Son muchos los que consideran que, a priori, Soledad Pastorutti (37) y Martina Stoessel (21) son opuestas, como también lo son quienes aseguran que los opuestos se atraen. Al verlas, de eso no caben dudas: se miran entre sí con ojos curiosos, quieren conocer a fondo la historia de la otra y cada tanto exclaman: "¡Ay, no te puedo creer! ¡A mí también!".
Es que, pese a los 350 kilómetros que separan Arequito de San Isidro y de haberse hecho reconocidas en géneros dispares (folklore y pop), detrás de ambas hay historias que se repiten. Ellas son de las pocas solistas que lograron el status de ídolo en nuestro país.
–¿A qué edad empezaron a cantar?
Tini: Yo saqué mi primer disco, Violetta, a los catorce.
Sole: ¡Estamos ahí nomás! Yo grabé mi primer casete a los doce. Se llamaba Pilchas gauchas pero después, por toda la gente que me ayudó, le cambié el nombre. Le puse A mis amigos.
T: ¡Me encanta! Traémelo, por favor.
S: Si lo consigo… Supongo que mamá (Mariana) debe tener alguno, porque yo no guardo nada.
–¿Ni los premios?
S: En casa no vas a encontrar nada. Tengo algunos en una oficina y otros en cajas, pero no es de desamorada: sólo que estuvo buenísimo cuando los gané y después pasé a lo siguiente.
T: Yo soy como la Sole: disfruto del momento. Es mamá la que se ocupa de los premios. Ella tiene algunos en un estante de casa y otros en un lugar especial.
S: ¿Y qué hacés con las cosas que te da la gente?
T: Tenía un cuarto en el que estaba casi todo. Pero en las giras recibo como ochenta cartas por día.
S: Ay, te cuento algo: cuando era chica, compramos una casa como inversión y en ese momento tenía un cuarto repleto de ositos de peluche –se estilaba mucho– y otro de cartas, y con amigos jugábamos a Susana Giménez. ¡Nos filmábamos haciendo programas y todo!
–¿Respondían las cartas?
Las dos: ¡Sí! Muchísimas.
–¿Cómo se llevan con las redes sociales?
S: Bien, pero me gusta aparecer cuando tengo ganas, porque no me quiero sentir esclava.
T: Yo soy parecida, sólo que pertenezco a otra generación y tengo otra presión, porque crecimos con las redes: son una extensión de nuestro cuerpo. Pero es tal cual: si no publicás, a veces te sentís presionada.
–¿Separan mucho al personaje de sus vidas privadas?
S: Yo sí, porque creo que cuando abrís una puerta ya no hay vuelta atrás. Además, la exposición pública fue muy dura. Me costó mucho acostumbrarme a ser un personaje. Yo iba a la escuela en bici como una nena normal, y de repente salía de casa y me encontraba con los flashes. Tenía que escaparme de la escuela o de casa por los techos…
T: Me causa gracia, porque pensamos bastante parecido en un montón de cosas. Soy como la mini Sole, ¿viste? Me costó mucho el tema de conocer a una persona, porque normalmente vas a tomar algo a un bar, un boliche o una heladería, y yo esas cosas no las podía hacer sin verme al día siguiente en una revista y teniendo que responder si me iba a casar. Es como que caí en que mi vida estaba expuesta las veinticuatro horas. Pero hubo un punto en el que me di cuenta de que me tenía que relajar y hoy vivo súper tranquila, aunque sé que si el día de mañana me separo (N. de la R.: de Pepe Barroso Silva), va a salir.
–Vos, Sole, no viviste lo mismo, ¿no?
S: Tuve noviecitos, pero mi adolescencia fue diferente: no existía el celular y vivía en un pueblo muy alejado de las grandes urbes, lo que me protegió. Eso sí: cuando iba a bailar, me hartaba de los tipos que jugaban apuestas de "¿es o no es". Honestamente, la pasé bastante mal, hasta que mi viejo me dijo: "Mirá, vos no sos una persona normal. No podés hacer la misma vida que todo el mundo. Es así".
T: Bueno, con el fanatismo que generan los productos para chicos me pasó que cerraran los pisos de los hoteles en los que dormía y que, en las giras, me esperaran 300 fans en el lobby. Mi papá (Alejandro) siempre me dice: "Imaginate si no pasara… Dalo vuelta". Y es verdad: hay que agradecerlo, porque eso es amor.
–Las dos citaron a sus papás. ¿Les deben sus carreras?
S: El mío (Omar), que era mecánico de autos, fue quien vio mi futuro. A los seis años me mandó a estudiar órgano, a los ocho guitarra y después me empezó a llevar a peñas y festivales diciendo: "Tengo una nenita que canta". El era quien conducía el auto en las giras, el que cobraba y el que manejaba la banda hasta que se profesionalizó. Le debo muchísimo.
T: Mi historia es totalmente diferente porque a papá, si yo no le rogaba, no me llevaba a ningún estudio. ¡Y a mí me encantaba! Yo quería ir a todos los programas que tenían que ver con el mundo artístico. Pero él…
S: Quizás veía el otro lado, la trastienda de este laburo.
