Fito Páez habla de amor, al que tanto le ha escrito y cantado. Es tiempo de que sus amores, entonces, hablen de él y del recital, como testigos directos, entre 2.804 espectadores, de la potente noche en el Carnegie Hall. Arranca Margarita (14): "Los últimos días andaba medio nervioso. Presentarse acá era importante para papá. Lo esperaba desde hacía tiempo. ¡Desbordaba felicidad! Fue el mejor concierto que le vi en mi vida". Continúa el hijo, Martín (20): "Varias veces llevé a amigos a shows de papá y se emocionaban. Bueno, al verlo en el Carnegie el que se emocionó fui yo. Impactante, inolvidable". Continúa María Eugenia Martínez Kolodziej (28), su mujer, actriz: "Me perdí la intro de Mariposa y Buenos Aires rufián. No me dejaban pasar, porque me faltaba el ticket físico. Medio llorando entré a la sala, le escuché Cadáver exquisito y la angustia se me borró. Me encantó…"
–Si debiésemos resumir en dos palabras la consagratoria noche, por lo que se generó sobre el escenario y en la sala, bien podríamos acudir a los términos "música" y "amor" en el mayor de los sentidos: desde sus seguidores de ahora y de siempre y sus amigos de su provincia, hasta su banda, sus hijos y su pareja. ¿Coincide?
–Seguro. El Carnegie explotaba de música y amor. Yo soy un hombre afortunado: vivo rodeado de amor. Y no me refiero sólo al amor de pareja. El amor ha sido mi motor. Apareció cuando conocí sin buscarlo a Fabi (Cantilo), a Cecilia, a Romina (Richi), a Euge… Y apareció con la llegada de mis hijos, Martín y Margarita. Que crezcan felices y libres, de ser posible en mi país, es lo que hoy más me interesa.
–Desde escena hubo dedicatorias a sus hijos y a su actual mujer. ¿Qué lugar ocupan en su mundo?
–Todo. Por suerte, aunque tienen sus agarradas, se quieren, juegan y se divierten juntos.
–En Tu vida, mi vida, el tema del disco La ciudad liberada sobre Eugenia (tema candidato a dos Grammy el próximo mes), escribió: "Hoy sin ella yo no vería el sol"… ¿De qué lo salvó?
–¡Euge llegó cuando yo vivía la crisis de los 40 a los 50! (risas). Andaba medio perdido, no me reconocía en el espejo, sufría una crisis de identidad. Bueno, con su luz me iluminó. Hace cuatro años que nos complementamos, reímos y disfrutamos del otro. Podemos dormir en un hotel cinco estrellas o en un sucucho, y nada nos cambia. Quizá la diferencia de edad sea nuestro secreto. Aparte –fundamental– se lleva bárbaro con Cecilia y Romina, las madres de mis hijos.
–¿Cuál es la clave para llevarse tan bien con la mayoría de sus ex? Medio país separado pretende la fórmula del éxito de la familia ensamblada de los Páez.
–El respeto y el afecto entre todos da resultado. Una vez, incluso, cuando yo estaba en pareja con Romina, nos fuimos todos a Córdoba para que los chicos compartieran vacaciones familiares con madres y padres. Un lío concretarlas, pero lo logramos.
–¿Le suena la palabra "poliamor"? Se acaba de poner de moda.
–No tanto. Hace un par de semanas que andamos rodando… Me imagino por dónde viene. Bueno, el amor tiene varias acepciones: hay relaciones abiertas, cerradas, aburridas, entretenidas… En lo personal, entiendo que todo dura muy poquito. No existen las fórmulas y hay que gozar la vida y dejar gozarla. Si bien para mí hay un límite: vale todo, menos hacer sufrir. Yo soy un hombre obscenamente libre, pero no tengo por qué pedirle a nadie que lo sea. Y vuelvo al tema de no dañar ni salir dañado. Si la pasión nos lleva a que alguien o algo debe salir dañado, entonces que sea la vanidad, que siempre se lo merece.
Por Leonardo Ibáñez.
Fotos: Diego Soldini, Ja! Comunicación
y Sony Music.
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