"Crecí en una familia de aficionados al canto; es tan así que solíamos grabar discos juntos. Mi primer hit fue Muero de amor por ti (del film Lilo & Stitch, de Disney), que grabé con mi prima cuando tenía cinco años. Salí del estudio convencida de tomar clases. Y nunca las dejé", recuerda Manuela Del Campo (21).
"Llevo el canto en mis genes, pero mi primer amor es la actuación", dice la actriz de Multitalent Agency. Ella interpreta a Natalie, la hija de una familia que lucha por ser "normal", sobre el escenario de Casi normales, el musical de Brian Yorkey que en 2009 saltó del off Broadway al circuito comercial para alzarse con tres Tony Awards y un Pulitzer Price. Y que aquí, ya en la séptima temporada, es un suceso de culto de la mano de su padre, el reconocido publicista Pablo Del Campo, quien compró los derechos de esta pieza que hoy conquista también a España. "Este es mi primer trabajo teatral, porque hasta el momento de tomar el rol –que había dejado Flor Otero– sólo había grabado jingles", cuenta a pocas semanas del lanzamiento de la nueva versión de El violinista en el tejado, de Joseph Stein, junto a Raúl Lavié –a mediados de abril– en el Astral, donde hoy se luce.
PRIMEROS PASOS. Manuela fue formada por la cantante Belén Mackinlay y por el director teatral Luis Romero, además de haber tomado clases intensivas en el exterior. "Papá viajaba tanto que, para compartir momentos con él, lo acompañaba. Mientras él trabajaba, yo me inscribía en cursos de Summer Camps", explica la actriz que al terminar su secundario en el St. George's College North (Los Polvorines), además del reemplazo de Otero, se sumó al elenco de la obra Criatura emocional (2014) junto a Candela Vetrano, Ángela Torres y Delfina Chaves, entre otras.
En 2016 viajó a Nueva York para estudiar en el Terry Schreiber Studio, y al año siguiente tomó clases en Beverly Hills Playhouse, en Los Angeles. "Fue una dosis súper fuerte de teatro y formación. ¡Volví re manija! En el conservatorio nos dijeron que el verdadero maestro del actor es la experiencia de vida, y empecé a tener curiosidad por el cine francés, la música electrónica y hasta la astrología. Estudié un poco de todo, soy muy curiosa", apunta Manuela, vegana desde hace tres años "por proteccionismo, el medio ambiente y la salud".
–¿Cómo se lleva trabajar con papá (productor de Casi normales)?
–Es muy interesante, pero hay veces que necesito hablar de cosas de padre e hija y me sale con "estás entrando antes en la escena cuatro"… ¡Retame, no me dejes salir, algo más personal! (bromea). Pero también es divertido, otro gran punto de unión. Le debo a él esta pasión inculcada, siempre fue fanático de los musicales.
–Hablando de fanatismos, ¿cómo explicás el fenómeno Casi normales en la Argentina?
–¡Es muy fuerte! La gente está locamente copada, hay quienes la vieron hasta setenta veces, y algunos dicen que les resulta un bálsamo para sanar el alma. Nos han confesado que ven la obra en vez de ir a terapia. Hace poco, una chica me pidió que le diseñara un tatuaje con mi letra ¡y casi me muero! Me temblaba la mano. A los fans les doy tiempo, porque jamás viviría el ego sintiéndome superior a otros. Esta es mi última temporada, pero la obra es tan especial que siempre estará vigente.
–Y arrancás con El violinista en el tejado…
–Voy a interpretar a la hija del personaje de Raúl Lavié, que en 1905 –en una comunidad judía en un pueblo de Rusia– se enamora de un hombre y se debate entre el corazón y la familia, a la que también ama. Lindísima historia. Antes del primer ensayo estaba muy nerviosa porque es un elencazo: Julia Calvo, Flor Otero, Sabrina Garciarena y Dan Breitman, entre otros.
–¿Temés a los estereotipos o rótulos del actor?
–Sí. Entre mis anhelos está el experimentar teatro de texto y también cine. Muchos me dicen: "Manuela, con esa voz… ¿¡por qué querés hacer cine!?". El musical me encanta, por supuesto, pero no quiero comer sopa todos los días. En la Argentina uno necesita mucha exposición para hacer televisión y cine, y siempre digo: "Sí, quiero ser famosa, pero no para que me regalen carteras, sino para llegar al corazón de la gente y hacerla reflexionar desde las historias que cuento".
Por Maru Cociffi
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