"Ese gol es como una película que pasa todos los días por mi mente", explica el Chango mientras camina el césped de la cancha que conoce como su casa. "En este arco le hice el segundo al Celtic en Avellaneda. Allá estaba Tita", señala al córner que da a la puerta 12 del Cilindro. "Nadie se acuerda de ese gol, pero yo te diría que fue el segundo más importante, porque nos dio la chance de la defi nición", entiende Cárdenas, una institución para Racing Club de Avellaneda.
A cincuenta años del gol más importante de la historia de La Academia, el goleador Juan Carlos Cárdenas (72) luce impecable. "Ese gol nos cambió la vida a todos", analiza. Habla de aquel zapatazo a la gloria: "Yo no le pegaba fuerte, le pegaba con precisión". El gol al Celtic de Escocia. "No sé si se me habrá levantado, pero le di de lleno con todo el empeine". Ese gol que llevó a Racing a la cima del mundo, un 4 de noviembre de 1967.
Es jueves y las voces retumban en el Cilindro, como pocas veces, vacío. El sol se cuela por detrás del mástil que corona el estadio y se estampa en el césped que cuida Manguera Tarrio. El hombre que llevaba la 9 en El Equipo de José agarra una pelota de tiento –en homenaje a las cinco décadas de la Copa Intercontinental– y se calza una de las camperas retro que emula a las que usaron en aquella época. "Yo jugué 16 años al fútbol, pero a veces pareciera que jugué un solo partido o hice un solo gol. Porque ese gol superó todo lo que pude haber hecho antes o después", cuenta el Chango en el banco de suplentes de la cancha de Racing.
–¿Creés en el destino?
–Y… es parte del destino. Vos podés ser un jugador de alta competencia, pero hay situaciones, como ese gol, que te marcan la vida. Ahí es donde está el destino, pienso yo. Uno gol maravilloso, soñado. Yo creo que estaba escrito que tenía que hacer ese gol.
–¿Te molesta que te hagan la misma pregunta hace 50 años?
–No, cómo me va a molestar. Si un tipo te quiere saludar, o un autógrafo, cómo no se lo voy a dar. La gente me agradece, "gracias por todo lo que nos diste", y yo les agrego: "Si supieras lo que Racing me dio a mí". Yo no tengo palabras. Un día viene un pibe y me dice, "Chango, ¿me firmás acá?", y señala al pecho. Al tiempo me lo cruzo y me muestra mi firma tatuada. Racing es todo para mí.
AQUEL CHANGUITO. "Estos bolsillos no soportan tanta porquería, Polaco", protestaba la mamá de Carlitos que, cuando agarraba sus pantalones, podía encontrar: "una hondera, doce chapitas, bolitas, una pelota de medias y las fi guritas de los futbolistas". ¿Las más requeridas? La de Corbatta y la del Atómico Boyé. El pibe se había hecho de Racing a los 13 años.
¿Cómo nació el amor que lo uniría para toda la vida? Digamos que fue por conveniencia: "Eramos una familia muy humilde y un día fui a ver al verdulero, Sambrano, para pedirle laburo: ´Don Luis, necesito ganarme unos pesitos´, le dije. ´Yo te doy trabajo pero te tenés que hacer de Racing´, me tiró. Era el único de Racing en el barrio Triángulo de Santiago. Y no lo dudé: ´Bueno, me hago de la Academia´. A los pocos días aparece con la camiseta y yo estaba como loco", recuerda Juan Carlos Cárdenas.
Un año después, en 1959, Racing hizo una gira que revolucionó su pago chico. Los de Avellaneda arrastraban el mito del tricampeón del 49, 50 y 51 y venían de dar otra vuelta un año antes de pisar tierra santiagueña. A la salida de los entrenamientos, los chicos se tiraban encima de "Corbatta, Pizzutti, Manfredini, Sosa y Belén", que por esos años se recitaba de memoria. Y uno de esos changuitos que pedía autógrafos, estaría sentado en el vestuario académico en muy poco tiempo.
–Cuando Racing visitó tu provincia tenías 14 y tres años después estabas ahí. ¿Corbatta te puso Chango?
–Cuando vengo a la prueba en el 62, me presentan al técnico Saúl Ongaro. Me ve y dice: "Pero este es un nene, tiene que venir a la tarde". Yo soy de julio y llegué en febrero, todavía con 16 años. Cuando me voy a cambiar
al vestuario me siento en las banquetas. Había un canasto con camisetas, vendas, medias: ¡Yo nunca había visto tanta ropa junta! Me empecé a cambiar y, de repente, empiezan a llegar los jugadores, esos que yo tenía en las fi guritas. Entra Federico Sacchi, alto, una pinta… ¡Parecía John Wayne! El Negro Belén y… entra Corbatitta. Caminaba medio chaplinezco. Y me mira: "Nene, ¿vos de donde sos?". "Soy santiagueño, vengo a probarme", le contesté. "Ah, en la revista Racing salió que venía un pibe para probarse. Vos sos el Chango, porque a todos los santiagueños les dicen así". Y a partir de ahí fui el Chango. Para siempre.
