Todo comenzó con un secreto. "Una semana antes, me encontraba en casa haciéndome unos baños de hielo –revela Delfina Merino (28), con la naturalidad de quien dice "tomaba unos mates"– y me sonó el celular. Era un número desconocido. Como estaba aburrida, atendí. Del otro lado escuché que eran de la Federación Internacional de Hockey y querían avisarme que había ganado el premio a Mejor Jugadora 2017. Debía viajar en tal fecha a Berlín. Se trataba de un secreto que requería extrema confidencialidad".
–¿No se lo contaste a nadie?
–En el momento pegué un grito y mis familiares, que estaban almorzando, se enteraron. A la noche se lo conté a mis más amigas en una cena. Después lo guardé, porque tenía miedo de que la prensa se enterara. Con Majo (Granatto, 22 años, elegida la Mejor Sub 23 del mundo) nos dimos un abrazo, festejando en secreto, sin que los demás supieran.
–¿Las Leonas lo supieron por televisión?
–No, antes de viajar, porque nos íbamos a perder un partido contra Bélgica y tuvimos que avisarle al equipo. ¡Las chicas se pusieron chochas! Nos abrazaron, felicitaron y ofrecieron su ayuda con el tema de la ropa. ¡Hasta votamos looks! Fue muy gracioso.
–Imagino que a Luciana Aymar (40), ocho veces ganadora de este galardón, también le habrás avisado…
–Sí. Había estado con ella en Chile, porque la fui a visitar unos días. Cuando me enteré, pensé: "No puedo no decirle, porque si se llega a enterar me va a matar". Así que le mandé un mensajito de voz diciéndole: "Te quiero decir que me vas ganando 8 a 1. Es un afano, totalmente, pero ya metí uno… así que preparate". Medio en chiste, obvio, porque con este premio yo ya estoy más que contenta y orgullosa… Pero me pareció lindo poder compartirlo con ella, una extraterrestre del ambiente del hockey… No va a haber otra igual. Para mí, estar por este premio en la historia del hockey con ella y con Cecilia Rognoni (lo obtuvo en 2002), es un sueño. Bah, ¿te digo algo curioso? Jamás soñé con ser la mejor del mundo.
No hay secretos. Siento que llegué a esto porque disfruto el hockey
–¿Y qué se siente saber que, oficialmente, te consideran así?
–No sé, es medio loco. Lo pienso y todavía no caigo. Lo estoy llevando tranquila y muy relajada, pero si lo pienso quizás se me cruzan un poco los cables y digo: "¡Wow, qué locura esto!".
–No le pasa a cualquiera. ¿Cuál dirías que fue tu secreto para haber llegado acá?
–No hay secretos. Siento que llegué a esto porque disfruto el hockey, porque es mi pasión y la vivo con frescura. El año pasado no pensé tanto en cómo jugar, sino en disfrutar, y fluyó. Fue una sensación de placer totalmente distinta. Estoy convencida de que en cualquier deporte que uno practique, o mismo en la vida, si hay disfrute, te va a ir bien.
–¿Es duro estar en la selección?
–Sí. Hay que tener mucha cabeza y un estilo de vida que vaya muy de la mano con los cuidados y la responsabilidad que conlleva ser una Leona, porque no es sólo jugar al hockey. Tiene que ver con los valores, el compromiso, el respeto y el mensaje que uno da. Porque a nosotras nos siguen nenas y adolescentes, y si una no es consciente de que es ejemplo para ellas, no está bueno.
–Entre julio y agosto está el Mundial en Londres…
–(Sonríe) Sí, es un año especial. En 2010 tuve la posibilidad de ser campeona del mundo en Rosario; en 2014, en La Haya (Holanda), salimos terceras; y este 2018 tengo fe de que va a ser bueno.
–¿Pensás que van a ganar?
–No podría decir que competimos en un torneo sin pensar en ganar. No vamos simplemente a participar; siempre tratamos de ser protagonistas.
–En algún momento contaste que tu cábala era usar una gomita de pelo. ¿La seguís teniendo?
–¡Obvio que sí! Pero no es la misma, porque se rompen. Al arranque de un torneo pruebo una en el entrenamiento; si ese día me va bien, la cuido y la sigo usando. También entro siempre a la cancha con el pie derecho. Estoy loca, lo sé, pero son cosas que a mí me dan una tranquilidad especial, ¡y las hago!
–¿Puede ser una nueva cábala visitar a Lucha antes de las premiaciones?
–Y, que se prepare… ¡No me va a querer recibir en la próxima, ja ja!
–Ahora que estás en el foco internacional, ¿pensás volver a jugar en Europa?
–Elegí quedarme en el país, porque me parece importante hacer acá la preparación del Mundial, sobre todo con un equipo nuevo que necesita gente con experiencia para ayudar a llevar el camino. Después del Mundial seguramente vaya al club holandés SCHC, en el que jugué en 2010 y 2016.
–Tenés clara tu carrera deportiva. ¿Y la académica? ¿Seguís estudiando Derecho?
–Sí, ya estoy en la recta final de la carrera de la UBA. Tengo ganas de recibirme, porque me parece importante tener un título. Además, estudiar me abrió la cabeza y me dio un cable a tierra.
–Con esta vida tan trajinada, ¿hay tiempo para el amor?
–Estuve seis años y medio de novia con un rugbier y éramos muy compatibles en el estilo de vida. Pero nos separamos hace seis meses y ahora estoy experimentando la soltería. Confieso que está bueno esto de reencontrarse con una misma y disfrutar, pero me gustaría conocer a algún muchacho con el que pueda formar una familia el día de mañana. Igual, todavía es muy pronto. Tiempo al tiempo.
–Leí que sos muy devota. ¿Cuánto le debés a San Expedito?
–No voy todos los domingos a misa, pero al "patrón de las causas justas y urgentes", como lo llaman, lo tengo bien arriba. Más que nada por Porota, mi abuela de 91 años, que es lo máximo y me lo presentó. Gracias a ella puse su estampita en mi mesita de luz.
–¿Alguna vez le pediste algo relacionado con el hockey?
–No, porque siento que está a mi alcance. Como mucho le digo: "Si de casualidad estás por ahí, sin nada importante y podés dar una mano con esto, buenísimo; si no, no te preocupes, que yo puedo hacerlo…".
Por Kari Araujo.
Fotos: Francisco Trombetta, AFP, Télam y álbum personal D.M.
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