Hasta aquí, un juego. Inspirado por la versatilidad de Jack Nicholson, motivado por los talleres del Saint Gregory's College –que lo llevaron al escenario con Ricardo III, textos en inglés y apenas once años– y enriquecido por la infalible maquinaria Disney, que lo vistió de Iván, de Peter Punk a Violetta. "Eso era la actuación para mí: un tren al que me divertía subir cuando pasaba cerca", dice Franco Masini (23).
¿Y qué es hoy? "Un modo de vida. Mi elección definitiva". Pieles como las de Guillermo Puccio en El Clan, Nicolás Alvarado en ADDA (Telefe) o Toni Martínez en Cuéntame cómo pasó (TV Pública) le enseñaron que "actuar es vivir arriesgando, un ponerse a prueba constante".
“Me propongo dar el gran salto en mi carrera”
Es así como corrió de plano sus apuntes de la licenciatura en Comunicación y volvió a aceptar un rol con "compromiso y auto-investigación": Henry, en Casi normales, el mismo que nos trajo hasta Madrid, donde participará –junto al elenco argentino– del gran cierre de la función debut de la versión española.
–Alguna vez, Leo DiCaprio decidió dejar de ser sólo "el chico lindo de Hollywood" para ir de lleno por guiones tan jugados como los de Brian Yorkey (autor de Casi normales). ¿Llegó tu momento?
–Yo me propongo dar el gran salto en mi carrera. Quiero transitar todos los sitios posibles, cuestionarme, exigirme, probarme. Sé que voy a tener que esquivar prejuicios, propios y ajenos, pero yo no actúo por vanidad, sino porque es lo que me hace feliz. Cuando la pasión es tan grande, nada, ni el que dirán ni el equivocarse, interesa demasiado.
–Y una vez más –tras Y un día Nico se fue y Marco Polo– a esa pasión de la que hablabas se le suma otra: la música. ¿Será el musical un camino de ida?
–No me formé en este rumbo. Yo diría que se trata de otra experiencia enriquecedora, otro desafío. Pero encontré en Casi Normales un drama de texto puro, en el que la música es un complemento que ayuda a volar más alto. Y ese juego es más que seductor.
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Este confeso "fanático" de Ed Sheeran toca el saxo alto y la guitarra. Y durante sus dos últimos años de secundaria incursionó en el canto. En 2013 conformó Té Para Tres, la banda musical que integra con su hermana Milagros, y Gastón Loizeau, con la que presenta "versiones", no covers.
–¿Qué tan lejos pretendés llegar en esta faceta?
–Es una pregunta que me hago a diario. Lo que más me anima es ver que a otros colegas (actores) les resulta el mix, y lo incorporan muy bien a su ser artista. Estoy recibiendo propuestas de discográficas para lanzarme profesionalmente, pero siento que primero debo componer mis propias letras, presentarme con un mensaje propio y auténtico. A decir verdad, tengo algunas por ahí. Por ahora son maquetas, que necesitan de un productor. Una de mis preferidas se llama Momentos y habla sobre esos instantes eternos y pasajeros de nuestras vidas.
–Hablando de momentos de la vida no puedo evitar preguntarte por tu hoy emocional, a dos semanas de tu separación de Candelaria Tinelli (27).
–Sí. Cande y yo nos despedimos muy bien, porque realmente es una persona a la que quiero mucho. Los motivos son personales y voy a reservarlos. Lo importante es que los siete meses que vivimos se convirtieron en lindos recuerdos para siempre. Porque cuando querés que tu ex sea feliz, cómo y con quién sea, entendés que lo que hubo fue amor del más puro. Cande es extraordinaria, sensible y con grandes valores. Como su familia, a la que adoro, porque siempre me hizo sentir como en casa.
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En tren de momentos e intimidades, Franco cuenta que finalmente –después de un año de independencia– se amigó con la soledad de su primer departamento –en Vicente López–, en el que ya se graduó de "gran anfitrión asador". Una soledad buena compañera para zapar, leer por tercera vez Tokio Blues, de Haruki Murakami, y aunque siempre prefiera el cine a Netflix, avanzar con Sobreviviendo al patrón del mal, porque suele elegir una serie larga al año. Del shopping por Madrid se lleva estatuillas hechas a mano de Freddy Mercury, de Jack Nicholson como El Guasón y de Marilyn Monroe.
Además, amplió su colección de luces –"bombitas, tipo kermese y navideñas"– que ya sabrá cómo disponer.
–Volvamos al escenario. Henry (su rol en Casi normales) es simpáticamente obstinado en su afán de enamorar a Natalie, la atormentada hija de los Goodman (interpretada por Manuela del Campo). ¿Qué tan parecido sos en ese mood?
–Tan "insistidor" como él. Por amor, voy al todo o nada hasta conseguir lo que quiero. Soy romántico, el de las cartas, por ejemplo. Porque de vez en cuando hay que dejar de lado el WhatsApp, los likes, y usar la tinta. Eso de escribir con el puño y el tacto del papel tiene algo poético que es irremplazable. Para componer a Henry es imprescindible bucear en Franco, en mis emociones y experiencias…
–¿Las tuviste con sustancias, al igual que él?
–Jamás. Las drogas me aterran. Porque me da miedo la pérdida de control y el alejamiento que provocan. Hoy son algo tan corriente y tan alcanzable… ¡Podés conseguir lo que quieras a través de un celular! La clave está en dos palabras: "cuidado" y "respeto". Ya cualquier ambiente es propicio, pero en esta profesión es muy fácil perderse: con el ego, con la fama, con creerse todo lo que se te diga. Yo me salvo aferrándome a la pasión, mi único foco.
–Redes sociales: Natalia Oreiro me dijo alguna vez que no son más que un culto al egocentrismo. ¿Qué tan atrapado estás?
–Lo necesario como para que resulten otra instancia de comunicación con mi público: comparto lo que no ven de una escena, un ensayo de vocalización, o doy alguna novedad de mi carrera…
–…y para muchos de ustedes, también una nueva salida laboral. ¿Se gana bien?
–Sí. El poder de las redes es tan inmenso que hoy pueden ser una alternativa publicitaria mucho más viva y hasta más rentable que cualquier campaña.
–Y en la vida, ¿de qué podrías ser influencer?
–Me gusta prestarme para abrir conciencia. El año pasado vine a Madrid para rodar Jóvenes sin identidad (escrito y dirigido por Fabrizio Santana), un corto acerca de un caso real del bullying que sufre un adolescente por ser gay. Yo interpreté al amigo argentino que lo rescata, lo contiene y le da valor. El resultado fue tan positivo que me motivó.
–¿Hacia dónde vas, Franco?
–No tengo obras icónicas o papeles ideales. Así como DiCaprio o Brad Pitt, que pueden ser galanes hoy y asesinos –o hasta lobos– mañana, yo sólo quiero ser tenido en cuenta. Mi gran ambición es ser considerado para todo tipo de roles. Porque tengo ganas de seguir jugando, necesidad de aprender y muchos colores que mostrar.
Agradecemos la imagen de Cuéntame cómo pasó
a Adrián Díaz, para TV Pública.
Por Sebastián Soldano
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