Así conviven madres e hijos tras las rejas: "Nos arrepentimos: por nuestra culpa ellos también están presos"

GENTE ingresó a la cárcel de mujeres de Los Hornos, donde 76 madres –20 embarazadas– conversó con dos de ellas, detenidas por venta de estupefacientes. Dos historias en que la pobreza convive con la marginalidad y el abandono de sus maridos, uno de los cuales terminó asesinado por un presunto ajuste de cuentas. Todo en el marco del festejo del Día del Niño

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Diana (23), con su hijo Mauro Benjamín (11 meses) en brazos, acompañada por Cecilia (37), mamá de Mía (un año y cinco meses), que también vive allí con ella, pero se había ido de paseo con sus padrinos. Ambas son extranjeras y quieren salir, para redimirse y que sus niños recuperen la libertad.
Diana (23), con su hijo Mauro Benjamín (11 meses) en brazos, acompañada por Cecilia (37), mamá de Mía (un año y cinco meses), que también vive allí con ella, pero se había ido de paseo con sus padrinos. Ambas son extranjeras y quieren salir, para redimirse y que sus niños recuperen la libertad.

Mauro Benjamín está por cumplir un año. Vive en la cárcel de mujeres de Los Hornos y escucha el escalofriante sonido que produce el abrir y cerrar de las rejas desde que estaba en la panza de su mamá, Diana VC –por cuestiones legales se reserva su apellido compuesto–, quien a los 23 está presa desde hace veinte meses por venta de estupefacientes. Ella todavía no tiene condena, y su expectativa es salir con arresto domiciliario, monitoreada a través de la pulsera electrónica. Mientras tanto acuna a su bebé, que duerme plácidamente en sus brazos. Sus ojos se humedecen cuando recuerda el tiempo que está tras las rejas, en "la tumba", como se conoce a la prisión en la jerga carcelaria.

Diana tiene otra hija, Naiara (6); es paraguaya, pero hace tiempo que reside en la Argentina. Cuenta, mientras abraza fuerte "al Benja", que "cayó" porque le allanaron la casa donde vivía en La Matanza junto a su marido.

Explica que él comercializaba cocaína y marihuana, y en ese momento estaba de viaje en Asunción, así que "zafó de la cana". No era el único que vendía droga: de la causa surge que en total sumaban doce personas; por eso, el delito tiene el agravante de haberse cometido "en poblado y en banda".

Domingo 19 de agosto, Día del Niño. Los Payamédicos –grupo teatral de profesionales solidarios– visitaron la cárcel de Los Hornos y animaron la jornada con las internas, sus hijos, amigos y familiares.
Domingo 19 de agosto, Día del Niño. Los Payamédicos –grupo teatral de profesionales solidarios– visitaron la cárcel de Los Hornos y animaron la jornada con las internas, sus hijos, amigos y familiares.

Su nene nació prematuro, de 34 semanas, por una enfermedad que padecía ella –colestasis, que se produce en el hígado durante el embarazo–. Cuando cumplía los tres meses, su familia le acercó otra dura noticia: que a su pareja la habían matado. Ella no sabe bien los motivos, pero cree que fue el típico ajuste de cuentas que reina en el mundo de la droga. Dice que ansía salir, para comenzar una nueva vida.

Incluso se muestra aliviada con que su marido ya no esté, porque al parecer "era él quien se dedicaba al delito. Sólo pienso en mis hijos. La nena vive con mi familia en José C. Paz y de vez en cuando viene a visitarme. No quiero que me vea acá, por obvias razones… Además, cuando se va me grita: '¡Mamá, te voy a extrañar mucho!' (se emociona). El gordo acá tiene todo. Me dan la leche Vital, aunque le doy la teta; por eso quiero tenerlo conmigo por lo menos hasta que la deje. Es duro estar encerrada, pero la verdad es que nos tratan bien. Cada mamá con su hijo tiene su celda individual en el pabellón. La comida es buena, hay jardín de infantes, plaza con juegos. El ve los dibujitos en la tele, pero lógico, vive encerrado conmigo… Eso es lo que más me duele, que por mi culpa esté acá. Por eso deseo la libertad. Soy peluquera y pienso dedicarme a ese oficio. La verdad, cuando me agarraron mi esposo había dejado de vender. Ya nos dedicábamos al reparto de bebidas y a una vida honesta. Para mí, muchas cosas me las pusieron para justificar meterme presa. El abogado (defensor oficial, como tiene la mayoría, porque son pobres y no pueden pagar un letrado) me dice que voy a lograr salir con la pulsera electrónica. Ojalá, así empiezo de nuevo. Siento que por culpa mía mi chiquito está preso, y eso me duele".

