Aunque se trata de una franquicia que puede disfrutarse en muchas plataformas, Oddworld forma parte de la memoria colectiva como una serie que nació en la primera consola de Sony, con una primera entrega que supo elevar la calidad del catálogo de la primera PlayStation, a la vez que expandir la propuesta del sistema en términos de variedad de géneros. Abe -el protagonista- es un Mudokon que no está dispuesto a tolerar la explotación y los abusos de una oscura corporación y en un acto de profunda rebeldía decide escapar y llevarse consigo a la mayor cantidad de mudokons que se sumen en el camino.
En este andamiaje reposa una obra que combina elementos de acción, plataformas y puzles en un marco bidimensional que se veía de lujo en las viejas pantallas de tubo tan habituales en los noventas. Con secuelas y varios spin-offs, Oddworld creció en popularidad y en 2014 llegó Oddworld: New ‘n’ Tasty, que no es ni más ni menos que la remake del primer juego de la franquicia, con una profunda puesta en valor en términos estéticos y tecnológicos, manteniendo a rajatablas los preceptos jugables que lo convirtieron en un éxito de culto. Casi siete años más tarde nos llega Oddworld: Soulstorm, un juego que continúa la trama de New ‘n’ Tasty desde el punto exacto donde aquel título terminó.
Pero Soulstorm no es continuista desde el punto de vista de la trama solamente, sino que también abraza la propuesta de juego y la perspectiva. Sigue siendo ese juego de plataformas con severos picos de dificultad en el que nuestra misión es escapar descifrando distintos rompecabezas y rescatando la mayor cantidad de mudokons en el camino. Donde Oddworld: Soulstorm gana es en la escala del conflicto que nos presenta, literalmente: los escenarios ahora gozan de un glorioso 3D con muchísima profundidad, en el que podemos vislumbrar con claridad dónde está la meta de cada escenario y todo lo que sucede alrededor.
Llevar el apunte a los movimientos de Abe puede ser bastante caótico por este exacto motivo: es tanto lo que sucede y hay tantas partículas y distracciones al unísono que en más de una ocasión vamos a perder la vida en reiteradas ocasiones. Cosa que tampoco resulta tan compleja: Abe es particularmente frágil y por lo general bastará el contacto con un proyectil o enemigo para morir; la existencia de una barra de energía es prácticamente un paso de comedia negra, en el mismo tono que Just Add Water desarrolla la impronta anti corporativa del relato, cosa que logra con creces.
Además de la escala en los escenarios y su espectacularidad, Oddworld: Soulstorm también gana en términos narrativos. La historia es un elemento mucho más presente y aunque no se nos plantean momentos superlativos, sí ejerce la fuerza necesaria para invitarnos a seguir adelante y ver qué es lo que sucede con Abe, RuptureFarms -los enemigos- y el destino de los mudokons. Gracias a esto, Oddworld: Soulstorm se destaca por sobre sus antecesores porque ofrece una experiencia más completa en la que podremos encontrar múltiples motivos por los cuales jugar.
Otra adición a la jugabilidad es la posibilidad de fabricar elementos: bombas de humo, minas remotas y el uso de distintos líquidos para atravesar los escenarios o atacar a los enemigos aportan más profundidad y suman mecánicas que en definitiva, nos permiten optar entre una senda más volcada al sigilo o bien ir de la manera más agresiva posible. Sea cual fuere nuestra decisión, tocará lidiar con una enorme cantidad de elementos a los que la falta de pulido se hace evidente. Para ser un juego de plataformas, los controles se sienten bastante toscos, al punto tal de que recuerdan a los primeros pasos de Abe en la vieja PlayStation. Por esto, existe una fuerte tensión entre las ambiciones técnicas del juego y lo que nos ofrece para jugar con el control en la mano: a veces se siente anacrónico.
Además de esto, Abe tiene distintos problemas referidos a bugs y errores de clipping que nos dejarán clavados en distintos lugares de la geometría de los niveles, requiriendo a veces varios reinicios del nivel para funcionar correctamente. Lo mismo sucede con distintos elementos interactivos del escenario que súbitamente dejan de responder. Oddworld: Soulstorm está compuesto por 17 niveles que pueden tomar entre 14 y 18 horas completarlos, en parte debido a su dificultad pero también por su falta de claridad en varias consignas.
Esto no hace más que empantanar una campaña con buenas ideas pero que se queda sin variedad. Lo reiterativo por momentos se acerca al hastío y allí es donde Oddworld: Soulstorm deja entrever sus costuras más desprolijas, puesto que dura bastante más de lo que le conviene. Sin ir más lejos, me propuse terminar su campaña lo más rápido posible desde su fecha de salida, pero nunca pude dedicarle más de dos horas seguidas sin empezar a pensar en qué otras cosas tengo para jugar en mi juegoteca. Cuando eso sucede, no es para nada una buena señal.
No es que Oddworld: Soulstorm sea un desastre ni mucho menos. Es un juego competente, prolijo, que cuenta una buena historia y cierra de una manera compacta el arco de este relanzamiento de Oddworld y las aventuras de Abe. Recita sin repetir y sin soplar cada uno de los estamentos de juego que vienen heredados de épocas antiquísimas y lo hace bien; tal vez el problema sea justamente ese, ya que incluso siendo un estreno, nos hace pensar que algo no ha envejecido del todo bien. Por todas estas razones, estamos ante un juego que es recomendable sólo para los amantes a ultranza de las andanzas de Abe.
Si por el contrario, no sabés nada de este universo o te topaste por casualidad con él es importante manejar las expectativas: puede que rebotes a los 20 minutos de iniciar la partida. Oddworld: Soulstorm se puede conseguir en PlayStation 4, PC y si tienen PlayStation 5, pueden jugarlo completamente gratis ya que es uno de los juegos incluidos en el servicio de PlayStation Plus para el mes de abril.