China Suárez: "Me criaron para ser una mujer fuerte. Crecí rebelde y no negocio mi libertad"

En Argentina, tierra de amor y venganza (Pol-ka para eltrece) da vida a La Polaca, una inmigrante sometida por una red de trata. Un desafío que la enfrenta con su propia naturaleza, “luchadora y que sabe ir por su deseo”. Íntima, la figura de Multitalent cuenta cómo explora el feminismo. Habla sobre el modo con que barre ataques y prejuicios. La maternidad “muy estricta”. Los secretos para una familia ensamblada exitosa.

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“No quiero ser la más sexy, ni tener el culo parado que deseé alguna vez y solo para que me lo digan. Hoy quiero que piropeen mis convicciones, mi personalidad, el modo particular de serme fiel a mí misma”.
“No quiero ser la más sexy, ni tener el culo parado que deseé alguna vez y solo para que me lo digan. Hoy quiero que piropeen mis convicciones, mi personalidad, el modo particular de serme fiel a mí misma”.

Sumisión cero. Es por eso que en su trip a la década del treinta en busca de Raquel Zimmerman (La Polaca) debió dar lucha a su propia esencia. "Durante las pruebas de cámara, Adrián me retaba: '¡China, no enfrente´", cuenta.

De repente, María Eugenia Suárez Riveiro (27) es una campesina judía que al llegar a Buenos Aires trayendo a cuestas el dolor de la posguerra, el pesar por el avance del nacionalismo en Europa y una promesa de matrimonio, resulta víctima de la nefasta Zwi Migdal –histórica red de trata– y confinada a la explotación en un burdel. Con esa piel se viste en Argentina, tierra de amor y venganza (Pol-ka para eltrece). Piel tejida con desafíos, información de impacto y reflexión.

"Leía el guión y pensaba '¿Cómo es posible que aún no hayamos podido sanar tanto horror?'. Después de las 13.153 mujeres rescatadas en la última década, siguen existiendo antros de esclavitud sexual", suelta con indignación.

La charla deriva en Elisabeth Moss, y algunos halagos más tarde sobre su ductilidad actoral en Top of the lake (2013), la China habla de June, rol de la americana en Handmaid's tale (2017, Netflix) y el poder de su inspiración.

"Tomé su energía de su trayecto entre la rebeldía extrema y la resignación fatal. Esa entrega a su destino. Algo que, en algún momento, debe sucederles a las chicas esclavas. ¡Es tan desgarrador siquiera imaginarlo! El guión es toda una lección", dice.

Para interpretar a Raquel Zimmerman, la campesina judía que llega al país escapando del dolor de la posguerra y es esclavizada por la Zwi Migdal (la red de trata de los años 30’), Suárez recibió el coacheo de una profesora de polaco.
Para interpretar a Raquel Zimmerman, la campesina judía que llega al país escapando del dolor de la posguerra y es esclavizada por la Zwi Migdal (la red de trata de los años 30’), Suárez recibió el coacheo de una profesora de polaco.

–¿Margaret Atwood (autora del libro homónimo de 1985 –que inspiró la serie– y activista por los derechos humanos) encendió tu fibra feminista?

–Yo te diría: "Sí, soy feminista". Porque creo en la igualdad entre el hombre y la mujer. Pero en este último tiempo me di cuenta de que me falta información. Que el concepto es algo nuevo para mí. Estoy aprendiendo de las mujeres que van abriendo caminos. Me debo una charla con Carolina Aguirre (coautora de ATAV). Me gustan sus respuestas, sus defensas, su "soy feminista, abolicionista". Un partido en sí misma.

–¿Por qué no sos parte del Colectivo de Actrices?

–Me enteré de su existencia durante la exposición de Thelma Fardin, que me tuvo una semana angustiada. El debate que abrieron fue una sacudida para todos. Tal vez mi naturaleza "anti-confrontativa" me retrae. Tiendo a correrme del conflicto, de la discusión, del intento de convencer a otros. Pero las apoyo y las atiendo. Y de repente me sorprendo retando a mamá: "¡Ey, ése es un comentario machista!". Entonces piensa: "Tenés razón". Ella aprende de mí, como yo de mis hijas.

