Cualquiera lo viviría como una gran carga. Pero el hombre, a medio travestir, no llora ni se le llenan los ojos de lágrimas. "Esta enfermedad terminó siendo mi fortaleza", explica. Al contrario, Aníbal Pachano (63) ríe mientras Belén lo va transformando en una drag queen estilo Fishy, "la versión más mujer, menos grotesca", según la maquilladora.
Ya le agrandó las cejas y ahora le propone hacer lo mismo con sus labios: "Así está bien", apunta él. Hoy, más que nunca Pacha es "feminine-masculine and singular". Esta semana, el coreógrafo y bailarín debuta sobre las tablas del teatro Picadilly para ponerse en la piel de Gloria, uno de los personajes de Casa Valentina. Todo llega tras un tsunami emocional. Decidió subirse y aprender la obra en un mes. En el medio tenía programado un viaje a Europa…
Antes de conocer la enfermedad estaba depresivo, no salía de mi casa. Pero cuando me dijeron que tenía cáncer de pulmón con metástasis en el cerebro, la depresión desapareció
Pero la procesión va por otro lado y comenzó hace unos diez meses: "Estaba deprimido. No tenía laburo y empecé a sentir las presiones económicas. Venía de un año malo, donde me había ido a Paraguay por temas políticos. Me metí para adentro. Mi hermana Amalia y mis amigos se dieron cuenta de que algo me pasaba, porque soy muy polvorita. Al tiempo empecé a tener ciertos problemas de motricidad: mandaba un WhatsApp y escribía como en ruso. ¡Me metía en la cama con los zapatos…! Al tiempo me chocaba con los muebles, perdía el equilibrio… En la semana final, ya no podía dibujar ni escribir. Y me empecé a asustar. Pero no decía nada…".
–¿Cómo llegaste al médico?
–Empecé a hacer un tratamiento por la diabetes y mezclé dos medicamentos que no debía… Fui a una guardia, pero no me dieron bola: me devolvieron. Al otro día tenía que armar el bolso para un viaje y empecé a desvariar: quise hacer un pastel de papa y buscaba los ingredientes en el dormitorio. Me reía. Le conté a Sofía y me mandó rajando a la Fleni. Ahí sí, cuando entré no volví a salir. Me escanearon todo y apareció la verdad.
–¿Cómo te lo dijeron?
–Primero vino el neurólogo. Me explicó que aparecían unos puntos en el pulmón. "¿Qué tengo?", le pregunté. Y me dijeron que tenía un cáncer de pulmón, con metástasis en el cerebro. "¿Qué hay que hacer?", repregunté, aclarándoles que no me iba a operar el pulmón: no me iban a abrir como un pollo, ni en pedo.
–¿Tenías miedo?
–Al contrario. Todos mostraban cara de pánico, pero yo transformé el problema en humor. Antes de conocer la enfermedad estaba depresivo, no salía de mi casa. Cuando me dijeron lo que tenía, la depresión desapareció. Me enfoqué en salir adelante.
–Transformaste el temor en energía positiva.
–Me empezaron a hacer estudios complejos, donde tenía que estar quieto por horas: me puse híper creativo. Convertí en creación todo lo que podía ser miedo. No podía parar. Rearmé Amapola, un espectáculo de Botton Tap. Después escribí un guión político en mi cabeza, encerrado en ese escáner. Y, como me tenía que mudar, decoré mi casa nueva en mi mente. Mantuve el cerebro ocupado.
–En esos días se filtró una información que te incomodó.
–Tiraron cualquier cosa. Tuve que salir a aclarar, porque mi pobre hija no entendía nada: en la clínica le decían que tenía al padre con un cáncer con metástasis, y en la prensa, que había sufrido un ACV. Eso me molestó, pero fue una sola periodista la que metió la pata.
–¿Cómo se porta el periodismo en estos casos?
–A mí me respetaron. Yo me desconecté de la televisión; pedí que estuvieran sólo la familia y los amigos. No quería hablar con los medios ni explicar nada. Estuvieron todos muy respetuosos, salvo esa señora. También la gente: hicieron cadenas de oración. Me conmovieron mucho.
