Mariano Martínez (39) se sube cada noche al escenario del teatro Astros para hacer Mentiras inteligentes. Pero esta vez además de actor, también es productor. Aquí revela cómo lleva su nuevo rol y de qué se trata ser productor teatral en un país en constante crisis.
–¿Qué te genera este cambio de no ser solamente protagonista de la obra y estar también en la producción?
–Mucha adrenalina. Arranqué haciendo un unitario para televisión en el 2011, que estuvo muy bueno y funcionó. Pero después, poder instalarse es más complejo. Y mientras seguí actuando comencé a pensar decenas de proyectos.
–¿Cómo cuáles?
–Compré una obra de teatro inglesa, que iban a dirigir Norma Aleandro y Pepe Soriano y que finalmente no se hizo. Después me llamaron para hacer La ratonera y Mentiras inteligentes. Esta obra me sedujo tanto que acepté. Ahí conocí a Alberto Raimundo, el productor general; me propuso hacer la parte artística y acepté. Por suerte, el resultado es una obra maravillosa donde la gente, además de reírse, se va con una enseñanza.
–¿De qué tipo?
–Reflexiones muy fuertes de tu vida, tu pareja, los hijos…
–¿Cuando leíste el guión en tu casa con tu mujer, Camila, salieron esas reflexiones?
–Sí, claro. Me pasó lo mismo que a cualquier persona que viene al teatro. Con Camila (Cavallo, 23 años, modelo) nos conocimos el 7 de agosto de 2016, nos enamoramos, y al mes quedó embarazada de Alma. Se acaban de cumplir apenas dos años. Por eso, en muchas cosas todavía nos estamos conociendo.
–La primera salida con tu mujer fue después de un mensaje que le enviaste por Instagram. ¿Después de eso no te llegan miles de propuestas?
–No me hago cargo de las fantasías que genero. A Camila le escribí por una red social, porque la conocía como modelo y no tenía su teléfono. Pero eso no quiere decir que voy a andar por la vida conociendo gente por Instagram… (carcajadas)
–En un momento tan raro del país, con el dólar que no tiene techo y una inflación que se devora los bolsillos, ¿no te asusta un poco el rol de productor?
–Es un tiempo delicado… Muchas obras se están levantando, porque las entradas no se venden. Pero históricamente este país no fue fácil y convivimos con problemas económicos, de inflación, de bolsillos flacos. Y también estoy seguro de que a la gente le gusta distraerse y cuando hacés algo bueno, junta la plata para ir a verte.
–Venís de una familia de clase media. ¿A ustedes también les costaba reunir el mango si querían ir al cine o al teatro?
–Sí. Hasta mis 14 años no tuvimos un peso. Después a Ricardo, mi viejo, le empezó a ir un poco mejor, pero no le duró mucho. Si bien nunca nos faltó para comer, no teníamos todo lo que queríamos. Lo bueno es aprender de eso y superarse. Y cuando estás un poco mejor, valorarlo.
Por Sergio Oviedo
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