¿Cuántas veces moriste de amor?
–Cien mil. Y podría morirme otros miles de veces más en cualquier momento. Porque cuando siento esa locura en las entrañas, me entrego sin medir consecuencias. Quienes somos así sabemos muy bien hacia dónde mirar en el amor, en el trabajo, en los afectos. Es indefectible: cuando me apasiono, voy a fondo.
Lo único que Griselda Siciliani (40) deja a medias en su vida es el café con leche. El que pidió para compartir esta charla, los dos durante el shooting y cualquiera de los otros. En fin, cierto capricho del inconsciente que se cuela, así al pasar, mientras hablamos de amor. "El que muchas veces me llevó a terapia", admite. El mismo que a lo largo de los años le ha enseñado a "conocerme y a no castigarme más al escucharme decir: '¡¿Cómo podés caer otra vez en esta situación?!'. Y, sí… Suelo repetir algunos patrones", suelta con graciosa resignación. "Pero, en general, me tocó una vida alegre, con mucha aventura".
–Después de algo más de dos años: ¿la soltería es una cuestión ideológica?
–Es una elección. Hoy elijo no buscar a nadie. Aunque las solteras nunca estamos tan solas. Siempre hay hombres lindos, divinos e interesantes por ahí. Pero en mi caso, ninguno de los que van apareciendo me convence demasiado. Hasta ahora nadie me hizo creer eso de "es para mí" o "juntos nos sumamos algo". No tengo necesidad de encontrar novio.
–¿No extrañás el amor?
–¡Para nada! No extraño la vida cotidiana en pareja ni los clichés del amor. ¿Será que de tanto en tanto me "encanto" un toque, y eso se disfruta mucho más allá de que dure dos horas o tres días? Mis amigas y yo tenemos una frase para eso: "Y… Si no me enamoro aunque sea un poquito, me aburro".
–¿Qué fue lo último que te "encantó un poquito"?
–(Sus ojos ninimarshalescos se anticipan) ¡Una sonrisa! Conocí a un señor con la sonrisa más linda del mundo. La tengo grabada
Propuestas vía WhatsApp, "alguna que otra" (abusando de la modestia). Política personal: no acepta solicitudes en redes (sólo maneja Instagram y Twitter). ¿Tinder?: "Ni soñando". Griselda es "más vintage" para el levante. "No me interesan la virtualidad ni los totalmente desconocidos: no soy buscadora de vínculos".
–¿El ambiente artístico resulta más propicio para las pasiones?
–¡Súper! Este (el ámbito artístico) es un mundo tan creativo y vulnerable que eso nos hace mucho más permeables. Trabajamos con emociones, con una gran energía lúdica y eso, creo, te pone más perceptivo.
–Dante Spinetta, Abel Pintos, Esteban Lamothe y hasta Fito Páez son algunos de los nombres que, según versiones, podrían haber aparecido por ahí…
–¡Es porque estoy soltera! Y entonces es menos grave tirar cualquiera. Hablar de los solteros siempre es más barato. Algunos rumores tendrán algo de cierto, otros no. Pero en definitiva, ¿estoy con alguien? Otra vez el machismo señalando a las solteras: "¡Con éste o con el otro, pero con alguno tiene que estar!". Como si no tuviésemos permitido vernos con varios a la vez… Hay en el imaginario colectivo cierta necesidad de control: si no estás en pareja, estás en casa tejiendo. Los medios te demandan "la verdad" sobre tu intimidad. Podría revelar qué hago en familia o con amigos… Pero, ¿en serio debo hablar de lo que pasa en mi cuarto o cuando salgo? Sería una locura, o yo otro tipo de persona. Detesto esa cosa policíaca de la confesión.
–¿Cómo se te "apasiona"?
–No hay parámetros. Jamás funcioné con prototipos. Soy demasiado ecléctica para el levante, pero tengo una sola debilidad, y es infalible: el humor, que no es más que inteligencia. Una primera charla sin risas, sin ironías, sin juego, se me vuelve irremontable. Le escapo cada vez más a la gente solemne y rebuscada.
–¿Tanto como a la convivencia? Leí por ahí que ya le presentaste tu renuncia.
–Yo, Griselda Siciliani, a casi nada digo "nunca más". Tengo determinaciones muy firmes para conceptos macro, pero para el resto de las cosas puedo cambiar de idea esta misma noche. Sí te firmo que cualquier rutina atenta –y no digo "destruye", sino "atenta"– contra la pasión, en cualquier ámbito. Y hay que saber tanto alimentarla como decirle "hasta acá". Hoy no me imagino conviviendo con un hombre, no sólo porque le perdí el gusto, también porque soy mamá, y ya no sería una decisión rápida de tomar.
