El pibe que hace de Sandro ya no es tan pibe. Aunque Agustín Sullivan parece de 20, tiene 28. Y pese a que su participación en la serie que transmite Telefe ya terminó, el boom de Sandro de América tiene, sin dudas, su cara. Lo marca el rating, que promedió 15,4 puntos en las primeras siete emisiones, lo más visto cada día y, por lejos, del año.
Tal suceso hizo que la producción de The Magic Eye (Juan Parodi, Tomás Darcyl y Ricardo Costianovsky –los dos últimos, además, la distribuyen a través de Telefilms–) tenga su capítulo final, el 27 de marzo, nada menos que en el teatro Gran Rex, escenario de las últimas grandes actuaciones del Gitano.
Sullivan, a diferencia del ídolo, no fuma ni bebe, aunque acepta posar con un trago que le preparan en el bar Oliver's del hotel Emperador. Pide una gaseosa y arranca la charla.
–¿Como llevás este éxito?
–Con mucha felicidad, y muy tranquilo. Disfruto viendo el programa, como lo hice al grabarlo. Veo cada capítulo de cero, y como una película. Y no me veo a mí, sino a Sandro.
–¿Tenés algún ritual?
–La veo siempre con gente distinta. El primer día con todo el equipo en la productora. El segundo con los técnicos. El tercero en familia. El cuarto con amigos…
–¿Tenés miedo de quedar anclado a este personaje?
–A un actor se lo recuerda por el rol que lo hizo famoso. Yo lo asumí. Pero aspiro a hacer otras cosas, y que digan: "Mirá, es Agustín, el de Sandro, y el de tal película más…". Por suerte estoy evaluando, con mi representante Paula Aizemberg, algunas ofertas. Y también casteo para afuera, porque tengo un representante en Inglaterra, donde hice lo mismo que acá: toqué timbres por todos lados.
–¿Cambió el registro que había de vos en la calle?
–¡Es una locura lo que pasa! En las redes sociales explotó. Al segundo que sale al aire la comentan mucho. Me cuentan que lo ven en familia, que Sandro los volvió a unir frente a la tele. Me dieron una devolución copada.
–¿Por qué sucede eso?
–Más allá de Sandro, es la historia de una persona que tiene un sueño y lucha para conseguirlo. Es universal. Todos tenemos un sueño, y algunos hacemos de todo por alcanzarlo. Y otros no se animan, pero también tienen ilusión de algo.
–¿Hiciste locuras para cumplir tu sueño de ser actor?
–De todo. Lo más loco, quizás, fue disfrazarme de correo en moto para dejar mi currículum en una productora, porque el recepcionista me decía que lo debía enviar por mail. ¡Y lo había hecho como ochenta veces! Así que fui con una campera, una gorra, puse sobres de mentira, un formulario con firmas falsas, y dejé el sobre con mis datos. A la semana siguiente me llamaron, jaja.
–¿Conseguiste el papel?
–No el que quería, pero sí hice bolos en esa productora. Pero éste es mi primer personaje fuerte.
–¿Desde qué edad la remás?
–Toda mi vida quise ser actor. Desde que iba al jardín. A los seis años le pedí a mi mamá que quería actuar en Verano del 98, y me dijo que era para grandes. Entonces me llevó al casting de Chiquititas, pero no quedé. Empecé a estudiar en un taller para chicos que tenían Norma Aleandro y Oscar Ferrigno, y a los 15 años participé en Amor mío, a la que me llevaba mi prima Vicky. Mamá no quería que trabajara: me pedía que terminara el colegio. Y estaba bien.
–Con 26, ya tenías una edad en la que muchos, si no explotan, tiran la toalla. ¿Pensabas que el gran protagónico no te iba a llegar?
–Nunca me resigné a no vivir de lo que me apasiona. Sí me he angustiado, lloré… Hasta pensé irme del país, porque tengo doble ciudadanía. Pero perseveré, y eso me conecta mucho con la historia de Sandro, con lo que peleó para llegar. Con él aprendí que no existen los imposibles. Cuando fui a Telefe me emocioné, porque recordé la cantidad de veces que tomé el 60 para ir a castings. Una en especial: llovía a cántaros, estaba todo inundado, la garita del policía flotaba por Fleming y llegué con el agua por las rodillas. ¡Todo me costó!