“¿Cuál es el precio de mi libertad? El juicio público. Por un tiempo me fui de las redes sociales, hasta que entendí que ser hater es oficio. En líneas generales la felicidad ajena jode bastante, como las parejas fuertes o las familias bien constituidas”.
“¿Cuál es el precio de mi libertad? El juicio público. Por un tiempo me fui de las redes sociales, hasta que entendí que ser hater es oficio. En líneas generales la felicidad ajena jode bastante, como las parejas fuertes o las familias bien constituidas”.

–Eso es evolución…

–¡Re! Rufina (Cabré Suárez, 6), que tiene una libertad que me vuelve loca, naturaliza todo eso de lo que nosotros ni hablábamos, tal vez por creer que estaba mal. Los niños vienen con otro chip; por eso es tan importante escucharlos con atención. Ama a mi amigo gay. Un día me dijo: "Má, él quiere ser princesa, ¿no? ¡Me encanta!". Cada vez que viene a casa lo peina, le pinta las uñas… Hace poco escuchábamos juntas el testimonio de Walter "La Queen" (la cantante trans de trap de Fuerte Apache), y otro día, después de su pregunta de "¿por qué Mirko (hijo de Marley) no tiene mamá?", charlamos de las familias monoparentales. ¿Cuestionamientos? Nada. Todo lo transita con naturalidad, con sabiduría. Es fabuloso no tener que detenerse en las tantas explicaciones que necesitábamos nosotros. ¡Pensar que durante años sufrí el estigma de ser hija de padres separados, por no tener la familia que todos decían que debía tener…!

–Volviendo a Raquel, y a ese lugar que de tanta opresión se vuelve resignación y, por supuesto, a otra escala… ¿Lo pisaste alguna vez?

–La única etapa de sumisión en mi vida fue la del colegio. Ya trabajaba en televisión y empezaba a sufrir el bullying de la exposición. Padecí atrocidades. Crueldades, desprecios y cartas con amenzas en mi banco. Y, te juro, deseaba entrar al aula con una bolsa de papel en la cabeza. Me veía simulando algo que no era, sólo para que no pareciese que me la creía. Escondía mi carácter. No podía poner en palabras que no venía a quitarle popularidad a ninguna de mis compañeras. El colegio católico al que iba no sólo no me atendía, sino que tampoco me cuidaba. Llegaba a casa llorando, y mamá lloraba porque no me reconocía.

En el barco del villano Torcuato Ferreya (Benjamín Vicuña) conocerá a Aldo Moretti (Gonzalo Heredia), de quien se enamorará, esperando ser rescatada. Mientras, dará lucha en ese infierno. Una de las parejas protagónicas de Argentina, tierra de amor y venganza, la superproducción de Pol-ka, que debutó el pasado lunes 11 a las 22 horas por la pantalla de eltrece.
En el barco del villano Torcuato Ferreya (Benjamín Vicuña) conocerá a Aldo Moretti (Gonzalo Heredia), de quien se enamorará, esperando ser rescatada. Mientras, dará lucha en ese infierno. Una de las parejas protagónicas de Argentina, tierra de amor y venganza, la superproducción de Pol-ka, que debutó el pasado lunes 11 a las 22 horas por la pantalla de eltrece.

–¿A quién no veía?

–A la luchadora, porque se me ha exigido siempre como a una mujer, cuando en realidad era una nena. Soy de ir por lo que quiero, por lo que me gusta. Rebelde con fundamento claro. Y, por suerte, he tenido padres que no me detuvieron. Papá (Guillermo Suárez, fallecido en 2010) apoyaba mucho mi rebeldía. Me crió para que sea una mujer fuerte e independiente. Me bancaron siempre. De hecho, me permitieron actuar desde los once años, porque me vieron apasionada, convencida… (hace una pausa). Mirá de qué me acuerdo: sufro de migraña desde muy chica, por lo que siempre me sometieron a diversos estudios. Y una vez, buscando respuestas, la pediatra les reprochó: "Por empezar, que deje de trabajar". Mamá (Marcela Riveiro Mitsumori) se angustió. Le explicó que trabajar era decisión mía, que no había obligación. Tuvieron mucho respecto por mis elecciones. Sale muy caro ser uno mismo.

