Para Albert Baró (23), el éxito es "cumplir mis ilusiones". Ser galán, "puro marketing". La fama, "circunstancia, un cartucho que se consume en un segundo". Y prefiere no hablar de ambiciones, sino de "desafíos". Y aquí, asegura estar "acomodándose" a las reglas de la popularidad. De eso también habló en la entrevista que mantuvo con GENTE para la portada de la última edición.
"¡A mí nunca me habían sacado fotos por la calle! (risas). Algo de mi privacidad sí ha cambiado. No sé si me adapté, pero lo he aceptado", dice. "Mis compañeros de trabajo (ATAV, eltrece) ya me habían contado cómo funciona todo por aquí: ´Mira que la prensa puede seguirte, meterse en tu vida personal y hacerte preguntas íntimas e incómodas´, me decían. Pero he estado bastante tranquilo. Es que me paso el ochenta por ciento de mis días trabajando", relata.
"No salgo durante la semana (NdR: Es obsesivo del estudio), excepto algún sábado con mi grupo de amigos (y compañeros de elenco): Mati (Matías Mayer, Gallo), Gastón (Cocchiarale, Lowenstein), Delfi (Delfina Chaves, Lucía) y Diego (Domínguez, Córdoba en la tira, también español), con quien me entiendo sólo con una mirada. Tal vez porque compartimos esa suerte de empezar como de cero. Ese es mi mejor plan".
Fue entonces que, desde hace algún tiempo, surgieron versiones de romance entre él y Chaves. "Son las reglas. Pero ante una pregunta, se contesta la verdad y ya", sostiene. "Delfi y yo tenemos tanta trama juntos y un perfil tan parecido respecto de la popularidad y el trabajo, que es imposible no conectar de inmediato. Puedo entender la pasión del argentino, la fantasía del público de prolongar lo que los enamora, mucho más allá de la pantalla", dice.
"Pero aprendí a darle la vuelta a eso", asegura Baró."Digo: ´¡Hostia, si la gente cree eso es porque lo que hacemos con Delfi resulta creíble: punto para nosotros!´. Hace poco hablábamos con Delfi sobre el boom de ATAV y el fanatismo que despierta. Y coincidimos en que cuanto más crece todo esto, más simples queremos ser. Por el hecho de seguir reconociéndonos a nosotros mismos".
Y respecto de si la fama realmente molesta, Albert dice: "No me gusta esa palabra. Siento que no me pertenece. Cuando alguien me pide una selfie o me gritan algo lindo desde algún colectivo, transito eso como ´un momento´. Luego llego a casa, me tiro en el sofá y pienso, no sé… en mi madre. La fama es un cartucho que se quema en un segundo. Algo tan efímero como circunstancial. Un apéndice del trabajo. Así la entiendo. Cuando ATAV termine, también terminará".
Por redacción Gente.
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