Rodrigo Romero cuenta que "el día que filmó la última toma de El Potro, lo mejor del amor, fue una noche muy especial, de emociones muy fuertes. Cuando vi las dos gigantografías, mi foto como Rodrigo peleando contra otro Rodrigo, se me vinieron a la mente un montón de cosas. Mi niñez, mi vida, el Ro, lo que proyecto a futuro… No pude contener el llanto y me escapé al camarín".
"Ese mismo día filmamos la escena del accidente–relata–. Cuando me puse la ropa que él vestía en ese momento fue una experiencia muy fuerte. Yo soy muy coqueto y ése es un poco mi look, andar de camisitas y toda esa onda. Me traen la pilcha, la famosa campera colorada de cuero… y es muy loco lo que voy a decir, pero cuando me vi con el camperón sentí que Rodrigo estaba ahí, sentí su presencia. Se me puso la piel de gallina", confiesa Rodrigo Romero hablando de la escena que recrea el accidente del 24 de junio del año 2000, en el Kilómetro 24,5 de la autopista Buenos Aires-La Plata.
Aquella noche, Ramiro Bueno (un bebé de dos años y medio) viajaba en la camioneta en la falda de su mamá, Patricia Pacheco. Su padre iba al volante y se sentaban su amigo Fernando Olmedo (hijo del recordado Negro, también muerto en el accidente) y dos compañeros más de la banda.
–Ramiro, ¿cómo fue revivir el momento del choque?
Ra: Es una película muy fuerte. Me impactó desde el minuto uno hasta el cierre. Fue muy emotivo ver la vida y la historia de mi papá. Al final de esa toma terminé con una pierna temblando, llorando a lagrimones. Fue una escena tremenda, pero muy bien tratada. La verdad, Lorena hizo un gran trabajo.
–Drogas, alcohol, infidelidades… El Potro, lo mejor del amor muestra la cara más cruda de Rodrigo. ¿Creen que va a levantar polémica?
Ra: Todo lo que vivió mi viejo es vox populi. Hay ciertos temas que son de conocimiento público. Esconderlos o maquillarlos sería exponer algo que no era él. Se trata de mostrar cómo era como persona y el porqué de sus actitudes. Era mi viejo y yo le estoy agradecido.
Ro: Más allá del showman, la película muestra al ser humano. Al tipo que todos veían en lo más alto, pero que cuando bajaba del escenario era una persona con errores como cualquiera. Yo vengo de esa generación fanática del Ro que se quedó con ganas de más. Quizás esta película sirva para llenar un poco ese vacío.
Por Julián Zocchi.
Fotos: Christian Beliera y Archivo Atlántida.
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