Los héroes de Malvinas descansan en paz... con nombre y apellido

Los familiares de los 90 soldados caídos en la guerra, cuyos restos pudieron ser identificados, viajaron a las islas el lunes 26 de marzo. Y, con profunda emoción, les rindieron tributo en el cementerio de Darwin, para cerrar una herida que permanecía abierta desde hace más de 35 años. Un sosiego en medio del irreparable dolor.

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Familiares de los soldados argentinos
Familiares de los soldados argentinos sepultados en Malvinas que fueron identificados. (Foto Telam)

Para todos ellos, los 250 familiares que lloraron, rezaron y hasta esbozaron una sonrisa en homenaje a sus héroes, una herida acaba de cerrarse. Permanece el dolor de la irreparable pérdida, por supuesto, pero nunca olvidarán esta caricia que les rozó el corazón. En el cementerio de Darwin, en las islas Malvinas, 90 tumbas dejaron de tener la leyenda "soldado argentino sólo conocido por Dios". Ahora llevan nombre y apellido. Una historia. Un legado. Una identidad que ya ni los vientos impiadosos ni el olvido serán capaces de arrebatar.

La encomiable tarea contó con varios protagonistas. Gracias al esfuerzo de los gobiernos de la Argentina y el Reino Unido, el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo de Antropología Forense, sumados a algunos esfuerzos individuales fundamentales de periodistas y ex combatientes, el proceso de identificación de aquellos soldados enterrados como NN en 1982 llegó a su etapa final.

El viaje a la islas de sus seres queridos, para arrodillarse frente a la cruz y elevar una oración, reflejó el aspecto más positivo de esta tarea. "Ahora sé dónde descansa mi hijo", se escuchó decir a madres y padres, tocados en lo más profundo, bajo el cielo diáfano del lunes 26 de marzo.

De la breve ceremonia, planificada al unísono con las autoridades locales, también participaron Claudio Avruj (secretario de Derechos Humanos de la Nación), María Fernanda Araujo (presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos en la Guerra) y el militar inglés Geoffrey Cardozo, encargado de enterrar los cuerpos de los argentinos hace 36 años.

Los familiares pudieron dejar un rosario. Un par de flores de tela blanca. Y un beso prolongado, surgido de las entrañas mismas, epílogo de un tributo que jamás olvidarán.

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