Patricia Alejandra Perrotta (39) fue pareja del actor y director Lito Cruz (76) entre el 2014 y 2016. Periodista y escritora publicó un libro, Secreto de Alcoba, sobre esa relación en la que sufrió el maltrato psicológico y físico de Cruz. Además este año presentó una denuncia en la Oficina Anticorrupción en contra del actor. Aquí cuenta su historia en primera persona.
"Todo comenzó cuando me anoté en un curso de teatro en el San Martín. Tenía 18 años y fue la primera vez que lo vi. Desde los 16, cuando lo descubrí en el video Flores Robadas de Attaque 77, Lito Cruz se convirtió en mi amor platónico. Lo idealizaba y lo amaba en silencio. Pero él no reparó en mí.
En el 2014 yo tenía 37 años y él volvió a ser mi maestro. Me inscribí en un seminario de teatro en la Universidad de Morón que estaba a su cargo. Esta vez me miró de una manera que me hizo sentir única. Sentía que estaba embelesado al punto que mis compañeros de clase lo notaron. Después de una clase me invitó a salir. Le dije que no porque era demasiado: mí ídolo y amor platónico me estaba invitando a vivir un sueño".
Lo que yo desconocía es que estaba a punto de entrar en una pesadilla
"Insistió. Me seguía por los pasillos diciéndome cosas hermosas y pidiéndome que salga con él. Un día me persiguió durante toda la mañana. 'Me encantas, al menos tomá un café conmigo', decía. Acepté el cortado y después una invitación a cenar".
"El primer mes fue idílico. Me corría la silla, hacía todo lo que una mujer puede esperar de un caballero. Caí rendida a sus pies. Sin darme cuenta estaba viviendo con él y habíamos empezado a buscar un hijo", explica.
Sin embargo, todo un día todo cambio. "Un noche estábamos por salir y me cuestionó lo que llevaba puesto. Me preguntó si me iba de levante y me hizo cambiar. Fue la primera señal de unos celos enfermizos que se tradujeron en situaciones extremas".
“Me dejaba encerrada con el gato en su loft”
"En el seminario de teatro me empezó a dar personajes que no interactuaran con hombres. Me controlaba los horarios y lo que llevaba puesto se volvió una obsesión"
Un día llegué y me había tirado la ropa en la cucha del gato
"Por ese entonces estaba haciendo la obra "Un toque de un poeta" y como yo me cansé de ir a verlo todas las noches me dejaba encerrada con el gato en su loft. Sus celos me alejaron de mis amigos e hicieron que pierda mi trabajo. Era asistente comercial y empezó a llamar a mi jefa para controlarme al punto que decidieron echarme. Su adicción al alcohol y a la cocaína estaba descontrolada, empezó a obligarme a beber con él. Tomaba desde la mañana y cada vez estaba más agresivo".
"En diciembre de 2014 decidí dejarlo. Ya no soportaba más y además su hija también estaba en mi contra. Estaba viviendo un calvario.
No tardó en empezar a llamarme diciendo que iba a ir a rehabilitación. Mi teléfono sonaba a la madrugada y llorando me decía que si no volvía se iba a matar. Dos veces se internó en la Clínica Diquecito en Córdoba y volví a caer.
En 2015 nos dimos otra oportunidad bajo la promesa de que él iba a tratar sus adicciones. Incluso me ofrecí a ser su donante de hígado para paliar los problemas de salud que tiene por tomar alcohol desde los 14 años".
"Pero no pasó mucho tiempo hasta que la violencia se volvió a apoderar de la relación. Además intentó involucrarme en sus negocios con el Estado. Me ofreció que trabajáramos juntos para poder devolverme toda la plata que me había pedido. Pero cuando vi que el trabajo se trataba de robarle plata al estado no acepté. Se enojó muchísimo y fue él quien planteó la separación.
Después me enteré que a parejas anteriores las había usado como testaferro para cobrar seminarios truchos y cosas así. También lo confronté cuando me enteré que antes que yo había seducido a una chica de 15 años y me lo reconoció".
"Ya no éramos pareja pero lo seguí viendo porque me amenazaba. Me decía 'si no venís vas a aparecer en el volquete que está en la puerta de tu casa' y cosas por el estilo".
“La primera vez que me quiso pegar, me defendí”
"La primera vez que me quiso pegar, me defendí. De chica practique judo y sé como atajar un golpe. La segunda vez fui a la comisaría, pero no me quisieron tomar la denuncia porque no tenía marcas.
En abril de 2016 dije basta. Fue después de una pelea en donde terminé cortada con una copa de vino. Me insultó, me agredió físicamente y me menospreció, como solía hacer. Pero esta vez había tocado fondo…"
"Armé un bolso y me fui a La Lucila del Mar a trabajar de camarera. Sabía que si me quedaba acá me iba a amenazar y no sabía hasta donde iba a llegar. Un tiempo después me pidió perdón por hacerme perder el trabajo y por el maltrato. Lo disculpé, pero siento que igual tengo que compartir mi historia para ayudar a todas las mujeres que sufren este tipo de situaciones".
Por Soledad Martínez Caneda
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