Sandro es la historia universal de una persona que tiene un sueño y lucha para conseguirlo.
–¿Tuviste que trabajar de otra cosa?
–Por suerte, siempre viví de la actuación, y vivo solo desde los 18 años. Pero con la inflación que hay, un par de años trabajé con mi mamá en su inmobiliaria, mostrando departamentos. Lo hice hasta el día anterior a empezar a grabar Sandro, que fue el 20 de marzo del año pasado.
–Nombrás mucho a tu mamá. ¿Y tu papá?
–No tengo… En realidad, sí, lo conocí, está todo bien. Pero me criaron mi mamá y mis abuelos.
–¿Tenés relación?
–No. Habría que preguntarle eso a él.
–¿Con este éxito tuyo no apareció?
–Me escribió y me felicitó. Le contesté: "Muchas gracias". Yo rezo y medito mucho. Hago un trabajo espiritual muy grande. Entendí que las cosas no llegan: se consiguen.
–¿Lo de tu papá te dejó marcas?
–Sí, por supuesto. Estuve muy triste, muy mal. Crecer sin un padre es angustiante. Y hay muchas cosas que no entendés siendo chico. Pero de grande aprendí que uno hace lo que puede. Yo trabajé mucho para correrme del lugar de víctima. Y si hoy soy protagonista de la serie más exitosa de la Argentina, busco qué puedo aprender de eso. Porque esto es efímero, y vendrá otra etapa. Trabajo mucho para tener los pies en la tierra.
–¿Hermanos tenés?
–Dos medias hermanas del lado de mi papá. Con la más grande me llevo bárbaro. Me buscó por Facebook y me mandó un inbox. Nos juntamos, yo estaba de gira con Hi-5 (un programa de Nickelodeon) en Mendoza y me fueron a ver. Vinieron mis dos hermanas, mi viejo y su nueva esposa. Ahí nos reencontramos. La mejor con mi hermana: hablo todo el tiempo. Ahora se fue a Europa; se llama Luz y es una divina. Igual hoy estoy feliz con mi vida, porque, repito, entendí que hay que correrse del lugar de víctima y saber para qué pasan las cosas.
–Hablaste de meditación, de búsqueda espiritual. ¿Sos creyente?
–Creo en Dios y soy seguidor de las ideas de Jesús. Para ir a grabar, por ejemplo, me levanto una hora antes, rezo el rosario y practico meditación. Creo que somos almas asexuadas, que estamos en un cuerpo y un tiempo específicos, que venimos a aprender, enseñar y hacer algo. Y cuando cumplimos esas tres cosas, nos vamos y viene otra etapa. Por eso no creo en la muerte tampoco. Ese es mi mambo espiritual.
Antes de ir a grabar, por ejemplo, rezo el rosario y practico meditación. Somos almas asexuadas en un cuerpo y un tiempo específicos, que venimos a aprender, enseñar y hacer
–¿Estás de novio?
–No, estoy solo y muy bien. Estuve con una chica el año pasado, pero me dejó. Y le mandamos un beso muy grande (se ríe).
–¿Era actriz, del medio…?
–Sí, pero no te voy a decir quién. Es conocida, y de otro canal, jaja… ¡Y listo!
–En estos días estarás arrasando, con el WhatsApp explotando…
–Jaja. Yo nunca me sentí ni lindo ni galán. Me veo común. Siempre me costó levantarme a una chica. Soy tímido y bastante ermitaño. La paso bien estando solo, viendo una peli o leyendo. Pero ahora… ¡es una locura! Hay una chica que me gustaba pero no me daba ni la hora, y el otro día me trajo el reloj entero, jajaja… Es muy loco lo que pasa con la tele. Es divertido.
–¿Las propuestas más indecentes vienen de jóvenes… o no tanto?
–¡De cualquier edad! La más grande, una de cuarenta y pico.
–¿Tenés el "sí" fácil?
–No, soy muy selectivo. Pero me gusta divertirme y entrar en comunión con alguien, por más que sea sólo por dos horas.
Por Hugo Martin.
Fotos: Fabián Uset, Gisela Volá y gentileza Graciela Guiñazú.
Peinó: Leo para Cerini.
Make Up: Natalia Salvo Reino
Agradecimientos: AY Not Dead, Bowen y Orbital.
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