El año pasado había brindado su último show, el único que dio en 2017, en la sala Caras y Caretas. El jueves, después de once meses, Charly García regresó a los escenarios.
El anuncio de que iba a tocar en el Coliseo bajo el signo de La torre de Tesla, con la presentación de Random (2017) y de sus clásicos de siempre, lo hizo el mismo martes.
En apenas media hora ya había agotado todas las entradas. El show de una hora y media, para el que ensayó bien pegado al recital –tal como recordó un emocionado Zorrito von Quintiero en sus redes, evocando que soñó toda su vida con tocar teclados junto a García–, fue para 1.700 personas.
La vigencia de su obra es indiscutible, pero sorprendió su performance y su estado físico, que mejoró notablemente. El mismo jueves salió caminando de su departamento de Coronel Díaz, casi sin ayuda –que venía teniendo post operación de cadera y una larga rehabilitación, en la que usó silla de ruedas como apoyo–, y así se mostró, en una fecha épica y de valor documental.
Charly inauguró su repertorio con Instituciones, de Sui Generis, seguida de Cerca de la revolución y La máquina de ser feliz, corte de su disco más reciente, y un nuevo track titulado King Kong. Un gigante que se resetea como leyenda.
Por Karina Noriega
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