EL VUELO DEL TERROR. El Equipo de José marcó una época en el fútbol argentino. Además de su juego adelantado para la década del 60 ("Menotti dice que ese equipo anticipó a la Holanda de Cruyff", señala el Chango), aquel Racing rompió todos los récords. Ganó la Copa Libertadores más larga de la historia. En total fueron 20 partidos. Y en el campeonato del 66 que los llevó a disputar el certamen continental mantuvieron un invicto de 39 partidos consecutivos.
Pero toda esta historia pudo no haber tenido un final tan feliz. El 27 de marzo del 67, Racing debía viajar desde Medellín a Bogotá para disputar un partido de Copa Libertadores: "Previo a eso habíamos estado en un monumento que conmemoraba la muerte de Gardel, y el Yaya Rodríguez, que era un guacho, mandó: ´A ver si dentro de poco nos ponen a nosotros acá´, recuerda el Chango.
Y no estuvo tan lejos porque aquel día el DC-4 de la empresa SAM que llevaba al plantel académico se encontró en medio de la tormenta perfecta: "No estaban las condiciones para viajar, pero PIzzutti quería ganar un día. Refusilaba. Cuando toma altura, el avión se empieza a mover como un papel, para un lado y para el otro. Había uno que no se quería ajustar el cinto y, cuando quiero acordar, se estaba dando la cabeza contra el techo. Y yo arranqué el apoya brazos", recuerda Cárdenas. El viaje duraba una hora y, en un momento, la nave empezó a descender a toda velocidad. Dicen que el Bocha Humberto Maschio gritó, "¡nos matamos!", y que el piloto logró enderezar la nave a 500 metros de la tierra.
–¿Cuánto les duró el susto?
–Y mirá, llegamos hechos mierda, todos. Después, el piloto nos dijo que no nos matamos porque no se rompió el radar que lo llevó por el río Magdalena. Sino, nos chocábamos contra una montaña.
–¿Qué fue lo primero que hicieron cuando pisaron tierra firme?
–Cuando llegamos al aeropuerto, Pizzuti nos llevó al bar y dijo: "Whisky para todos". Y le dimos duro. El Coco Rulli había sido papá de una nena y seguía temblando.
–¿Cómo recordás ese vuelo?
–Como un vuelo de mierda. Le agarramos un cagazo tremendo al avión. Pero al otro día ganamos en Bogotá.
"SEAN CONNERY ERA DE RACING". Uno de los grandes mitos sobre el Racing campeón del mundo sostiene que el actor escocés que encarnó a James Bond entre el 62 y el 71, se hizo de la Academia. ¿Fantasía o realidad? Lo cuenta el Chango. "Cuándo íbamos a Escocia hicimos escala en Inglaterra y ahí él voló con nosotros. ´Che, ese tipo lo conocemos´, tiré yo. El panadero Díaz, que era muy boca sucia y jodón, le gritaba de todo: ´¿A quién vas a matar 007, la rep…?´. Obviamente que Connery no entendía nada. Y por lo visto no se enojó: el día del partido vino al vestuario a decirnos que iba a hinchar por nosotros porque él era del Glasgow Rangers, la contra del Celtic. Así que puedo decirte que Sean Connery también celebró el título de Racing".
–Otro mito es que en el plantel de la Libertadores había un boxeador mendocino…
–Bueno, cuando viajábamos al exterior nos acompañaban ex boxeadores porque en aquella época la Copa era otra cosa, se ponía picante. Íbamos a Chile y, viste cómo es esto. Hay cosas que no se pueden contar, pero en ese momento pasaba como un masajista o alguien del cuerpo técnico y era el guardaespaldas. Otros tiempos. En aquella época los periodistas entraban al vestuario y no contaban nada. Había otros códigos.
–¿Coincidís que tu gol al Celtic rompió un paradigma? ¿Qué hubiera pasado en el fútbol argentino y en tu vida si no lo hubieras hecho?
–La década del 60 fue cuando se empezaron a ganar títulos internacionales. Racing gana la final de la Libertadores en el 67 y por primera vez el fútbol argentino tiene un campeón del mundo. Creo que nos dimos cuenta que podíamos ganar. Ese gol me cambió la vida, pero yo sigo siendo el mismo campesino que se fue de Santiago.
Por Hugo Martin y Julián Zocchi.
Fotos: Fabián Mattiazzi y Archivo Atlántida.
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