–Siempre fuiste gran amiga de la soledad.
–La amo. Aun estando en pareja. Me gustan los tiempos conmigo y, cuando pintan, sé aprovecharlos bien.
–¿Como tus paseos "terapéuticos" en auto, sin rumbo y con rock nacional al palo?
–¡Sí! Son como citas conmigo misma: me hablo, me contesto, lloro, reflexiono. La impunidad de ese momento es genial. ¡Ahora sumé otro! Lo llamo "salir a cansar el animal". De repente me pongo lo que encuentro y me voy a caminar como loca mala. Ando y ando, a veces durante un par de horas. Y entro a casa como un león que regresa liviano. Me baja la neurosis y los problemas pesan menos.
–¿En esos momentos el porno, un género del que dijiste ser consumidora, es de la partida?
–(Risas) ¡Me arrepentí tanto de haberlo dicho! (durante una participación en PH, Telefe). Me deprimió el rebote. Ultimamente me está costando entregar titulares. Porque un comentario con cierta picardía se convierte en una noticia viral, una "fuerte declaración", y me sentí una boluda. "¡A Siciliani le gusta la pornografía!"… ¿Y a quien escribió ese título no? ¡Atrasan tanto ese tipo de miradas!
–Hablando de "escapes", ¿cuántas millas acumulaste en los últimos meses?
–Este año necesité y me animé a hacer viajes cortos. Hoy me quedo tan tranquila dejando a Margui (Margarita, 6) con Adri (Suar, "el mejor papá del mundo, cariñoso y ultrapresente", con quien mantiene tenencia compartida al cien por ciento), superé la fiaca de organizar tanto traslado por poco tiempo y descubrí que una escapada de setenta y dos horas también vale la pena. Así me fui a Madrid con Muriel (Santa Ana)… ¡Ay, es tan buena compañera de viaje y de risas…! Nos metimos en todos los tablaos. ¡Flamenqueamos tanto…!
–¡Y "dragqueeneaste" tanto…! Al menos en Nueva York. ¿Cómo llegaste a la fiesta de RuPaul (DradQueen, actor, cantante y presentador estadounidense, al frente de RuPaul's Drag Race, ciclo que le valió el Primetime Emmy 2016)?
–(Se ríe) Acompañé a Pablito (García), mi amigo desde hace veinte años. El, en su rol Drag es La Tango, una cantante deliciosa. Además de recorrer locales de postizos, ropa y maquillajes que necesitaba, fuimos invitados a la segunda edición del RuPaul's DragCon (bajo el lema El descaro de ser uno mismo, se convirtió en la gran convención que celebra el arte Drag –transformismo– y la cultura Queer). Y no íbamos a ir así nomás… ¡Entonces, yo también me monté completa! Salí con peluca larga, pestañas por acá (se señala), botas altas y todos los brillos. ¡Imaginate que para llamar la atención en Nueva York…! Participamos de la apertura del festival (en el Javit Center) y recorrimos varios teatritos por toda la isla. ¡Fue alucinante!
Un mordisco en su tostado marca la pausa. "Amo comer: es uno de mis planes favoritos", confiesa. "Cuando tengo que trabajar soy la más disciplinada en pos de lo que necesite un personaje. Porque para mí, la estética siempre fue funcional al trabajo: si debo estar flaca por guión, es automático. No hay sacrificios. Pero cuando paro, puedo engordar seis o siete kilos con total tranquilidad. Por ahí me doy cuenta cuando mis amigos me dicen: 'Ey, Gri… Te fuiste al carajo' (risas). Tengo cierto goce con eso de entregarme al descontrol", cuenta quien en "momentos caseros de ansiedad" puede ser capaz de vaciar en su boca un tubo entero de crema en aerosol.
"Pero tengo la habilidad de disfrutar de mi cuerpo con otras formas, con otro pesoComo no soy una mina de manada, de modas, imposiciones y todo eso que te achica la vida, siempre voy por ahí con la misma seguridad. Para mí, la culpa es un fantasma: a veces asusta, pero no existe. Convencida, soy indomable".
Con la tripa de siempre, su seguridad tan distintiva y una versatilidad que invita a redescubrirla. Así regresa Griselda a una televisión "a la que estuve muy ajena" –como dice– y que suele resultar "tan autorreferencial y tantas veces violenta como espejo social"–, al frente de "una joya".
Así es como describe a Morir de amor (Telefe), un proyecto al que le encontró un atractivo aun mayor –para no decir determinante– a la "piel oscura" inédita en su carrera, al planteo de guión "como la temática universal de la muerte cercana", o el exquisito ensamble de equipos televisivos y cinematográficos. "¡Está dirigido por una mujer!" (Anahí Berneri). Siciliani le entregó a Helena Karsten hasta su propio look, "el rubio decolorado e intencional de las gélidas musas de Hitchcock".
