Nueve de agosto. Tapa del diario inglés The Independent: "No hay vuelta atrás. Las mujeres argentinas seguirán luchando por el aborto legal". Así nos miraba el mundo. Tras dos vigilias históricas y siete presentaciones del proyecto –aprobado con media sanción en Diputados el 13 de junio–, el Senado rechazó la ley por 38 votos contra 31 positivos y dos abstenciones.
Apenas horas atrás, el 4 de agosto, el aborto clandestino se había llevado su víctima más reciente: la santiagueña Liliana Herrera, 22 años, madre de dos hijas. Se había hecho un aborto con yuyos: llegó tarde derivada a un hospital –después de que le negaran una ambulancia en el paraje Las Lomitas, donde residía– y pereció del dolor sentada en una silla de ruedas, tomada por completo por una infección.
"Se vota si es legal o clandestino", recuerda Carla Peterson, quien después de pasar todo el día en la Plaza del Congreso llega a media tarde a la carpa del colectivo Actrices Argentinas, en compañía de su amiga Muriel Santa Ana. Allí se sabe que, sea cual fuere el resultado, ya se ganó. En la puerta de la carpa, chicas del colegio Carlos Pellegrini cantan con los pañuelos atados en el pecho: "Nos tienen miedo porque no tenemos miedo".
–¿Cómo analizás lo sucedido? ¿Fue desalentador?
–Creo que la pérdida es nuestra, porque nosotras necesitamos la ley. La ganancia podría haber sido de nuestros representantes, porque lo que se pide es una ley y no estuvieron a la altura de las circunstancias ni del pedido de las mujeres de un país. El costo, como siempre, lo venimos pagando nosotras, pero esta vez va a ser de ellos. La política quedó muy expuesta y en deuda con todas nosotras. Y con los varones también, especialmente con nuestras hijas e hijos.
–Gran mayoría de hombres opinando sobre lo que deberíamos hacer en nuestros úteros.
–Pasó en las dos Cámaras, aunque en Diputados se vieron un poco más las ganas de trabajar para que salga la ley, porque la impulsaron bastante, hicieron mucha fuerza y fueron los primeros que tuvieron que exponerse de una manera muy brutal. Por suerte, porque ahora sabemos cuáles son sus nombres y apellidos y su manera de pensar. En la Cámara Alta no vimos siquiera esa intención, y hubo hombres que hicieron abortar a sus mujeres y votaron en contra (N.de R: Se refiere a Carlos Menem, cuya ex esposa, Zulema Yoma, lo contó años atrás). También hubo mujeres que "no habían tenido tiempo" de leer la ley (la sanjuanina Cristina del Carmen López Valverde, del PJ). A mí me echan de mi trabajo si voy sin estudiar la letra o sin haber hecho lo que debo hacer. Lo más triste es que es gente que hace mucho está ocupando bancas. Yo me vine muy temprano, porque el poder iba a estar en la calle, y ésa es nuestra ganancia. El problema lo van a tener ellos, porque vamos a seguir pidiendo por esta ley.
–Esta fue la revolución de las hijas.
–Ya no hay vuelta atrás: es lo que el Senado no entendió. Es algo que piden mucho los jóvenes. En mi época, cuando yo era más chica, ya sabíamos que de "esto" no se podía hablar.
–¿Y ustedes, como actrices, pensaron que iban a llegar tan lejos en la visibilización de la problemática, como han hecho otros colectivos?
–Nosotras fuimos apenas un mensaje de WhatsApp que nos enviamos… Empezó a hacer eco en todos lados y nunca nos imaginamos que iba a pasar esto, y cómo nos organizamos para trabajar y lograr un fin. Y dimos todo, porque nos pusimos a disposición de la gente que se tendría que ocupar de legislar: son los mismos que se vienen comprometiendo a la educación sexual pero la vienen prohibiendo. Te dicen: "La solución no es abortar". Claro, ya lo sabemos. Nadie quiere llegar a eso, pero va a seguir pasando aunque ellos no quieran. Así vivimos años. Pero vamos a ver hasta cuándo soportamos.
–¿Ya aguantamos demasiado las mujeres?
–Hace años venimos aguantando. Nuestras madres, nuestras abuelas, todas las mujeres. Cada una tiene un montón de historias. En mi caso fui descubriendo historias de las mujeres en mi familia, entre mis amigas, mis colegas de trabajo… La ley era la solución: lo dijeron los mismos ministros de Salud, el actual, Adolfo Rubinstein y el anterior, Ginés González García. Esto no es problema de un gobierno: el actual creo que es responsable de haber abierto un debate que les quedó grande. No estuvieron a la altura. Que una gobernadora diga que mañana va a estar más aliviada… Bueno, ella va a cargar con el peso de la muerte de mujeres. A mí no me aliviaría. Los anti-derechos no han propuesto una solución. Por eso estoy de este lado. Jamás me voy a olvidar de quiénes votaron en contra de la ley.
–¿Cómo viviste en lo personal tu creciente compromiso con esta causa?
–Un día muy importante para mí fue cuando fui a Diputados, porque lo hice con mucho temor. A mí no me gusta mezclar la política. Pienso como cualquier ciudadano y trato de no exponerme, porque sé que una mirada mía puede cambiar la de mucha gente. Entonces, trato de ser lo más objetiva. Pero esta causa me hizo ver cosas tremendas alrededor mío y no podía permitirlo más. Y se dio justo cuando yo estaba haciendo un programa que funcionó, como 100 días para enamorarse, con todo para perder. Fui a Diputados temblando, por un bien común, sin saber a dónde íbamos, pero con el respaldo de un montón de gente que hace lo que hago yo, y de las actrices. Porque el primer día fue juntar firmas, carpetas… Hacerlo así fue mucho más placentero. Tuve la sensación de una unión muy grande y ya no tenemos miedo. Quiero que abran los hospitales y que no nos condenen más.
–El programa fue reflejo de la época y Nancy usó el pañuelo verde. Todas recibieron críticas en las redes por su apoyo a la ley.
–La exposición es muy grande, pero siempre trato de hacerlo con el mayor de los respetos. Estoy en un programa donde se habló del presente y no del pasado. Eso es lo que tiene 100 días para enamorarse: se habla de cómo se vive hoy, no de cómo se hacía hace sesenta años. Entonces estoy muy agradecida, y sé que es muy difícil para un canal de televisión tocar ciertos temas. Pero ellos entienden que lo hago de buena voluntad y siento que esto es lo mejor.
Por Karina Noriega.
Fotos: Maxi Vernazza, Fabián Mattiazzi, Julio Ruiz y Prensa Senado.
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