Estudió tres meses de Medicina, intentando seguir los pasos de su papá el doctor –"a quien admiro mucho por cómo aborda su profesión"–, probó tres años con Publicidad, fue vendedor de quesos a domicilio, cadete y administrativo. "Viví mucho tiempo luchando contra mis propios prejuicios, educado en un sistema que me guiaba a ser abogado, empresario o médico, pero no cantante", asegura Gerónimo Rauch (39), quien además confiesa que en sus años de rugbier "no podía conectarme con mi sensibilidad por el miedo al qué dirán. Es difícil escucharse a uno mismo, pero fui muy infeliz cuando dejé de lado la música… Hasta que en un momento me di cuenta de que necesitaba entregarle toda mi energía a ella".
Dueño de un talento inigualable, desde la banda Mambrú nacida del reality Popstars en 2002, pasó de ser ídolo de adolescentes a cantante icónico del musical, protagonizando Jesucristo Superstar y Los Miserables en la Gran Vía de Madrid, y brillando en el West End de Londres con una nueva versión de El fantasma de la Ópera de Andrew Lloyd Webber. "Siempre me escondí detrás de otros personajes y bajo grandes títulos, pero ahora es la primera vez que salgo con mi nombre", asegura Gerónimo, que el año pasado lanzó su primer disco solista, Here, there and everywheare, en homenaje a Los Beatles.
"Ya estoy planeando un segundo, pero en español", adelanta Rauch, quien tras presentarse con localidades agotadas en el teatro Colón en julio, regresa al país para realizar una nueva presentación de su show Song Book, el 9 de noviembre, esta vez en el Luna Park.
"Se está transformando en algo distinto al del Colón, más teatralizado y con grandes invitados sorpresa ¡que aún no puedo creer que se hayan sumado para participar!", dice dejando abierto el misterio.
ESPIRITU NOMADE. Sus tatuajes –entre ellos una brújula y la leyenda "home is where you are" (en español: tu hogar es dónde estás)– evidencian su estilo de vida nómade, que adoptó hace una década, cuando se fue a vivir a España. "Sentí que acá se habían cerrado las oportunidades, y salí a la búsqueda de nuevas. Recuerdo que antes de partir transité un momento duro en mi carrera en el que incluso llegué a pensar en dedicarme a otra cosa, ya que estaba totalmente en la lona", memora Rauch, que por entonces estaba finalizando su etapa con Mambrú.
"Con la banda pasé de ir con seguridad por la vida, a que de repente nadie te diera pelota", cuenta.
–¿Te costó salir del mote de "chico Mambrú"?
–Sigue sonando en los titulares de algunas notas y no reniego de eso. Hoy en día firmé con Sony, el mismo sello de la banda, y planeamos una relación a largo plazo de artista con su sello discográfico. Y sí, eso ha sido gracias a Mambrú.
–¿Cómo fue volver a empezar en Europa?
–Por suerte fácil. Pasé de no tener absolutamente un mango en la Argentina, a vivir de mis ingresos allá, entrando por la puerta grande con el protagónico en Jesucristo Superstar en la Gran Vía de Madrid, gracias a un amigo (Zenón Recalde, que hacía del apóstol Pedro) que me recomendó.
–¿Qué es lo más difícil de vivir en el exterior?
–Perderte el día a día con tus afectos y el temor de que le pase algo a un familiar y no estar. Esa es mi pesadilla recurrente.
TIPO DE FAMILIA. Madrid –"que ya es mi casa", reconoce– lo vio triunfar en su trabajo y también en el amor. Allí conoció, hace diez años, a la española Alexia Pita. "Es profesora de yoga, pero fue bailarina profesional y vivió en todos lados. Se retiró de la danza porque no quería mudarse más, me conoció a mí… ¡y volvió a la vida nómade!", revela el padre de Gael (5).
–¿Con la paternidad pensaste en echar raíces en algún lado?
–Nuestro lugar es Madrid. Ahí elegimos vivir porque es una ciudad del mundo donde, desde el primer día, te hacen sentir que es tuya.
–¿Cuándo viajás, tu familia te acompaña?
–Viajaron cuando me presenté en el Colón, y ahora estoy intentando convencer a mi mujer para que vengan a verme al Luna Park, aunque aún venimos negociándolo porque a fin de año nos vamos a las Islas Canarias, donde voy a coprotagonizar Sunset Boulevard con Paloma San Basilio en el Auditorio de Tenerife.
–El hombre que brilla sobre los escenarios del mundo, ¿le canta a su hijo para dormir?
–No porque le molesta. Ja, ja, ja. Es que tengo la voz muy fuerte, por eso cuando canto en casa me pide que me calle. Ahora está conectando con la música, pero por su cuenta, canta y baila en su habitación.
SUEÑA GRANDE. "El desarraigo es muy duro, y que esté cantando en los mejores teatros de Europa no tiene sentido si después no vengo a compartirlo con mi gente", confiesa Gerónimo y asegura que está "viviendo un sueño, porque cada vez estoy más cerca de lo que quiero ser".
–¿Qué deseás ser?
–Un tipo que se plante en el escenario y que cuente historias y cante himnos iluminando a la gente, no solo entreteniendo o distrayendo. Más que ganar un Grammy quiero inspirar con mi música.
–¿Y cómo te preparás para tu presentación en el Luna Park, para "compartir con tu gente" lo que hoy sos?
–¡Ando un poco asustado! Cuando canté en el Colón recién caí a los dos días… Sentir la energía de la sala llena en mi país fue muy gratificante y muy fuerte.
–Pregunta obligada, entonces, para cerrar: ¿Qué diferencias hay entre nuestro público y el europeo?
–Los españoles son más conventilleros, como nosotros. El inglés no interrumpe y recién te das cuenta si le gustó en el saludo final. Y el argentino, bueno, es pasional, quiere que dejes el alma en el escenario, pero te lo devuelve con creces… Y sí, por algo todos los artistas del mundo quieren tocar acá.
Por Maru Cociffi . Fotos Alejandro Carra
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