"¿Me vas a dejar acá? ¡Siempre tan apurada vos…!", le reprochó Anita a su hija, Carmen Barbieri, cuando la llevó al Centro de Rehabilitación Nuestra Señora de Luján el lunes 29 de enero. Ese fue uno de sus últimos comentarios. Horas después iba a entrar en terapia intensiva, para no salir.
Tenía 90 años. Pero así era ella. Ácida. "Puteadora", según su hija. Impulsiva. Pero también incondicional. Capaz de decir las cosas más terribles con tal de proteger a sus seres queridos. "Vos serás una leona, pero yo soy una fiera", le advertía. En el reparto de cromosomas, pareciera que Carmen recibió el carácter y la picardía de su madre. ¿La otra mitad de su ADN?
Como dice Liza Minnelli, llevo el vuelo, la locura y la fantasía de mi madre más la seriedad, el profesionalismo y la creatividad de mi padre
La de la parte lúdica y la que tiene que ver con el arte llegó de su padre, el célebre Alfredo. "Como dice Liza Minnelli, llevo el vuelo, la locura y la fantasía de mi madre más la seriedad, el profesionalismo y la creatividad de mi padre", precisa la cabeza de Magnífica.
Es que Anita Caputo fue la mujer de Alfredo Barbieri, el segundo gajo del árbol genealógico de una familia de artistas. Su papá Guillermo, o sea el abuelo de Carmen, fue guitarrista de Carlos Gardel y perdió la vida en el mismo avión que el Zorzal Criollo, en Colombia. Y Alfredo (papá de la primera figura y abuelo de Federico Bal) fue un gran capocómico argentino. Pero, a pesar de formar parte de esa familia de celebridades, Anita logró un nombre propio. "Mamá nunca subió a un escenario, pero era parte de este mundo", asegura Carmen. Y no se equivoca.
Anita Caputo vivió 90 años. "Venía perfecta. No había tenido enfermedades que superar en su vida. Hasta que, tres días después del Día de la Madre, sintió algo en la cabeza y se cayó". Allí, según Carmen, comenzó a desmoronarse la salud de su mamá: "Estuvo internada un tiempo, pero se recuperó.
El último lunes fui a verla a Buenos Aires y se le cerraban los ojos. '¿Mamá, qué te pasa?', le pregunté. La llevamos a la clínica, porque no se daba cuenta de lo que le había pasado. Fue ahí que me reprochó porque volvíamos a internarla". Al domingo siguiente Fede, el hijo de Carmen (los dos estaban en Mar del Plata, encabezando la revista Magnífica), recibió un llamado: "Le dijeron que su abuela había tenido un ACV. Fue tan grande que no lo pudo sobrevivir. Vivió 90 años maravillosos, siempre impecable", repasa Carmen.
Estuvo internada un tiempo, pero se recuperó. El último lunes fui a verla a Buenos Aires y se le cerraban los ojos. ‘¿Mamá, qué te pasa?’, le pregunté.
¿Cómo describe su estado? "Hoy me siento huérfana. Estoy muy triste, pero entera. Federico me vio tan mal que me mandó un audio de mamá. Estaba enojada con Campi, porque la hacía gorda en su programa: 'Decile a ese hijo de p… de Campi que yo no tengo esas tetas. Si mi marido se levantara de la tumba se muere otra vez, de lo malo que es imitando'. Unos días después, Campi la llamó para hablar. Lo insultaba: '¡Sos un hijo de…!'. Campi se moría de risa. Se hicieron amigos y después hablaban todos los días. Esa era mi mamá".
Los últimos años de Anita se hicieron desde la trinchera. Ella fue un gran sostén para Carmen tras la separación de Santiago Bal. Pero siempre con su estilo: "¿Viste? El tiempo me dio la razón. Nunca lo quise a Santiago. Pero ojo: vos también tenés la culpa… Las parejas son de a dos", le dijo a la rubia, que acababa de perder su matrimonio, una tarde de octubre de 2011 en la que compartimos un café con las dos.
Y, tras esas palabras, vino el consejo maternal: "Tenés la vida por delante". Anita ya contaba 84 y, en casi ocho décadas y media, las había visto todas. "Yo siempre supe cuando mi marido tenía una amante". Un tiempo después se distanció de su nieto Federico: "Tendría que haber defendido más a la madre", renegaba. Pero en los últimos tiempos habían arreglado todo.
¿Viste? El tiempo me dio la razón. Nunca lo quise a Santiago. Pero ojo: vos también tenés la culpa… Las parejas son de a dos
Unos días antes del ACV, Fede visitó a su abuela con su novia, Laura Fernández. "Me encanta Laurita. Esa es la mujer", le confesó a Carmen. Le mostró que se reponía y que ya caminaba unos pasos. Celebraron y se fueron contentos. La vida les dio tiempo para dejar todo en su lugar. Unos días después se dio el final. "El miércoles decidí volver al teatro, para homenajearla. Ella era mi fan número uno. Ahora mamá está en otro plano", cierra su hija.
Por Julián Zocchi.
Fotos: Francisco Trombetta y archivo Atlántida.
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