Marina (25) dibujaba estampas para adultos que, según Benito Fernández (57), eran "demasiado infantiles". Convencida de que aquel era su estilo, se cuestionaba –y le comentaba a su novio–: "Es mi jefe además de mi papá. Tendría que hacerle caso, pero así dibujo yo".
Ese fue el inicio de Benito por Marina, la colección cápsula de ropa para niños que los Fernández acaban de lanzar. "Hacemos todo a pulmón. No tengo socio. Por eso nos cuesta financiarnos. Igual, queremos seguir creciendo", celebra Benito, sentado junto a su hija menor, café de por medio. Se refiere a la firma que empezó con vestidos de novia, derivó en una marca que vende desde ropa a jabones y toallas y ahora, además, llega a los chicos.
"Lanzamos una colección inspirada en el fondo del mar. Tiene mucho color, formas simples y estampas alegres. La confeccionamos con mucho algodón y géneros suaves y nobles. ¡Nada duro! Súper cómodo. Todo bien amigable a la piel", agrega el diseñador sobre esta nueva línea, que ya está en los tres locales de Benito en Paseo Alcorta, Alto Palermo y Nordelta, en 38 multimarcas del interior del país –"somos muy fuertes en las provincias"– y además vende online.
CADA UNO CON SU ESTILO. Marina Fernández Durand es la segunda hija de Benito, después de Lucas (30). Estudió Diseño de Indumentaria en la Universidad de Palermo y hace un año y medio trabaja con su papá en las oficinas showroom del Palacio Bellini. Además, en 2014, mientras cursaba el segundo año de la carrera, llevó a cabo un perfeccionamiento de dos meses con Agatha Ruiz de la Prada en Madrid. "Pero se puso de novia y volvió", apunta Benito, agregando: "La idea era que siguiera estudiando en Europa, con Custo Barcelona y Carolina Herrera... Pero, bueno… Ella es noviera".
–¿Es tan así, Marina?
–Bueno… tampoco es que hubo una propuesta formal y me quedé porque estaba de novia… En realidad, justo una de las chicas del equipo de papá se tomó licencia por embarazo y por eso me sumé a trabajar con ellos. Hago bastante del diseño gráfico, aparte de lo de la línea de chicos. Estoy en una esquinita dibujando, mientras papá recibe en su oficina a las mujeres que vienen por alta costura.
–¿En qué se parecen y en qué no?
Benito: A los dos nos gusta estar en nuestras casas. Somos familieros y novieros. Compartimos a José Antonio, el perro.
Marina: Yo crecí con mi mamá; luego viví cuatro años con papá, y hace uno me fui a vivir sola. Cada tanto discutíamos. Es que papá es muy desordenado. B: Somos distintos para trabajar. Yo tengo una energía muy para arriba. Y Marina es más compensada. Con mis hijos nos vemos mucho. Los invito a comer y nadie me contesta que no. Pasamos Navidad juntos porque nos divierte, no sólo porque seamos familia.
M: Papá fue siempre el copado que nos dejaba invitar muchos amigos los fines de semana, jajá.
–¿Qué aprendés de él?
M: A ser fiel a lo que me apasiona. Papá no para. Yo no podría tener su ritmo de vida. El me incentivó a hacer esta colección.
–Y vos, Benito, ¿qué aprendés de tu hija?
B: Marina es respetuosa, educada y perfeccionista. La verdad, no me interesaba que trabajara conmigo desde tan chica… Mi empresa es muy grande. No quería que se sintiera atrapada en algo que no fuera propio. Por eso empezó con una suplencia, por algo fortuito. Con el tiempo me di cuenta de que ella no pretendía ser yo. Y me relajé. Tiene sus propios intereses y deseos. Somos bien distintos. No le importa ser famosa. ¡Y a mí sí me gustan la exposición y llegar a mucha gente… (se produce una interrupción. "Hola, Benito. Vos le hiciste el vestido de novia a mi hija y a mí el de madrina", le comenta una señora que pasa al lado de la mesa. "¿Hace cuánto?", pregunta Benito. "Bastante… ¡Ya se separó!", contesta la mujer y las risas se multiplican)… ¿Ves? Esto a mí me encanta. En cambio Marina es más vergonzosa. Yo la incentivé, pero me pareció genial que la propuesta de hacer ropa para chicos saliera de ella.
M: No estaba en mis planes, pero hicimos los cuadernos Arte para Estrada y resultaron un éxito infantil. "A alguien le gusta lo que dibujo", pensé. Por eso le planteé a papá lo de hacer prendas para chicos. Al principio no sabíamos ni cuántos modelos íbamos a lanzar. Yo, por ejemplo, no sabía cómo visten las mamás de hoy a sus hijos. En nuestra familia no hay chicos, ni mis amigas los tienen. Tampoco hubo testeo, y hay mucha ropa de niños, y bien plantada. Por eso nos lanzamos con miedo.
B: ¡Y las repercusiones son tan positivas…! Yo sabía que a las madres les iba a gustar, porque tengo treinta años de carrera y porque Marina hace las cosas bien. Pero me sorprendió el éxito entre los chicos. Hoy son ellos los que eligen. Ni mis hijos, ni mucho menos yo, decidíamos qué comprar. Ahora ellos miran y se prueban. Compran desde un lugar distinto. Se conectan de manera particular con la prenda. No quieren chapear con la marca… ¡Ni saben quién soy! No les importa que "sea de Benito" porque socialmente está bueno. Me compran desde el disfrute. No les importa la mirada del otro ni tienen prejuicios. Y eso tan sano y tan puro yo no lo había sentido nunca en mi trabajo
Por Ana van Gelderen.
Fotos: Alejandro Carra y álbum del entrevistado.
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