Se trata de una abogada de prepaga encargada de aprobar tratamientos médicos a pacientes terminales que descubre que, ahora, la enferma es ella. "Una heroína diferente, a priori muy trash, muy cruda, políticamente incorrecta, hosca e imperturbable", define. Quien se cruzará con Juan Deseado Molina (Esteban Bigliardi), asesino que conquista y mata a mujeres con su misma suerte.
–Después de tanta comedia, ¿cuánto te costó parir a Helena?
–Sacudirme la angustia al llegar a casa. Mi formación tiene que ver con poner el cuerpo, y toda mi historia artística con estar al límite, con las vísceras al aire… ¡Como en el amor! (dispara con gracia sobre el inicio de nuestra charla). Después de algunas jornadas, entraba a casa con un nudo en el estómago, preguntándome: "¿Por qué estoy tan triste?" Y es que el físico, las emociones, la cabeza misma, transitan esos sitios de dolor. Por ahí había pasado horas grabando mi punción en un quirófano, entre sangre, gritos, enfermeras y pacientes reales deambulando por los pasillos. ¡O pelando un conejo real! (escena del tercer capítulo). Todos tenemos un lugar oscuro a donde bucear. Meterse un poco en esa mierda es un gran ejercicio. Porque podés experimentar lo más sórdido y nefasto sin ningún tipo de culpa ni riesgo personal.
–¿Durante esa construcción fantaseaste sobre qué harías con tu tiempo de descuento?
–(Se toca la lola izquierda) Claro que pensé mucho en eso. Tuve varias charlas con personas diagnosticadas, algunas de ellas terminales, y todo lo que escuchás es tan personal, tan de la circunstancias… Pasé cuatro meses (tiempo del rodaje) dándole vueltas a ese pensamiento. Por suerte pude actuarlo, un gran beneficio de esta profesión.
–Tu propia vara va quedando más alta. ¿Sólo restaría tildar un buen big show en tu CV?
–La conducción me divierte tanto como ir a la AFIP. Ni me interesa ni me veo talento para eso. Como apasionada por los cambios de piel, siento que los conductores están demasiado expuestos, no dejan de ser ellos, sus emociones, sus reacciones y sus pensamientos. Para mí, una tarea imposible.
–¿Tanto como protagonizar la miniserie sobre la vida de Susana?
–¡No tanto! (se ríe). Como susanista, espectadora y seguramente futura fanática de esa serie, no podría verme en ese rol. Ni a mí, ni a ninguna colega conocida. A Susana la tenemos tan presente, tan vigente, que sumarle a su imagen otra personalidad le haría perder chiste al relato. La idea es "ver" a Susana en ese rol, y eso sería posible con una cara que no se asocie a nada. Y alguien de entre veinte y veinticinco años, porque lo bueno está en contar la niñez, esa primera juventud de Su que no conocemos tanto.
–¿Vas camino a ser una diva?
–¡Jamás lo seré! Porque me falta "el" ingrediente: la magia. Sólo soy una artista entregada a un escenario que la sigue ilusionando. Tal vez con buenas críticas, mucho cariño de mis colegas y grandes oportunidades.
–¿Cómo sigue la vida después de Morir de amor?
–¡Ay! Estoy viviendo un momento esperadísimo: el de parar y estar creativamente ociosa. Leo mucho y escribo de a ratos, con Carlitos (Casella), lo que será mi próximo espectáculo. Una puesta muy física, coreográfica, humorística y musical. Ya empezamos la etapa de investigación, para enfocar una temática y el armado de un equipo autoral más amplio. Muero de ganas de volver al escenario con algo propio, con lo que siento y soy, sin medir resultados: ésa es mi particularidad, lo que me define. Necesito bajar a mis bases, a mi raíz, a mi familia artística, a mi expresión más cruda y con la gente con la que inicié este camino. Siempre es como volver a casa, a mi refugio creativo, a mi zona de alegría. Una costumbre que no dejo jamás.
–¿Cierta manera de ir calibrando el ego?
–Por el contrario. Sobre esos escenarios es cuando lo tengo a tope. Amo mi ego: es un gran amigo al que muchas veces le pido una mano para salir de casa, para ocupar ciertos lugares, para pelear por lo que me corresponde o para sentarme a negociar un laburo. Y aunque hay que tenerlo un poco a tiro, el ego es muy hermoso. No merece tanto respeto.
Por Sebastián Soldano
Fotos: gentileza de Santiago Albanell y Telefe.
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