INVERTIR LA CARGA. A esta altura, Aníbal Pachano es un sobreviviente. Mientras pelea contra el cáncer que le descubrieron hace seis meses –"los tumores se redujeron en un 75 por ciento", asegura, "los médicos no lo pueden creer"– el artista también puede contar que logró controlar el virus del HIV que contrajo en el 2000. El día que conoció la noticia de aquel contagio, la reacción que tuvo fue bastante parecida: "Llegué a mi casa con el análisis de HIV que decía 'Positivo'. Le conté todo a un amigo y me ubicó: 'Vos no entendés nada… ¡tenés el bicho!'. Me empecé a reír y le dije: 'Acá nadie va a llorar, nadie va a tener miedo'. Recordé lo que me había dicho una doctora en el Italiano: 'Si no lo tenés, es un aprendizaje para que te cuides. Y si lo tenés es para que te sigas cuidando. Esto es crónico, no es un problema'".
Hace unos días, Pachano volvió del viaje por Europa, que hizo con su hija Sofía para celebrar la evolución de su actual enfermedad. En Roma conoció al papa Francisco, de quien se sentía un tanto alejado por ciertas decisiones que él entiende políticas –"me parecía ridículo que se mezclara todo"–, pero el encuentro lo impactó.
"Me tocó la cabeza, me hizo la señal de la cruz y me auguró: 'Vas a estar bien'. Me preguntó si Sofía era mi hija. Estuve muy emocionado todo ese día y el siguiente. En Roma tomé contacto real con lo que me sucedía. Y ahí lloré bastante. A veces por boludeces y otras no tanto…".
–¿Cómo definirías al verdadero Pachano?
–Un tipo sensible, a veces llorón. En el trabajo soy súper compañero, un señor muy respetuoso. Ahora me dirige Muscari… Lejos de lo que muchos pueden pensar, yo escucho, cumplo la letra, no soy rebelde. Puedo sugerir algo cuando ya tengo bien el personaje, después de estrenar. La gente me hizo una fama equivocada. Soy todo lo contrario de lo que dicen.
–¿De dónde pensás que sale esa imagen?
–Por el personaje que hice en el Bailando, que fue un embole. Llegó un momento que me hinchó los quinotos. Me cargaban mal, porque nunca me di cuenta de que era un juego. Me tomé todo a pecho y mucha gente se aprovechó del sistema. Me importa un rábano, porque ya saben todos lo que sucedió, y cómo.
–¿Te arrepentís de tu paso por ShowMatch?
–No, para nada. Fue una experiencia impresionante, mi pico de fama y éxito. Y eso no lo canjeé con nadie. Me la banqué para mantener mi popularidad. Fueron cinco años, entre 2009 y 2014, muy intensos, heavies.
–En esta etapa de tu vida no podrías vivir con esa carga.
–No. El doctor me dijo que todo lo que me rodea debe ser bueno y armonioso. No me permito estar con gente nociva. Saqué todo lo negativo, anulé a personas que no tenía ganas de ver, las borré del celular. Me reencontré con amigos, desde la infancia hasta la universidad... En este tiempo de la tele y los éxitos dejé de verme con muchos.
–¿Por qué?
–Porque "no tenía tiempo"… En realidad, era mentira: no me hacía tiempo para mí. Entendí que debía cambiar, que todo lo malo no era culpa de nadie más que de lo que yo me había colocado en el cuerpo.
El doctor me dijo que todo lo que me rodee en este momento debe ser bueno y armónico. Saqué todo lo negativo, anulé a personas que no tenía ganas de ver, las borré del celular
–¿Te reprochaste no haber cuidado la salud?
–No. Ahora lo veo como algo gracioso. En un metro sesenta tengo más de dieciséis intervenciones. Operaciones, divertículos, hígado… Cuando sumé todo, conté esa cantidad; es gracioso: tengo algo cada diez centímetros.
–¿Me equivoco si digo que tu parte femenina apareció en el coraje con que enfrentaste las enfermedades?
–Seguro. Los hombres somos re cagones; la mujer tiene el valor de bancarse lo que pase. Mi costado femenino tiene que ver con esa valentía para enfrentar la adversidad.
Por Julián Zocchi.
Fotos: Fabián Mattiazzi.
Producción: Mica Faiman.
Agradecimientos: Luna Garzón, Jesús Fernández y Pablo Battaglia por su atelier. Maquilló: Belén Díaz para muamakeupartstudio. Vestuario: Pablo Battaglia. Asistente de producción José Varela.
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