–¿Cuál es el precio de tu libertad?

–El juicio público. Durante un tiempo me fui de las redes sociales, por ejemplo. Hasta que entendí que el insulto no era personal. Que ser "hater" es oficio. Pero, en general, la felicidad ajena jode bastante, como las parejas fuertes o las familias bien constituidas.

“A veces cuesta asumir mi libertad. Benja es muy de la familia pegoteada en el sofá. Y por ahí no entiende mi necesidad de espacio. Al principio creyó que yo era fóbica. Pero no. Amo mis momentos de soledad”.
“A veces cuesta asumir mi libertad. Benja es muy de la familia pegoteada en el sofá. Y por ahí no entiende mi necesidad de espacio. Al principio creyó que yo era fóbica. Pero no. Amo mis momentos de soledad”.

–Muchas críticas apuntan, o así lo hicieron en su momento, al hecho de que tus dos últimas parejas comenzaron con escándalo de fondo por parte de las ex de tus hombres (Eugenia Tobal –43– y Carolina "Pampita" Ardohain –41–).

–Reconozco que tal vez no supe manejarme públicamente (N.d.R: Habla de sus declaraciones tras el descargo de Tobal luego de su separación de Cabré). Con Nicolás yo era más chica. Y, por ahí, en algunas declaraciones mediáticas fui un poco soberbia. Hoy no hablaría de ese modo. El episodio del inicio de mi relación con Benjamín (Vicuña, 40) fue muy distinto, y estuve muy enojada (N.d.R: Tema "motor-home, palta y manta de Nepal"). Se había instalado una gran mentira. Fue todo muy violento, muy injusto, y voy a sostenerlo por el resto de mi vida.

–¿Cómo vivieron ese tránsito en la intimidad de la pareja?

–Fue la prueba más grande para nosotros. Benja y yo nos dijimos: "¡Qué loco! El amor que debemos tenernos… Qué fuerte. Qué seguridad la de querer estar juntos". En lo particular debí trabajar el límite entre lo público y lo personal. Lograr que la angustia por todo lo que se decía no llegase a casa: ésa fue la tarea más difícil. Benja me ayudó mucho. Me decía: "Ey, China. Mira lo que logramos, lo que formamos, lo que tenemos". Ensamblamos una familia en contra de cualquier prejuicio, acá y en Chile. Hoy abrazo a mis hijas y a los hijos de Benja, a quienes amo, y pienso: "¡¿Qué puede ganarle a todo esto?!".

–Hablando de ese trabajo tan personal, ¿tu terapeuta sigue retándote por ser tan dura con vos misma?

–(Se ríe) Soy demasiado autocrítica, sí. Pero es un buen camino a la superación. A ver… ¡Me quiero! Y no es soberbia… Me valoro. Me permito equivocarme, porque es necesario, porque estoy creciendo. Y eso es parte de la educación de mis viejos. Siempre fui tan querida en casa que me enseñaron lo que valgo y lo que merezco.

“Me gusta el caos, el movimiento. Cargar a mis hijas (Rufina y Magnolia) en un avión y recorrer el mundo con ellas”, dice la China. La mayor disfruta visitando estudios y escenarios.
“Me gusta el caos, el movimiento. Cargar a mis hijas (Rufina y Magnolia) en un avión y recorrer el mundo con ellas”, dice la China. La mayor disfruta visitando estudios y escenarios.

