Luis Tagliapietra está agotado, pero de pie. Acaba de llegar a su casa, en Beccar, después de un kilométrico periplo que incluyó paradas en Mar del Plata, Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia. "No doy más", confía, con ganas de desplomarse en el sofá. Sin embargo, el cansancio no lo detiene. Porque la necesidad de encontrar a Damián –su hijo de 27 años, uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan que lleva tres semanas desaparecido– puede más que todo.
Es uno de los familiares más activos, casi un vocero de este drama que toca los corazones de todos los argentinos. Y cuya etapa de dolor (todavía latente, por supuesto) le está dando paso a otras, tan lacerantes como la primera. "Siento mucha impotencia, ésa es la palabra… Mucha frustración. Porque trato de hacer todo lo que está a mi alcance para encontrar a mi hijo. Y me frustra que no dependa de mí. Todos los familiares nos sentimos ninguneados. No se nos escucha. Somos espectadores, nada más", afirma, a tono con la marcha que los familiares llevaron a cabo este domingo por las calles de Mar del Plata. La columna –apoyada fervientemente durante su trayecto– partió desde la Base Naval y llegó hasta la Catedral. El motivo estaba claro: el jueves 30, las familias quedaron muy golpeadas al enterarse de que el Ministerio de Defensa y la Armada dieron por finalizado el operativo de rescate de personas, para focalizarse sólo en la búsqueda. Un pésame implícito. Un freno a las genuinas esperanzas de todos.
–Luis, en medio del dolor y la incertidumbre, te moviste mucho en estos días.
–Sí. Me reuní con la jueza (Marta) Yáñez en Caleta Olivia, cuando me presenté como querellante en la causa penal por la desaparición. Porque en términos jurídicos hay una desaparición de un instrumento del Estado y de 44 personas. Me recibió muy amablemente y estamos haciendo lo jurídicamente posible en cuanto a la búsqueda de la verdad.
–El temor de todos los familiares es que no se lo siga buscando, ¿no?
–No es el temor, ¡es la realidad! Salí a gritar por todos lados, a pedirle al presidente Mauricio Macri que por favor reanudara el programa de búsqueda y rescate. Pero es inútil: ya se desarmó todo, varios buques se fueron, la grúa está desmontada… Ya está. Va a quedar esta búsqueda pasiva, que andá a saber cuánto tiempo dura.
–Ustedes, que están en contacto con compañeros y colegas de sus hijos, ¿no les pueden pedir que continúen el plan de rescate?
–El 98% del personal de la Armada está desesperado por encontrarlos. Pero yo me dirijo a Macri porque él, como presidente, es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Y la Armada, como todas las fuerzas, tiene una estructura absolutamente vertical. Entonces, la decisión de buscar al submarino no pasa por voluntades. Los norteamericanos, los Navy SEAL, también querían continuar. Charlé media hora con ellos. Me lo decían con lágrimas en los ojos, pero les dieron la orden de volver, y bueno…
–¿Por qué creés que se abandonó la fase de rescate a las dos semanas?
–Es increíble. Nadie lo comprende. Y quiero aclarar: soy apolítico, eh. No me cambia que esté Macri, Cristina, el que fuera… Hoy, el que tiene el poder de decisión es Macri, y ni siquiera dice algo. Me han atacado… "No te metas con Macri", me dicen. Yo no lo estoy acusando: sólo le exijo que haga lo imposible por rescatar a mi hijo, que está perdido en medio del océano. Además, es lo que nos prometió.
–Se intentó menoscabar tu pedido argumentando que ustedes están atravesados por la subjetividad.
–Sé que lo dicen, pero mi pedido se basa en posibilidades lógicas, no en el dolor. Es una decisión apresurada e injustificada, porque no hace tanto que se los busca. Todo el tiempo se habla de los 44, pero también pudieron sobrevivir diez, dos o uno. Una persona vale la pena: no podemos abandonarla. Estuve con una doctora que participó del rescate en las Torres Gemelas y me contaba historias de este tipo. Con mucha emoción, se comunicaron conmigo dos chicos que sobrevivieron a la tragedia aérea de los Andes, diciéndome: "Tenés razón… A nosotros también nos dieron por muertos". Así que hay hechos que lo respaldan. Que desoigan eso es muy cruel.
–¿Cómo creés que se manejó la comunicación de los hechos?
–Hubo cosas gravísimas. Se minimizó lo que en realidad sucedió. Acordate: al principio se dijo que el submarino sólo había perdido la comunicación, después se reconocieron las averías… Y luego vimos el parte real, donde queda claro que hubo entrada de agua, cortocircuito y principio de incendio. ¿Por qué no lo dijeron desde el primer día? Lo hablé con gente experimentada: ese comunicado implicaba un operativo completamente distinto al que se hizo. Ahí se describe una "bomba de tiempo", porque esas baterías empezaban a largar hidrógeno, y cualquier chispazo era una bomba. ¡Y de todos modos les ordenaron ir a Mar del Plata! Los condenaron a muerte.
–Hablanos de Alejandro, contanos quién es.
–Un pibe bárbaro, a quien todo el mundo quiere. Desde chiquito fue un valiente. Iba al frente en todos lados. Lo he llevado a la montaña, al mar, al río, porque soy paracaidista y navego a vela. El nunca se achicaba. Siempre le dije que si tenía miedo lo enfrentara, porque es algo irracional. Y creo que siempre siguió ese consejo al pie de la letra. Estaba en el equipo de vela de la Armada, corría regatas a Brasil, participaba en el equipo de natación, jugaba rugby…
Encontró la pasión en el submarino y se rompió el alma para llegar… Estaba feliz. Me queda en el corazón la tranquilidad espiritual de que siempre lo apoyé y acompañé en todo lo que quiso hacer. Nunca me cansé de repetirle que lo quería, que estaba a su disposición para todo. Tenía 27 años… La última vez que hablé con él, le dije: "Hijo, vos sabés que te quiero un montón". Me da mucha bronca que nos hayan mentido tanto, no sabemos por qué. La pelea por la búsqueda ya la perdí. La segunda –saber la verdad– la voy a seguir hasta las últimas consecuencias. Es lo menos que se merece.
Por Eduardo Bejuk.
Fotos: Diego Soldini, Télam, Facebook y álbum personal de LT.
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