Con sus ojos celestes está descubriendo el mundo que la rodea. Mira inquieta hacia ambos lados, hasta que encuentra la sonrisa de su mamá. Siempre es así, porque Jésica Cirio (32) no se ha despegado ni un instante de su beba desde que nació hace –hoy, lunes 13– nada más que ocho días. Por eso, apenas comienza a llorar, mamá alza a ese milagro de la vida que mide 49 centímetros y pesa tres kilos y trescientos gramos, y la abraza hasta que se calma. "La quiero proteger y acompañar todo el tiempo. Son muy fuertes todas las sensaciones que me está haciendo vivir, minuto a minuto. Por primera vez me siento completa y realizada. Siempre fui una mina súper luchadora, trabajadora y perseverante. Nunca bajé los brazos por nada, y ahora Chloé y Martín (Insaurralde, 47, intendente de Lomas de Zamora) me dan muchas más fuerzas para pelear y conseguir todo lo que quiero", cuenta la co-conductora de Morfi, la peña, el programa que hace todos los domingos con Gerardo Rozín por Telefe.
Siempre fui una mina súper luchadora, trabajadora y perseverante. Nunca bajé los brazos por nada, y ahora Chloé y Martín me dan muchas más fuerzas para pelear y conseguir todo lo que quiero
–¿Cómo fueron los últimos días de Chloé en tu panza?
–Nada fáciles. Yo estaba muy ansiosa, porque pensábamos que iba a nacer en la semana 39 o en la 40, y recién se dio un día antes de la 41… ¡Parece que estaba muy cómoda en la panza de mamá! El sábado 4 de noviembre nos levantamos decididos a hacer todo lo que teníamos planeado. Fuimos a almorzar; después, a ver a mis padres; más tarde conocimos al bebé de la sobrina de Martín, que acaba de nacer. Volvimos a casa a la noche y nos pusimos a ver una serie… A los diez minutos tuve la primera contracción. No le dije nada a él, para que no se pusiera nervioso. Empecé a controlar sola el reloj; pasaron siete minutos y me agarró otra contracción. Recién en la tercera le dije lo que estaba pasando… ¡El ya quería llevarme al sanatorio! Llamé a mi obstetra y me dijo que esperara a tener contracciones cada cinco minutos, que contara 45 minutos más y me diera un baño. Así hice, y a las doce y media salimos para el Otamendi. A la una y cuarto ya estaban listos Mariela, mi partera, y Alejandro Falco, mi obstetra. Media hora después rompí bolsa pero no dilataba lo suficiente: sólo tenía tres centímetros. Las contracciones eran muy dolorosas! Dos horas después me ponen la epidural, porque ya lloraba de dolor. Aunque pujaba y hacía fuerza, no podía dilatar bien. A las 6.15 le tomaron los latidos a Chloé… Me dijeron que estaba muy fatigada y que debíamos ir a cesárea.
–Soñabas con tenerla por parto natural…
–¡Sí! Empecé a llorar y a temblar. Sentí un miedo que me congeló todo el cuerpo. Martín me agarró la mano bien fuerte para tranquilizarme, pero yo seguía temblando. A las 6.30 empezaron con el trabajo de cesárea, y veinte minutos después lograron sacarla. El papá enseguida alzó a Chloé y me la mostró: sentí que volvía a respirar. Después se la llevaron para hacerle todos los controles. Además, decidimos conservar las células madre y el cordón umbilical con BioCells, para prevenir enfermedades futuras. Al ratito me la trajo y nos quedamos juntos los tres, mientras me terminaban de hacer los puntos. Para entonces ya me había olvidado de los temblores y los dolores. Pensar que hace cinco años Martín había tenido su última operación de cáncer en el Otamendi. Ahora, en el mismo lugar, estábamos recibiendo a nuestra hija. Es un premio que nos da la vida, que hoy nos colma de amor y felicidad.
–¿A Chloé le costó prenderse a la teta?
–No, apenas me la pusieron se puso a comer sin ningún problema. Nació con 3 kilos 160 gramos. Me la llevé de la clínica con 100 gramos menos; ahora que ya tiene ocho días, subió doscientos gramos. ¡Es una succionadora serial! ¡La tengo todo el día prendida!
–¿Cómo fue la llegada de la beba a casa?
–Muy hermoso. Fue el 8 de noviembre, justo cuando cumplimos tres años de casados. Los que reaccionaron ante la presencia de Chloé fueron mis tres perros, que percibieron que hay alguien nuevo en la familia. Aunque les puse la primera ropita de ella en la cucha, para que la olfateen, ellos están ansiosos y me siguen para todos lados cuando le estoy dando la teta.
–¿Los deja dormir por la noche?
–Sí. Es una reina. Nos permite descansar a todos. Enseguida impuso su rutina: duerme tres horas y toma la teta; después, cuatro horas de sueño y toma otra vez; finalmente, tres horas más de descanso.
–¿Le van a aceptar que haga colecho?
–Decidimos que no. Sólo la traemos a nuestra cama a la mañana muy temprano, unos minutos antes de que Martín se levante para ir a trabajar, y nos quedamos un ratito los tres juntos. Queremos que ella tenga su espacio. El papá tampoco quiere que use chupete, pero ella es muy succionadora y creo que se lo voy a terminar dando, porque es muy demandante.
–¿Martín colabora? ¿Se levanta a la noche para alcanzártela cuando tiene hambre?
–¡Sí! Se nota que tiene mucha más experiencia que yo. Cuando está en casa le cambia los pañales. Además, tiene un aparatito al lado del teléfono para mirarla y escucharla todo el tiempo. De todos modos, por la noche la que más se levanta para agarrarla cuando llora soy yo. Es comprensible. Él no se tomó los días por paternidad, porque en estos días se está tratando en la Intendencia el presupuesto 2018. Claro que me llama 330 veces por día, para ver cómo está la beba. ¡Y ya la hizo socia de Banfield!
–¿Están definidos los padrinos?
–Por ahora sólo sabemos que la vamos a bautizar al año en una capilla de San Vicente, y que la madrina va a ser mi sobrina Priscila. Aún no sabemos a quién va a elegir Martín como padrino.
–¿Tenés algunos miedos como mamá primeriza?
–La verdad que no. Apenas la vi, me nació el instinto y me siento súper conectada y comunicada con ella. Me siento muy feliz cuando me mira a los ojos al amamantarla. Hoy es el momento más mágico de mi vida.
Por Pablo Procopio
Fotos: Flor Ferreiros Photography
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