no había gente ni fiesta: sólo una mesa para dos frente a una chimenea. Entonces él me ofreció una bebida… Lo siguiente que recuerdo es despertarme absolutamente descompuesta y desnuda, con él mirándome en bata".
Heidi Thomas (56), guionista y dramaturga inglesa, recordó: "En 1984 mi agente me dijo que había alguien muy importante del mundo del entretenimiento que ayudaba a talentos jóvenes. Era Cosby, y en su momento pensé que era la oportunidad de mi vida. Me pasó a buscar un auto, que mi agente pagó, y me llevó a verlo. Una vez allí, realicé un monólogo; él me extendió el guión de una obra que tenía lugar en un bar y sacó una copa de vino blanco, diciéndome: 'Usa esto como apoyo'… Desperté en su dormitorio, con él penetrándome la boca".
El modus operandi del actor era sistemático: convocaba a aspirantes a actrices bajo la promesa de ser su mentor y luego las drogaba –con un sedante muy potente llamado Quaaludes– y las violaba. Eso sí, su apetito no discriminaba profesión, edad ni estereotipo. Entre las sesenta y dos mujeres que decidieron contar su verdad en los últimos años –seis de ellas menores de dieciocho años– hay actrices, meseras, modelos, azafatas, escritoras, vendedoras, cantantes, asistentes y comediantes.
Pero fue el caso de Andrea Constand (45), una ex jugadora de básquet, el que lo llevó tras las rejas, ya que es la única acusación que no prescribió. Su infierno se desató una noche de enero de 2004, cuando ella tenía treinta años y Cosby sesenta y seis: "Acababa de presentar mi renuncia en la Universidad de Temple como directora del equipo, cuando el hombre que había llegado a conocer como mentor y amigo (N. de la R.: Cosby apadrinaba la Universidad) me drogó y me asaltó sexualmente. Durante toda la violación estuve paralizada y completamente indefensa. No podía mover mis piernas ni mis brazos. Tampoco hablar ni mantenerme consciente. Estaba congelada y totalmente vulnerable. Cuando todo terminó sentí una vergüenza arrolladora. Después perdí la confianza en todo el mundo, incluso en mí misma. Hasta que una mañana decidí contarle a mi madre, que me había escuchado llorar mientras dormía. Fue ella quien me convenció de que relatara lo sucedido". Comenzó con un reporte en la policía regional de Toronto, siguió en manos de un fiscal de Filadelfia y se convirtió en un juicio civil, que inspiró a seis decenas de mujeres a contar su verdad. Este 25 de septiembre, al leerse la sentencia, se convirtió en historia.
ENTRE 3 Y 10 AÑOS. Ese es el tiempo que Bill Cosby, el preso NN7687, pasará tras las rejas por abuso sexual. Lejos de sus dos premios Globo de Oro, de los nueve Grammy y de los cuatro Emmy, el "entretenedor" se encuentra en una celda individual del SCI Phoenix, una prisión de 3.830 camas en los suburbios de Filadelfia.
Mientras sus víctimas celebran aliviadas, Cosby deberá esperar a que se defina el lugar en el que cumplirá su sentencia –recién después de tres años podrá solicitar su libertad condicional– y sólo podrá decidir qué comerá cada día. El viernes 28 almorzó una hamburguesa de soja y cenó porotos. ¿El postre? Media taza de una gelatina que no es de la marca Jell-O, que él publicitó durante décadas en televisión. Hoy nadie quiere quedar pegado a su imagen, pero sus delitos, lamentablemente, no serán tan fáciles de olvidar.
Por Kari Araujo.
Fotos: AFP y archivo Atlántida.
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