Adrián Kirzner Schwart nació el 25 de marzo de 1968 en Queens, New York. Pero sus primeros recuerdos son argentinos. Llegó a Villa Crespo a los dos años, para convertirse en "un bicho de calle, inquieto y observador que imitaba a Sandro".
Creció en un hogar liderado por Yahuda Kirzner Schwartz, un reconocido cantante lírico de la comunidad judía, y por Lilian Keller. Pero fue la abuela Polka (materna) "quien oficiara de mamá" y lograra una conexión profunda, "amorosa, profunda y cotidiana" con él y con sus tres hermanos: Jeffrey, Paul y Sabrina.
"Durante mis primeros años –de estudiante del Nº5 Bartolomé Mitre, donde aún debe dos materias de quinto año de secundaria– la actuación era sólo juego", dice Adrián. "Me pasa algo raro cuando miro hacia atrás: siempre me recuerdo como chico con cabeza de adulto, como con otra edad de la que tenía. Y sí, empecé a trabajar a los trece años, fui un ´grande prematuro´.", señala.
"Recién entonces nacieron mis fantasías, porque el sueño de ser comediante apareció cuando se consolidaba mi identidad profesional", asegura. "Después, la necesidad de sobrevivir y de autogestionarme, para no esperar más a ser llamado, peló aptitudes de productor. Y las fui descubriendo. Hoy, revisando estos veinticinco años, me digo: ´bien, pibe, superaste cualquier idea de futuro´".
¿Por qué la abuela Polka marcó su historia para siempre? "Tuve con ella una gran conexión que marcó de por vida", dice Suar. "Fue una abuela presente, cariñosa, de cercanía, de amor infinito e incondicional. Inolvidable, como su alegría permanente, su mirada que jamás pedía nada a cambio, sus besos, sus tartas. Porque cocinaba tan bien. Sus milanesas eran más ricas que cualquiera porque eran un mimo más. Como hasta su ayuda económica, porque siempre tenía unos billetes para darnos cuando los necesitábamos", cuenta.
"Claro que llamar con su nombre a mi productora fue un homenaje. No sé, a la hora de fundarla algo bajó. Desde entonces sentí que este camino estaba iluminado", relata. "Ella ofició como de médium para que use su nombre. Me acompañó…¡Y cómo me acompañó!".
Por redacción Gente.
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