"De la Argentina extraño a mi familia, a mis amigos, a la gente. Y también a la ciudad", admite con ojos soñadores Carolina. "Yo, la idiosincrasia, las empanadas tucumanas, tener a la familia cerca, la cultura amiguera… ¡Extraño todo!", remata Gastón.
Estamos en el lugar más famoso de Emeryville, a cuarenta minutos del centro de San Francisco, cruzando el Puente de la Bahía. Es un parque de diversiones sin juegos, aunque con flashbacks que nos vuelven niños a cada paso: esculturas de Buzz Lightyear y Buddy, de la familia completa de Los Increíbles, una tienda cargada de merchandising de filmes y franquicias entrañables, como Buscando a Nemo, Cars, Toy Story, etcétera, etcétera, y Coco, la película que nos convoca a Pixar para entrevistar a los dos argentinos que participaron en ella y al mismo tiempo forman parte de este templo de la animación: Gastón Ugarte (39, tucumano de San Miguel, casado y con dos chicos "bien gringos, a los que hacemos hablar inglés y español") y Carolina López Dau (nacida en Haedo, a los 5 se radicó en Madrid, soltera, y con una joven edad que por coquetería prefiere obviar).
Si bien ambos habían compartido allí la elaboración de películas como Valiente, El buen dinosaurio, Intensa-mente y Wall-e, sienten que Coco, el largometraje 19 de Pixar Animation Studios y nueva joya del director y escritor Lee Unkrich, marca un momento clave en sus carreras. Lo cuentan mientras iniciamos la recorrida por los estudios.
Carolina: Yo soy animadora de un grupo de quince, pero en Coco tuve la oportunidad de convertirme en crowd animation league, que consiste en colaborar con el supervisor de crowds (N. de R: multitudes) para animar a los personajes de fondo del mundo de Coco: los esqueletos, la gente del pueblo de México y demás.
Gastón: Como yo soy supervisor de modelaje de los mundos que creamos y recreamos en Pixar, mi equipo (tengo a cargo a siete, ocho chicos) se dedica a colaborar con el Departamento de Arte y traducir a 3D todos esos mundos. Prefiero decir que recreamos mundos porque tenemos que modelar árboles, rocas, vegetación… En el caso de Coco hicimos las partes del cementerio y la ciudad de Santa Cecilia, y el mundo de los muertos, que fue lo más difícil.
–¿Cómo fueron sus inicios en Pixar?
C: Yo llegué hace siete años. Mi primera película fue Planet 51, en España.
G: Empecé como animador en La Florida, con películas para DVD. Me salió una oportunidad y viajé a un estudio de Nueva York. Participé en un cortometraje que anduvo muy bien (One rat short) y entré a Sony Pictures Animation, en Los Angeles. Mi primer filme allí fue Los reyes de las olas, y luego hice live action (ciencia ficción). Hasta que una década atrás me llamaron de Pixar.
–¿Cómo es trabajar aquí?
C: Trabajar acá es un sueño hecho realidad que exige mucho dedicación (señala mientras caminamos por las afueras del estudio). La clave: colaborar uno con el otro.
G: Yo estuve en otros estudios de cine, y destaco de Pixar la calidad humana y el espíritu de colaboración que hay adentro. Todo el mundo tira para el mismo lado, apuntando a hacer una buena película con buena narrativa, buenos personajes y buenos efectos. El humor y la pasión son clave en Pixar. Y más allá de que extraño a mi país, como te comenté al principio, acá hay una comunidad súper, diversa: gente de Italia, España, Alemania, Israel… Es bárbaro, porque unifica todo un poco.
–¿Cumplen horario? ¿La creatividad lo tiene?
C: Ponele que estamos de 9 a 17:30, 18, pero en animación vos cumplís ciertas tareas por semana y cada uno se administra su tiempo como desea. Hay quienes prefieren trabajar a la noche y otros, temprano a la mañana.
G: Por su propia naturaleza, a la inspiración no se la puede acelerar. A veces puede ser de noche, otras, de día… El nuestro es un ambiente relajado donde manda la autodisciplina. Debido a la picardía argentina, no sé si en nuestro país este sistema podría implementarse… Pixar está abierto las 24 horas. Sólo cierra la pileta.
C: Además, la empresa apoya al empleado en su salud, equilibrando disfrute y trabajo.
G: Los lunes y viernes hasta jugamos al fútbol.
–No podemos finalizar la recorrida sin prepuntarles cuáles son sus personajes favoritos…
C: El mío es Remy, de Ratatouille, por su expresión, su forma y su corazón.
G: Varios. En especial, los que aparecen poco y te hubiese gustado ver más. Por ejemplo, Bruce, el tiburón de Buscando a Nemo, o Bing Bong de Intensa-mente.
–¿Hace mucho que no vuelven a la Argentina?
C: Desde 2009. Pero después de que pase lo de Coco, y pese a que tengo a mi papá, a mi abuela y a mi hermana en España, quiero hacerme un viaje para allá.
G: Como mi familia reside allá, vamos una o dos veces por año. Adoro viajar por el mundo, pero cada vez que podemos, volvemos a nuestro país.
–¿Quizás algún día regresen para quedarse?
C: No lo descarto… Me quedaron varios familiares y amigos en la Argentina.
G: A mí me encantaría. Con mi esposa lo hablamos y soñamos con la idea. No sé si a Tucumán o a Buenos Aires, pero no por ahora. Me falta aprender muchísimo. Con todo el talento que hay acá, siento que me falta mucho todavía. Sin desmerecer a nuestro país, esto allá no existe… Trabajar en la animación de acá es como jugar en el Barcelona, e ir a la Argentina, como disputar la B Nacional.
C: No está tan desarrollada la animación. Lo bueno es que venís, aprendés y quizá con el tiempo podés volver y armar algo con los mismos valores.
Por Carlos Boghossian
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