Pasaron veinticinco minutos desde que terminó un móvil para un programa de televisión y Martín Bossi (43) sigue sacándose fotos y charlando con sus fans en la terraza del Torreón del Monje. "Se me acercan y me hablan como lo hacían mis abuelas y mis tías. ¿Cómo no me voy a quedar charlando? Soy un agradecido", esgrime el actor nacido en Lomas de Zamora para explicar el tiempo y la atención que les dedica a sus seguidoras.
"El amor de la gente es desmesurado. No sé si queda bien decirlo. Es un regalo de Dios… Aún no sé bien por qué. Sentirme amado… Lo que siempre quise. Recién le explicaba a una de las señoras: 'Dios me dio un don. Sólo lo estoy devolviendo'", agrega, mientras empieza a dejar atrás la montonera para buscar una mesa a la sombra y sentarse a almorzar, con algo de retraso.
Después de pedir una ensalada Caesar sin mirar la carta, resuelve por mensaje de voz y con determinación un par de cuestiones que hacen a su Bossi Master Show. Cuando llega su comida la empieza a deglutir con una voracidad sorprendente –la misma que muestra sobre el escenario–, mientras se aboca a la charla, dejando claro que tiene un don aún mayor: comer y hablar en simultáneo.
–Sonás casi como un pastor…
–Me transformé en eso. En el show, soy un líder que arma una iglesia para que los espectadores hagan una especie de catarsis colectiva. ¡Es una locura! No vienen a verme a mí: vienen a verse ellos. Hay casamiento y baile. Cada vez me pongo menos las máscaras… Ya no las necesito tanto.
–¿Sos más Bossi y menos "las imitaciones de Bossi"?
–Tal cual. Creo que es tiempo. Tiene que ver con mi evolución personal. Tengo con qué.
–Hablás mucho de Dios. ¿En qué creés?
–Soy católico apostólico bossiano. Armé mi religión con un montón de elementos de mentira y de verdad. Dios todopoderoso me da energía. Yo hablo con él. No necesito intermediarios. Lo demás es un cuento que se está cayendo. Soy francisquista, eso sí. Jesucristo era un provocador, el primer Che Guevara. Lo mataron por alzar la voz. Soy muy creyente.
–Trabajás desde hace muchos años, pero conociste el éxito hace relativamente poco. ¿Lo valorás?
–Fue paulatino. Empecé desde muy chico. Creo que llegué al tope. La primera vez que hice temporada en Mar del Plata, hace siete años, pensé que eso era lo máximo… Me equivoqué. El cariño de la gente es muy grande.
–¿Nunca te agobia?
–¿Sabés que no? Me agobian otras cosas… como tener que hacer notas. La tele está brava, en general. Por suerte, los periodistas me tienen piedad.
–Pero a vos ya se te preguntó todo. Contestás lo que querés y lo que no, no.
–Para la prensa fui gay, volví a ser hetero, y también trisexual. En realidad, nunca van a saber quién soy de verdad. No tienen idea.
–¿En serio te preservás?
–Mucho. Tengo siete u ocho respuestas para salir del paso. Que te sirvan a vos, y a mí también, para conservar la paz y el amor de la gente.
–Sabés que la gente no dejaría de quererte por saber con quién salís.
–Mirá, cualquier palabra de más te puede condenar. Y no me van a condenar por contar con quién salgo, pero tampoco me van a venir a ver más porque salga con una mina que está buena.
–Tal vez te sumaría… Por más que hasta ahora hayas hecho una carrera sin transar con tu vida privada.
–Transar. Eso. Jamás transé con mi vida privada. Por ahí el camino fue más largo. Pero estoy acá por mí, no por haberme acostado con alguien.
–Ahora, si se llegara a dar y te ponés en pareja con alguien, ¿tendrías reparos en compartirlo?
–En quince años de carrera ya estuve con "alguienes"… A ver… Si yo te digo que te juegues tu casa, ¿apostarías que yo no tengo un hijo?
–Mmmm. No.
–Bueno. Entonces mi trabajo está bien hecho.
–¿Por qué ocultarías un hijo?
–Soy una persona que preserva mucho a su gente. Igual, no tengo hijos. Es sólo que pongo un límite. Si salgo con vos, ¿por qué se tendría que enterar el país? Querría darte seguridad.
–Pero yo tal vez no tendría drama con que se sepa… como sí lo tenés vos.
–Siempre que salí con mujeres que no son del medio me pidieron de rodillas que no se hiciera publico.
–Quisiera saber algo que, si fueras mujer, sería pregunta obligada: tenés 43 años, ¿te presiona el deber de ser padre?
–No, pero estaría bueno pasar por esa experiencia. Sería muy sano para mí correrme de mi eje para entregarle la vida a un hijo. Cosa que, si sucediera, debería hacer como un deber, ya que se trata de traer una vida al mundo.
–¿Y si no se diera?
–No habría problema. Seguiría siendo el mismo. No es tan así el casete de "un hijo te cambia la vida". Hay todo tipo de padres. Creo que hay que alejarse de las convenciones: son putas y malas. El día que quiera ser padre, lo seré. Y si paso por esta vida sin serlo, tendré otras formas. De hecho, yo me hago cargo de mi primo Román, que perdió a su mamá y a su papá. Labura conmigo. Le enseño cómo salir con una mina. Y muchas cosas más.
–Acabás de llegar de los Estados Unidos, donde estuviste presentando el nuevo programa que harán con Adrián Suar y Nico Vázquez para Fox. ¿Cómo te sentís cuando estás "allá arriba"?
–Me preparé tanto para esta carrera que no me asusta. Hasta hace un rato caminaba por el hotel Faena de South Beach, y ahora estoy acá, a metros de la Bristol. No me la creo.
–Tampoco me vas a decir que no te divierte llegar a ciertos lugares y tomar champagne entre tipos grossos de la tele de Latinoamérica…
–¿Divertirme? Sí, no sabés lo que me divertí con Adrián y Nico… Te cuento una. Ayer llegamos re temprano al aeropuerto de Miami para tomar el vuelo de regreso al país. Nos pusimos a contar anécdotas y boludear. Yo soy un desastre. Así que me relajé pensando: "Los tipos responsables son ellos". De pronto, nos dimos cuenta de que el avión se iba. Empezamos a correr de una punta a la otra del aeropuerto… ¡Y mirá que es grande…! ¡Me sentía en Poliladron! Llegamos de pedo. Adrián es uno de los tipos que más me hacen reír. Allá estuvimos además con Lali Espósito y Diego Torres. Había capos de Disney. No voy a negarte que todo eso es muy importante. Representa la posibilidad de acceder a más gente, porque es una plataforma inmensa, pero te aseguro que a mí no me van Miami ni el descapotable.
–¿Que soñás? ¿A dónde querés llegar?
–Que el mundo sea mi barrio.
–Y eso implicaría…
–Que me quieran en todos lados como acá. Eso.
Por Ana van Gelderen
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