Maria da Graça Meneghel, reina de los bajitos, rompecorazones (enamoró a Ayrton Senna y a Pelé) e ícono queer para muchos de los fans que crecieron con ella. En los 90' se consagró como la animadora infantil más exitosa y osada: bajaba de un plato volador con su outfit intergaláctico de saco sastre con charreteras e insinuante falda plisada, para dar un mensaje de amor universal.
Provocaba delirios y gritos ensordecedores, como una banda de rock. Hoy a los 55, la célebre animadora infantil, madre de Sasha (20, fruto de su relación con Luciano Szafir), vegana desde hace nueve meses y esposa del cantante, actor y compositor brasileño Junno Andrade –con quien se siente "unida desde vidas pasadas"– regresa al país en su faceta de empresaria para presentar Definit, su cadena de depilación láser, que tiene 400 sucursales en Brasil y acaba de abrir su primera sede porteña.
¿Sus secretos para ser una celebrity creíble después de más de veinte años de carrera? Ella asegura "no recomendar ni vender nada que no sea verdad, mi credibilidad no la negocio" y usar lo que vende, algo no muy usual. Genuina y sin vueltas, no le escapa a ningún tema.
–Hubo un escándalo que actualizaste vos por tus dichos: el relato de tu casi approach con Marcelo Tinelli.
–Es que no llegué a tener nada. Dije la verdad. No recuerdo muy bien si fue en el primer departamento en el que yo estuve. Hubo una situación en la que él se acercó a besarme y no sucedió, porque tocó una luz y se nos cayó encima. Y después, hace nueve años, empezamos a hablar por teléfono por Skype. Lo invité a ir a Brasil ya que todo el mundo decía que habíamos tenido algo.
–A vos te gustaba, claro…
–Bueno, yo estaba sola y él tampoco tenía pareja. Si me gustaba no sé, porque no probé. Me agradó la idea y dije: "¿Por qué no?". Pero no pasó nada.
–La expectativa por verlos juntos era enorme.
–¿Sí? Tuvo la oportunidad, pero ya pasó. Hoy estoy felizmente casada y Marcelo también. Es algo que creció mucho y no me imaginaba que iban a hablar tanto.
–¿Qué mentira de la prensa en toda tu historia te llegó a afectar de verdad?
–Una que salió aquí en Argentina: que yo tuve cosas con las paquitas. En Brasil, una mujer (la cantante Angela Rô Rô) que aseguraba que hacía un show conmigo (participó una sola vez), dijo en 1995 algo así como "si yo fuera Xuxa tendría relaciones con todas las paquitas en fila"… En el diario salió tergiversada la polémica: aseguraban que una mujer que había trabajado conmigo había afirmado que yo acosaba a las paquitas. ¿Cómo hacés para explicar algo que no sucedió?
–A muchos de los que trabajan con niños se los pone bajo sospecha.
–Por eso digo que quedé en un lugar extraño. Dije que no iba a hablar de algo que no hice, pero cuando llegué a la Argentina lo aclaré. Ese fue el único tema que me hizo daño.
–En tu época de oro aquí en Argentina tuviste a dos paquitas hoy célebres, Natalia Oreiro y Julieta Cardinali, que siempre lo recuerdan.
–¡Tan lindas! De Natalia veo mucho sus fotos. A veces me manda mensajes y es muy cariñosa, al igual que Julieta. Lo que más recuerdo de Argentina es que mi llegada era un show. Tanto era así que fui invitada a abandonar varias de las residencias que tuve aquí, porque los vecinos ya no aguantaban a mis fans, que hacían asado en la calle y dormían en carpas. Estuve alquilando en hoteles, en casas y departamentos en Recoleta y San Isidro, por ejemplo, pero no pasaba mucho tiempo sin que me pidieran que me fuera. Y mis fans acá siempre fueron especiales: no aceptaban si yo llegaba muy cansada.
–¿Te abrumaba eso también? Podés ser una estrella, pero es durante un rato.
–Yo creo que me aceptaban las caras largas porque yo se los decía.
–Eso siempre humaniza.
–Ellos sabían que yo no era un personaje, que me ponía y me sacaba una máscara. Y me aceptan hoy, incluso con mis equívocos, con mi pasado y con mi portuñol. Lo que más recuerdo es el cariño, pero no es una palabra fría: era todo lo que veía, sentía y vivía con ellos. Personas que con mi show tenían 20, 25 años y hoy tienen 40 y 45 y tienen sus familias armadas. Es emocionante.
Por Karina Noriega.
Fotos: Maxi Vernazza.
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