Siempre que lo contaba se emocionaba hasta las lágrimas: Sarli -de Concordia, Entre Ríos- fue abandonada muy chica por su padre y empezó a ganarse la vida como secretaria en una agencia de publicidad. Sus temibles medidas (sobre todo sus 115 centímetros de busto) la llevaron a posar para anuncios de todo tipo, desde aerolíneas hasta alimentos.
En esos días (1956) la descubrió Armando Bó. A partir de su primer film, El trueno entre las hojas, donde – engañada– posó desnuda, el dúo más Víctor, hijo del polémico director, filmaron 34 películas, de las cuales 29 fueron prohibidas por la censura local y triunfadoras en medio mundo. El cineasta fue el único y eterno amor de la diva.
Sobre su madre, Isabel solía contar: "Era napolitana, muy chapada a la antigua, y así me crió. Terminé el secundario y estudié dactilografía, taquigrafía, inglés: la perfecta secretaria. Me tomaron en una agencia de publicidad. Un día, tuve la oportunidad de posar en una sesión de fotos, y ya no paré. Fui la imagen de una empresa naviera, varias aerolíneas, alimentos, productos de belleza… En 1955 gané el concurso de Miss Argentina y viajé a Long Beach, California, para competir por el título de Miss Universo. Fui con mi madre. No gané, pero...".
El "pero" se llamaba Armando Bó. Alto (1,90 m), atlético, picado por el bicho del cine y casado con una dama marplatense de fortuna y abolengo con la que tuvo tres hijos: María Inés, María Jesús y Víctor. Descubrió a Isabel en las fotos publicitarias. La llamó y le propuso filmar El trueno entre las hojas, versión de la novela homónima de Augusto Roa Bastos. Aunque con una condición: filmar desnuda bañándose en un río de la selva paraguaya.
"¿Desnuda? ¡Ni se le ocurra!", le disparó Coca, su sobrenombre, inspirado –por sus curvas– en la botella de Coca Cola. Pero Armando había visto en ella fama y dinero para ambos
Insistió: "Podemos filmarte con una malla color carne, y desde muy lejos. Apenas te van ver". Ese argumento la convenció y desistió de la malla. Cuando Isabel vio la película, "furiosa, le rompí el vidrio del escritorio con un cenicero, y mi madre me cortó la cara con una bota". Pero, vidrios rotos y cicatriz aparte, acababa de nacer un género (el kitsch) y un negocio millonario: filmes eróticos que reventarían las taquillas de toda América latina y de los cines Categoría X de Nueva York y California.
Antes de sus 20 años, Isabel se casó con Ralph Heinlein, de familia alemana. El matrimonio no resultó. Ella nunca quiso hablar de esa etapa. Entre otras cosas, "porque mi único hombre, el único que amé, amo y amaré hasta el fin de mis días, fue Armando. Porque él fue el padre que apenas tuve, el hermanito que perdí a sus cinco años, el amante, todo".
Armando Jorge Bó murió de cáncer el 8 de octubre de 1981, a los 67 años, y Coca no sólo se recluyó en su quinta de Martínez durante quince años: no volvió a filmar hasta el '96 (La dama regresa, dirigida por Jorge Polaco), no tuvo otro hombre –sólo dos hijos adoptivos (Isabelita y Martín)– y un zoológico. "Tengo perros, gatos, papagayos, tortugas. ¡Yo los quiero tanto…! Lástima que poco a poco se van muriendo", señaló en una de sus últimas entrevistas.
Ella fue, aunque parezca contradictorio, una mujer tímida. "Lo que más odié siempre fue desnudarme", confesó.
Muchas veces se negó a tener que exponer su cuerpo, pero Armando la convencía con argumentos de hierro: "Si no te desnudás, es como si Palito o Sandro anunciaran un recital… ¡y no se presentaran!".
Ella cedía. Pero con una tenaz defensa: "Yo no hago pornografía: lo mío es sensualidad, simplemente".
Por redacción Gente.
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