Qué costó más: convencer a Paula Chaves (34) de volver al teatro (en Locos por Luisa) o a Pedro Alfonso (39) de participar en esta producción?
Pedro: ¡Claramente a Pedro! "Fobia" es demasiado… Ponele timidez extrema. Nunca me sentí cómodo haciendo fotos. Padecía algo similar en el Bailando (ShowMatch, eltrece). Me daba más vergüenza hacer la pasada de piso de la coreografía –donde no hay más de quince personas– que bailar frente a las cámaras. Pero hacer fotos con Pau me divierte… Bah, en realidad, como hacer cualquier cosa con ella. Te pone mil caras y poses raras por segundo. Si yo escucho un "¡bien Pedro!" me quedo en esa posición para el resto del shooting. Finalmente lo disfruto, sobre todo si se trata de GENTE, una revista a la que le estoy muy agradecido, por la compañía y el respeto de siempre.
Paula: Yo le propuse a Pepe volver a trabajar juntos. Estábamos almorzando y, así muy casual, le pregunte: "Che, ¿qué onda el teatro este año?". Me conoce tanto que levantó la mirada y me dijo: "¿Por qué? ¿Te interesa?" (risas). Y me embaló con sus ganas. Todos los años me invitaba. Pero yo sentía que debía quedarme con mis hijos. Era redondo: lo acompañábamos a él y los tenía 24×7. Esta vez, sin programa diario, tuve tiempo y ganas de probar este regreso. Y ver a Oli (5) y a Balta (2) tan fanáticos del teatro, tan adaptados a esta vida, hace más fácil cualquier decisión. En casa, de 18:30 a 20 se baila. Ponemos música y nos movemos los cuatro como locos. Oli hace dos pasos y hasta se agacha para saludar al imaginario público. Está convencida de que este año actuará con nosotros. Hace poco le regalé un vestido de lentejuelas rosas y ya me dijo que va a colgarlo en el camarín al lado del mío, para usarlo en el saludo final. Naturalizaron este juego y ése es un gran plus para mí.
–¿Quién negocia mejor un contrato?
Pedro: A mí me pone muy nervioso hablar de plata. Paula la tiene más clara en ese sentido: me ayuda a saber qué pedir contractualmente, como yo a ella a elegir artísticamente. Ella me eleva, me obliga a creérmela. Pero a mí me gusta ir así, lento, sin retuitear elogios, porque quiero seguir en este camino.
Paula: ¡Yo, obvio! A Pedro le baja la presión. Soy su coach, su fan, su reidora y su manager, como la Wanda lo es de Icardi (risas). Administro bien, estoy atenta a su contabilidad, reviso sus contratos, y muchas veces le cierro caché (como el de la película Cantantes en guerra). Además de organizarle la agenda, claro. Todo comenzó por una manía de mi marido: como nunca responde el WhatsApp, todos me escriben a mí. Pero finalmente todo proyecto, de uno o de otro, se charla y consensúa en casa.
–¿Cuáles son los divismos que constan en las cláusulas?
Pedro: Antes de salir a jugar al fútbol tardo demasiado eligiendo la camiseta, el pantaloncito, el buzo… ¡Ahí me siento un divo! (risas). Después, en mi camarín me gusta sentirme anfitrión, que sea el camarín del pueblo: si hay partido, por ejemplo, quiero la tele bien grande, para que vengan todos a verlo.
Paula: ¡A Pedro no puede faltarle el fernet! Yo lo único que pido es un camarín con baño privado, porque soy muy asquerosita con eso. Además, quiero tener la posibilidad de ambientarlo como me gusta: muchas velas y perfumes.
–Pedro creando: manías y otras infumabilidades.
Pedro: Entro en una dimensión paralela, como cuando inventamos juegos con mis hijos. Hace poco hicimos una refacción en la galería y le pedí a Pau que no tirase caños ni maderas: soy muy cartonero. Pasamos horas haciendo construcciones, pistas, casitas, o jugando con un trencito de madera que les compré. Todo el tiempo les inculco esa magia de crear. En casa se restringe el uso del celular y el i-Pad. Evitamos que los chicos se obsesionen con esas cosas.
Paula: Cuando Pedro se pone creativo, lo perdemos. Se abstrae de la vida. Por ahí lo ves sentado mirando un punto fijo. Te dice: "Dejame, déjame… Estoy pensando". ¡Puede estar en una comida con cincuenta personas y no les habla! Hace anotaciones en papelitos sueltos con la letra chiquiiitita, como la de un nene de ocho años. De repente paso como topadora queriendo tirar todo y me grita: "¡No, no, no…! ¡Son los libretos!". Le regalé miles de cuadernos, pero sigue prefiriendo papelitos sueltos. Además de su problemita de atención, claro. Antes de que llegue a casa tengo que preparar un solo tópico para desarrollar, porque todo es cuestión de minutos.
Por redacción Gente.
Fotos: Christian Beliera.
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