Inés Estevéz es una de las tantas famosas que públicamente expresaron su postura a favor de que se apruebe la ley de aborto. Y unas horas antes de que el Senado rechazara el proyecto de legaliazación, sorprendió al contar desde su cuenta de Facebook que había abortado dos veces: a los 19 y a los 22 años.
En un conmovedor relato la actriz, que en 2011 adoptó a sus hijas, Cielo y Vida con su por entonces marido, Fabián Vena, explicó las viviencias por las que pasó e invitó a "la hipocresía social, a la intolerancia,a la iglesia,al estado y al Honorable Senado de la Nación" a leer su testimonio.
"La primera vez tenía 19 años. Había tenido que vivir en la calle unos meses. Dormía en la estación de micros de Retiro. Salí con un chico con el que nos encontrábamos cada tanto pero era una relación demasiado informal, sin comunicación y por demás aleatoria. Luego me puse de novia con otro y terminé conviviendo esporádicamente con él para tener un techo. Fui al médico. Apendicitis, dijeron. Y me operaron. Los dolores en la ingle derecha continuaron y entonces fui sin decirle a nadie a un ginecólogo que me confirmó lo que sospechaba", arranca su texto.
Y sigue: "Le dije que no podía llevar adelante ese embarazo. ¿En quién iba a apoyarme? ¿Quien iba a ayudarnos a mantenernos? ¿Y después? Lo llamé al día siguiente y me dio el dato de una partera. El lugar era una casucha en las afueras de mi pueblo, calle de tierra. Me dijo que me desvistiera y abriera las piernas".
"Obedecí tragando lágrimas y temblando de terror, me metió algo frío en la vagina, se sentía cómo escarbaba. Sentía que de un golpe la sangre de la parte inferior se me iba del cuerpo junto al tirón. Creí que me estaba muriendo porque el mareo me dejó viendo negro".
"Empecé a abrir y cerrar los puños lentamente y a respirar profundo para ver si de ese modo volvía a vivir. No hablé en todo el procedimiento. No dije nada. No me quejé. No gemí. Cuando pude moverme me mandó al baño y vi en un balde un coágulo sanguinoliento de dos centímetros. Lloré. Lo lloré. Me lloré. Lloré mi desamparo y ese destino. Me sentí la persona más sola de la tierra".
Luego, llegó el relato de su segunda experiencia: "La segunda vez tenía 22 años, había logrado alquilar y convivía, -una vez mas para compartir gastos-, con otro novio quien pasado el año manifestó violencia física", arranca.
Y explicó: "Mi conducta era intachable. Usaba diafragma y profilácticos. La relación en la quedé embarazada no fue consentida. Era difícil negársele a un hombre violento. Eso me decidió a huir".
"Fuimos a una casa horrenda en el conurbano. Nos pidieron el dinero ni bien entramos. Estaba sucio y oscuro, había una chica esperando sola y otra saliendo, también sola, con el semblante de color gris y algo vacilante. Le abrieron la puerta y la vi irse así a la calle. Esta vez fue por aspersión. Sentí lo mismo pero no tan fuerte".
Para el final, dejó una conclusión: "Por supuesto que no lo celebro. Por supuesto que lo lamento. Pero si esta triste práctica hubiese sido legal, el tema no habría sido tabú, podría haber tenido adultos responsables con los cuales hablar, habría recibido contención e información, no habría estado sola, y quizás, solo quizás, la historia podría haber sido otra".
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