"Al abuelo lo pude disfrutar hasta los once años –dice y hace una larga pausa para revivir imágenes–… Era muy amoroso. Le encantaba preparar sukiyaki, una típica comida japonesa. Nos sentábamos en la mesa y nos traía una especie de olla de hierro, que colocaba sobre un hornito. ¡Era una especie de ritual! Debíamos acercarnos y servirnos en nuestros platos".
–¿Volviste a probar ese plato?
–No, desde que murió, nunca más. Tampoco las espectaculares pizzas que amasaba... Extraño las comidas del abuelo.
Sentado en una silla de madera en el Espacio Cultural Urbano, en Villa Crespo, Angelo Mutti Spinetta (17) no pasa inadvertido. Pero no por sus rasgos físicos, similares a los del legendario Flaco. Lo que lo hace destacarse es su saco largo color verde, con puños rojos y botones dorados, a los que se suman pantalones y pañuelito blancos. Y claro, así es como el hijo mayor de Catarina Spinetta y Nahuel Mutti sale a escena con El Principito, obra basada en el clásico del aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, y un unipersonal que, de martes a domingo a las 15 horas, protagoniza en el teatro Apolo.
"Le quiero agradecer mucho a Mariela Bonilla, la asistente de dirección… ¡No sabés lo que me ayudó para ponerme en la piel de este increíble personaje!", cuenta Angelo antes de hablar sobre su pasión por la interpretación.
"Siempre me gustó actuar –relata–. Cuando estaba en la primaria les mentía a mis amigos con alguna pavada y sostenía la historia por mucho tiempo, inventando anécdotas y demás. Por ejemplo, les aseguraba que había nacido en Francia", ilustra quien está por terminar el secundario en la escuela Nicolás Avellaneda, de Escobar, y aún no sabe si seguirá o no una carrera terciaria.
–¿Cuándo decidiste probar suerte como actor?
–Teatro estudié muy poco. Me formé en el set… Mi inicio fue a los 10 años. Ahí me nació un impulso, unas ganas tremendas de hacer un personaje. Se lo comenté al director Santiago Giralt, un amigo de la familia, y me dio un rol en la obra Odette, de Marcel Proust. Ensayamos como un año y al final sólo hicimos una función. A los 13, con mi hermano Benicio filmamos el video Te vi, de Julieta Venegas: dos días entre Mar del Plata y Necochea. A partir de ahí llegaron varios proyectos fílmicos y para las tablas.
–¿Sentís qué llevás la profesión de tus padres en la sangre?
–Sí. A papá lo veía en Lalola cuando tenía siete años. Ahora que miro para atrás siento que –aunque de forma inconsciente– siempre actué.
–Si bien no tenés definido si vas a estudiar o no, ¿te gustaría seguir algo referido a la actuación?
–Puede ser, pero lo voy a decidir cuando me lleguen las ganas. Ahora continúo con mis clases de canto y mi proyecto musical. Estoy escribiendo canciones y haciendo las primeras maquetas de rap y de trap con Benicio. Los dos vamos a canto desde marzo y andamos transitando un lindo aprendizaje. También toco la guitarra.
–Bueno, viendo quién sos y de dónde venís, me aparece la palabra "disco" en la mente. ¿A vos también?
–Sí, con mi hermano queremos sacar algunos temas de adelanto, para luego seguir con un disco de rap y de trap. Tenemos letras muy movidas, en las que hablo de chicas, de la fábrica de Willy Wonka, temas místicos… Después yo escribí raps que hablan del ambiente, del amor… Algo más variado.
–¿Te asusta un poco o te da más confianza pertenecer a una familia histórica desde lo musical?
–De alguna forma me obliga a mantener la vara alta, a sacar la música cuando realmente esté.
–¿Al tío Dante le muestran lo que hacen?
–Sí, a toda la familia y a los amigos. El tío nos está tirando un par de consejos que nos ayudan un montón... ¡Por suerte, los temas le encantan!
–¿Pudiste intercambiar idas y vueltas musicales con tu legendario abuelo?
–Sí, la guitarra con la que aprendí –y con la que toco– me la regaló él. Incluso, una tarde yo estaba en su casa practicando Post Crucifixion (tema que el Flaco tocó con la banda Pescado Rabioso) tal cual me lo había enseñado el profe de guitarra. Entonces mi abuelo me dijo "pará", y agregó: "No es así: se toca de esta manera"… Y me enseñó. Nunca en la vida voy a olvidarme cómo se toca ese riff.
Por Sergio Oviedo.
Fotos: Fabián Uset y archivo Editorial Atlántida.
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