T: Obvio. Prefería que termine el colegio y que sea más grande. Pero no pasó… (ríe). Igual, me acompañó como nadie lo podría haber hecho, como mi mamá. No sé qué habría pasado sin ellos. Les debo todo.
–Y con sus amigas, ¿cómo les fue con el cambio?
T: A mí, increíble. Somos cinco y no nos separamos desde los dos años. Mi vida no tendría sentido sin el valor de la amistad y la familia. Las chicas hasta me acompañan en las giras. ¡Es genial!
S: A mí me fue bien, pero a los quince estábamos todas en otra onda y yo nunca conté que iba a cantar y que la gente me aplaudía. Se sabía porque el canal de mi pueblo me hacía una nota cada tanto, pero yo no compartía, porque había elegido un género que no era cool. Era raro. Hasta que llegó un día en el que me dijeron que les interesaba. ¡Además, me daba mucha vergüenza! Si cenaba una noche con Chayanne, no me daba llegar al pueblo y decirlo. Pero ellos siempre me apoyaron. La mayor demostración de cariño de mis amigos fue en mi viaje de egresados. Nos fuimos a Bariloche, donde yo había estado haciendo una película. Ahí me costó pasarla bien, porque había paparazzi. Pero me pintaron el pelo de rubio, me hicieron un lunar y en los boliches armaban un círculo para que nadie se me acercara. ¡Fueron lo más! Eso sí: mientras todos se emborrachaban, yo no podía tomar ni un traguito o estar con chicos sin que me saquen fotos.
T: Yo también decidí ir ya siendo conocida. Es más: puse por contrato que quería ir a mi viaje de egresados. ¡Y fui! Cancún fue increíble aunque, obviamente, tuve cuidado, porque yo siempre fui muy exigente con mi vida y no quería exponerme a que me agarraran con algo que me fuera a lastimar.
–¿Son muy autocríticas?
¡Ambas: ¡Sí, soy insoportable!
S: Nunca estoy conforme con lo que hago. Incluso cuando me va muy bien siempre le encuentro el "pero".
T: ¡¿Qué te puede salir mal a vos?!
S: ¡Muchas cosas! Hay más chances de que salgas vos sin ningún defecto, porque yo canto casi todos los fines de semana e improviso para que el público no se aburra.
T: En mis recitales me cambio seis veces y estoy dos horas bailando y cantando con diez bailarinas y ocho músicos… Algo siempre va a salir mal. Es estresante, pero ser autoexigente te hace crecer.
S: Cuando siento que salió muy mal, no puedo dormir y me pongo a hacer un informe, para mandárselo a cada persona de la banda.
T: Eso está bueno. Yo no mando mails, pero cuando siento que algo no suena como debería, lo digo. Y también me gusta que me lo digan a mí.
–¿Se consideran líderes?
S: Sí, porque para subirse a un escenario hay que serlo. Las solistas no tenemos otra. Si no estamos, el show no se hace.
–¿Se dan cuenta de que son pocas las solistas que triunfan en la Argentina?
S: Lo tengo clarísimo. Y a las que tenemos un espacio se nos hace difícil. Hoy pensaba que me gustaría que este año gane La voz argentina una mujer, porque en todos los realities donde estuve siempre triunfó un varón. Y no tengo nada en su contra, estoy enamorada de uno (N. de la R.: de Jeremías Audoglio) que es lo más. Pero siento que nosotras somos bastante más críticas, porque el público mayoritario es femenino.
T: A mí me pasaría lo contrario si siempre hubieran ganado las mujeres. Quiero que gane quien lo merezca. Pero está bueno remarcar que hay una dificultad de poder alegrarte por lo que le pasa a la otra. Escuchás "vamos todas a la marcha tal porque las mujeres somos unidas", y después subo una foto y la primera en criticar o decir algo que hiere es una mujer…
–Tini, ¿te gustaría formar una familia como la de Sole?
T: Es mi gran sueño. Creo que vine al mundo para ser madre y formar una familia por sobre todo. No sé si voy a ser madre joven, pero estoy segura de que me van a ver con la panza y todo eso.
S: Ojo, Tini, que el embarazo no es el mejor momento. Me acuerdo de estar tirada en el camarín y de pronto tener que salir a sonreír. Pero con Antonia y Regina, mis hijas, vivo la vida de verdad.
T: ¡Son re buenas! Al segundo me hice amiga de ellas. Es más: me trajeron unas cartitas.
S: Porque yo les dosifico la información… Soy cero cholula, y me da vergüenza cuando ellas quieren conocer a alguien. No en tu caso, porque no se van a desilusionar: lo que ven es lo que es.
–¿Harían un dúo?
T: ¡Sí!
S: ¡Claro que sí! Me imagino que podríamos hacer cualquier estilo.
T: Yo también, y me encanta. Y creo que te puedo llegar a sorprender, Sole (ríen).
Por Kari Araujo.
Fotos: Alejandro Carra, archivo Atlántida y Telefe.
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