Participaron también varias detenidas caracterizadas como payasos y hasta las autoridades del penal: en la foto se ve a María de los Angeles González Nuevo, directora de la Unidad.
Participaron también varias detenidas caracterizadas como payasos y hasta las autoridades del penal: en la foto se ve a María de los Angeles González Nuevo, directora de la Unidad.

"DARIA LO QUE NO TENGO POR SALIR". En la Unidad Penitenciaria 33 de Los Hornos son 76 las madres –veinte de ellas embarazadas– que viven en cinco pabellones con sus hijos –en total, 64 niños–, que según la ley pueden estar allí con ellas hasta que cumplan cuatro años. Cecilia GA es otra de las mamás que aceptaron dialogar con GENTE para contar su experiencia.

Tiene 37 años, es chilena con mucho tiempo de residencia en nuestro país, y cinco hijos –la más pequeña, de diferente padre, se llama Mía, de un año y cinco meses–. Relata que su hija nació a los tres días de estar en prisión. La detuvieron en su casa de José C Paz, porque encontraron drogas. Ella admite que vendía junto a su pareja, para subsistir. Y que como él en ese momento estaba en la esquina de la vivienda, advirtió el operativo policial y escapó, para nunca más volver. Es más: una vez que Cecilia entró a la cárcel, su marido se fue con los cuatro chicos de ambos y no sabe nada de él.

Mientras habla de eso se quiebra: "Es durísimo, porque no sé dónde están. El no me importa, pero mis nenes sí. Dios quiera que alguien que vea esta nota me ayude a reencontrarlos. Se llaman Luis (10), Thiago (7), Lautaro (5) y Dariela (2), Leguizamón de apellido. Llevo un año y medio acá; estoy haciendo todo para conseguir la prisión domiciliaria. Mi mamá trabaja haciendo tareas de limpieza con un abogado y un fiscal que, sabiendo mi situación, se comprometieron a darme empleo cuando salga".

“No quiero que mi otra hija me vea acá, por obvias razones, y porque además cuando se va me grita: ‘¡Mamá, te voy a extrañar mucho!’” (Diana)
“No quiero que mi otra hija me vea acá, por obvias razones, y porque además cuando se va me grita: ‘¡Mamá, te voy a extrañar mucho!’” (Diana)

Su pequeña niña es fruto de una relación de cuando se encontraba separada. El tema es que el padre de la criatura –Lucas– también está detenido por robo en el penal de Olmos desde hace nueve meses, con una condena a ocho años. Cecilia explica que todavía no solicitó la visita inter-carcelaria –un derecho que prevé la ley, por la que al hombre lo llevan hasta el penal de la mujer para que además tengan intimidad (la mal llamada "visita higiénica")–, pero que está por hacerlo, porque lo extraña. Aunque su mayor preocupación hoy es que le den el beneficio de la tobillera electrónica para poder salir, ya que ella enfrenta una condena a cuatro años y medio de prisión.

"Acá me tratan bien. No hay peleas, hay respeto… No vivimos 'engomadas' (siempre encerradas en sus celdas). Son calabozos abiertos: sólo están las rejas del pabellón. Yo me desempeño acarreando los residuos; todas tenemos nuestra tarea asignada. Pero volver a la calle es otra cosa. Las dos somos primerizas en el delito y sabemos que no vamos a volver a caer, por nuestros hijos. Somos conscientes de que ellos están presos por nuestra culpa, y eso pesa".

Cecilia y Diana –con Benjamín– dialogan con Miguel Braillard –editor general de Investigaciones de GENTE–.
Cecilia y Diana –con Benjamín– dialogan con Miguel Braillard –editor general de Investigaciones de GENTE–.

Hoy es una jornada especial en la cárcel de Los Hornos: se festeja el Día del Niño. Ambas madres sonríen después de haber hablado con GENTE. A pasos de allí, en el Salón de Usos Múltiples (SUM), los geniales Payamédicos no se cansan de arrancarles sonrisas a niños, madres, amigos y familiares de las detenidas que están de visita. Una abuela llora porque su nieta crece tras los barrotes. Un tío ríe porque su sobrino se divierte con la función mientras juega con un globo, más allá de que por las noches deba dormir en un calabozo. Diana y Cecilia –las protagonistas de la charla– se acercan con Mauro Benjamín –que todavía duerme– en brazos y comentan: "Tenemos un sueño: salir para que nuestros hijos puedan criarse en libertad".
Nos vamos. Cae la tarde. Ellas y sus niños quedan ahí. Nos separan nada menos que barrotes y el clásico "clank", ese sonido tan sórdido del choque de rejas…

Por Miguel Braillard. Fotos: Diego Soldini.

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