–Alguna vez dijiste que por lo único que te dejarías de lado es por tus hijas…

–¡No! Tengo una niñera a la que adoro, pero hay cosas que elijo hacerlas yo: bañar a mis nenas, cocinarles y darles de comer. Mamá, que dejó su carrera (diseño de interiores) para criarnos a mi hermano y a mí, cada tanto me decía: "Euge, nunca te postergues por nada, ni por un hombre". Cuando una decide ser mamá, asume una responsabilidad, pero nada, ni la profesión, termina ahí. La maternidad siempre es compatible. Y eso es algo que voy a inculcarles a Rufina y a Magnolia (Vicuña Suárez, 1).

–¿Cuáles son los principales ejes en su educación?

–Soy muy estricta con el "buen día", el "gracias" y el "por favor", pero no las obligo a saludar con besos a nadie, y menos a quienes no conocen. No me gusta. Y otro aspecto es atender a los demás. El otro día caminábamos por Nueva York y nos cruzamos con un homeless. Rufi me dijo: "Tal vez no tenga nada para comer… ¿Le compramos algo como hacemos en Argentina?". Y ésa es una gran lección de mi viejo. Era un tipo al que nunca le sobró la plata, pero salir con él era volver sin un mango, porque ayudaba a todo el que se nos acercaba. Tenía un pensamiento comunista, igualitario (piensa)… ¿Sabés? Vivíamos con lo justo y necesario, y muchas veces con nada. Pero él (que trabajó en un concesionario y luego abrió una agencia de seguridad) rechazaba los puestos altos que le ofrecían. Decía que prefería tener menos plata pero más tiempo con sus hijos.

–¿Resulta muy desafiante la tarea de educar en una familia ensamblada?

–¡A Benja le cuestan los límites! Pero me banca. Si me ve llorando porque Rufi –con quien soy muy estricta– no hace caso, me contiene con sus consejos. Y yo a él. Ése es el límite con los hijos de cada uno. Mantenemos la línea de "cada casa con sus reglas". Tengo la suerte de que los hijos de Benja son los más buenos del mundo, cariñosos, sensibles… Los amo, real. Es facilísima la convivencia. Tengo una relación muy linda con ellos (Bautista, 11; Beltrán, 6; y Benicio, 4, Vicuña). Me enseñan mucho. A pesar de que, por lo general, los mayores –que son los que más recuerdos tienen– suelen ser más reacios al ensamble, Bauti y yo tenemos un vínculo especial. Por ahí había cosas de él que al principio Benja no entendía, y yo le decía: "No llora por eso, en realidad le pasa esto". Tal vez hay algo de identificación por ser tan piscianos los dos.

“La infidelidad es algo más que hablado con Benja. Yo veo bajo el agua. Soy cada vez menos celosa y sólo controlo mi vida. Pero en el instante en que mire para otro lado, yo ya habré sabido todo”
“La infidelidad es algo más que hablado con Benja. Yo veo bajo el agua. Soy cada vez menos celosa y sólo controlo mi vida. Pero en el instante en que mire para otro lado, yo ya habré sabido todo”

–¿Mejoró el vínculo con Carolina (Ardohain)?

–No tenemos.

–¿Cuál es la clave para una buena relación con un ex?

–Acordar que lo único importante es la felicidad del hijo en común. Así es como funciona con Nicolás (Cabré). Él y yo no somos amigos. No soy tan moderna como para juntarnos todos a comer y charlar de la vida. Pero estamos muy en sintonía si se trata del bienestar de Rufi. Y lo hacemos bien, porque es una nena muy feliz.

–¿Tenés trato con Laura Fernández?

–Todavía no conocí a Laura, pero sé que quiere mucho a mi hija, y eso me deja tranquila. La cuida, y se lo agradezco. Lo mejor que puede pasarme es verla volver a casa con una sonrisa.

–¿Cuánto te costó el amor de Benjamín?

–Un par de rounds con los prejuicios. Porque, honestamente, los tenía. Benja es un bandido. Muy pícaro. Sumamente seductor. Y no es adrede. Es dulce, caballero, y así seduce a mujeres, a hombres y a perros… Eso también me enamoró.

–Tu "también" propone rol de ítems…

–(Piensa) Qué me enamora de Benja… Lo padre que es. Siendo madre, no podría estar con un hombre que no tuviese a sus hijos como prioridad. Me enamora su temple: su dulzura, su educación, tan reales, sin posturas. Me enamora cómo se para ante la vida. La complicidad para la risa… Tuve novios que se enojaban por mis chistes guarros. "Basta, no digas eso delante de la gente; queda mal". Ey, pará, es mi humor… ¿No te había enamorado eso? Benja y yo no dejamos de reírnos. Me enamora que se ría de mi cero diplomacia y yo me ría de su extremo formalismo. Como un acuerdo tácito de nuestras personalidades. Me enamora el deseo que tiene de seguir teniendo hijos. Y cómo ama a su mamá. Alguna vez alguien me dijo: "Antes de querer a un hombre prestá atención a cómo trata a su mamá". Y él la adora con su vida, y eso me encanta. Tenemos una relación como romántica. Puedo pasar horas mirándolo con asombro mientras pienso: "Acá lo tenés, es todo lo que querías". Demolió mi escepticismo.

“Yo te diría: ‘Sí, soy feminista”’. Porque creo en la igualdad entre el hombre y la mujer. Pero en este último tiempo me di cuenta de que me falta información”.
“Yo te diría: ‘Sí, soy feminista”’. Porque creo en la igualdad entre el hombre y la mujer. Pero en este último tiempo me di cuenta de que me falta información”.

–¿Escepticismo?

–Sí. Nunca creí que tendría una relación por más de un año. Estaba convencida de que no servía para la vida en pareja. Y encontré a alguien que cede mucho por mí. Mucho más que lo que yo pudiera. Estoy demasiado plantada en lo que quiero. Y ahí sí que soy muy egoísta. Tal vez por tener que preservarme en este medio desde muy chica. Los dos sabemos que no voy a postergarme por nadie más que por mis hijas.

–Pero no todo es lo que se publica en Instagram… (bromeo). Hablemos de algún conflicto recurrente…

–A veces le cuesta asumir mi libertad. Él es muy de la familia pegoteada en el sofá. Y por ahí no entiende mi necesidad de espacio. Al principio creyó que yo era fóbica. Pero no, amo mis momentos de soledad. Y si estoy en casa, Benja quiere estar encima (risas). Entonces me encierro, me tiro en un rincón a mirar un árbol por horas, o a ordenar un placard, sin querer que me hablen. Pero no llegamos al conflicto. Porque el conflicto me da fiaca y en las peleas se va mucha energía. Si el otro está de mal humor, nos hacemos lugar. No nos quemamos con esa cosa psicótica del "decime qué pasa", "algo tenés", "decilo ya". Una vez Gabriel Rolón, en tiempos en que era mi terapeuta, me dijo que en esos momentos lo mejor es mirarse y preguntarse: "A ver, ¿vamos a separarnos por esto?". Es una buena práctica. Se redimensiona enseguida. Y en esta instancia en que nos conocemos tanto, Benja y yo sabemos que no queremos salir corriendo.

–Quedé pensando en tu definición de "bandido y pícaro" cuando te referiste a tu hombre, lo que te costó desarticular varios prejuicios ¿Qué concepto tenés de la infidelidad?

–Es algo más que hablado con Benja (levanta la mano). Soy pisciana y veo bajo el agua. Soy cada vez menos celosa. Y sólo soy controladora con mi vida. No voy a revisarle el celular. No voy a seguirlo, ni a controlar sus amistades. En el instante en que mire para otro lado, yo ya habré sabido todo. Soy monógama. La infidelidad no va de la mano del amor. Y si estoy enamorada, no deseo a otro hombre. Él sabe que lo viviría como una gran traición. No podría perdonarlo.

Por redacción Gente.
Fotos: Christian Beliera y gentileza Pol-ka.
Diseño: Gustavo Ramírez.

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