La Xbox Series S es “la Xbox más pequeña de la historia”. Como se explicó en sus primeras impresiones, no sólo es una cuestión de tamaño, sino también de prestaciones técnicas. Teniendo en cuenta que el otro modelo que ofrece Microsoft, la Xbox Series X, es la consola “más potente” del mercado, ¿por qué alguien debería considerar a la Xbox Series S a la hora de elegir qué comprar? Esta es la pregunta que se intentará responder a continuación.
Para empezar, dos de las mayores fortalezas de este sistema, como ya se han mencionado, son su rapidez y su comodidad. Es un auténtico deleite lo veloz que resulta navegar por los diferentes menús y opciones de la consola, logrando una respuesta inmediata en el usuario. El sistema operativo es sumamente amigable, con un diseño intuitivo que permite su aprendizaje y entendimiento al poco tiempo.
Las opciones de personalización se sienten útiles, con la posibilidad de decidir qué aplicaciones aparecerán en la pantalla de inicio, además de poder escoger el orden en el que aparecen las diferentes funciones de la “guía”. Dicha guía es un menú que se puede abrir en todo momento, en el cual se pueden realizar acciones rápidas como compartir las capturas de pantalla que se hayan sacado jugando algún título, revisar los diferentes logros obtenidos o cambiar rápidamente el videojuego o la aplicación que se esté utilizando.
Con respecto a esto último, el pasar de un juego a otro en segundos es uno de los aspectos en los que se ha hecho más énfasis desde Microsoft. Gracias a la función “Quick Resume” (”Resumen Rápido”), el sistema puede “almacenar” hasta cuatro videojuegos diferentes al mismo tiempo y permitir el intercambio entre uno y otro en cuestión de segundos. Es decir, se puede estar jugando un título como Yakuza: Like a Dragon y decidir pasar a Doom Eternal. Mientras se juega a este último, el primero quedará “suspendido” y se podrá retomar desde el exacto punto en el que se lo suspendió en tan solo unos segundos.
El uso que cada usuario le dé a esta función será distinto, con personas que seguramente la expriman al máximo como otras que apenas le den importancia. Además, es importante aclarar que no se puede usar Quick Resume en todos los títulos y que en ocasiones puede fallar. No obstante, sigue siendo una funcionalidad sorprendente y útil para quien la utilice.
Otro aspecto relacionado con la velocidad y comodidad de la Xbox Series S se puede encontrar jugando sus títulos. Los tiempos de carga, en especial de aquellos con la etiqueta de “optimizado para Series S y Series X”, han sido reducidos drásticamente con respecto a la consola anterior, la Xbox One. Esto incluye desde el primer inicio del videojuego al menú principal hasta los diferentes momentos de espera entre cargas de niveles y demás. Junto a Quick Resume, estas opciones agilizan notablemente la experiencia del usuario.
Todas las mejoras antes nombradas no vienen sin un contrapeso. La memoria disponible en esta consola es tan sólo de 364GB, con la posibilidad de ampliarla utilizando tarjetas de expansión Seagate (una opción costosa de alrededor de 200 dólares). Aunque con la misma se puede tener un número de videojuegos instalados importante y ciertamente los mismos requerirán menos espacio que en la Xbox Series X, este es un tema a tener en cuenta y considerar para quienes estén interesados en este modelo.
Por otra parte, algo fundamental al elegir una consola es su catálogo de videojuegos disponibles hasta el momento. Para quien nunca haya sido un usuario de Xbox, dicho catálogo es enorme. No sólo incluye los títulos más contemporáneos, sino también juegos de todas las generaciones anteriores de la marca (siempre y cuando sean compatibles). Teniendo en cuenta los precios localizados en pesos argentinos de la Microsoft Store y el servicio de suscripción de Xbox Game Pass, cualquier usuario que adquiera una Xbox Series S tendrá acceso al instante a muchísimos títulos por un costo moderado.
En cuanto a la performance y a cómo se ven estos títulos, los de anteriores generaciones como la Xbox 360 o la Xbox original corren de maravillas gracias a la retrocompatibilidad (el poder reproducir videojuegos de una consola anterior) de este sistema. Es en los juegos más actuales donde empiezan a notarse ciertas limitaciones técnicas y otras consideraciones a tener en cuenta. Si el título se encuentra con la etiqueta antes mencionada de optimización, es probable que corra a 60 cuadros por segundo y una resolución de 1080p. Sin embargo, hay casos como Yakuza: Like a Dragon donde éste se reproduce a menor resolución, o los ejemplos más notables de Assassin’s Creed: Valhalla y Watch Dogs: Legion, donde éstos corren en una tasa de 30 cuadros por segundo.
La promesa publicitaria de resoluciones a 1440p y tasas de “hasta” 120 FPS con la cual se mostró este sistema al público no se estarían cumpliendo. Esto no quiere decir que no haya casos donde se logren dichas metas, como por ejemplo en la colección de Halo, donde los títulos corren en tasas de 120 cuadros por segundo. O incluso se pueden encontrar sorpresas, como Ori and the Will of the Wisps soportando una resolución de 4K y 60 FPS. (La consola puede soportar estas resoluciones de por sí, como ocurre en las aplicaciones de video como Youtube y Netflix). El asunto es que estos casos no son la regla y hay experiencias con mayores limitaciones.
Sin embargo, es aquí donde se complejiza el análisis y hay que tener en claro algunos puntos. Primero, mucho de lo que se ha destacado en este análisis no sólo aplica a Xbox Series X y con mejores resultados (esta consola sí soporta resoluciones 4K y tiene una mayor capacidad de almacenamiento, entre otros aspectos). Sino que también incluye a la anterior generación, Xbox One. Quitando funciones como Quick Resume y cuestiones de velocidad general, la anterior consola ya hacía mucho de lo que hace la Series S. Es más, por el momento no existe ningún videojuego de esta última que no se pueda jugar en una Xbox One, en ocasiones a mayor resolución si se cuenta con una Xbox One X.
En segunda instancia, hay que entender que este escrito es un análisis “inicial”. Tanto la Series X y la Series S son apuestas a futuro. Aunque ya se empiezan a mostrar cambios interesantes y emocionantes con respecto a la generación anterior, la explosión del potencial de las mismas se verá recién en los próximos años. Hasta el momento, ni siquiera se cuenta con títulos exclusivos pensados sólo con estas consolas en mente, los cuales seguramente aprovecharán más de sus capacidades (hecho que sí ocurre en PlayStation 5).
Entonces, ¿a quiénes les conviene comprar una Xbox Series S? Principalmente, a aquellos usuarios que nunca hayan probado una Xbox y quisieran tener una opción más económica, sin importar sus recortes técnicos y de espacio. Por otro lado, quienes ya cuenten con una Xbox One, especialmente en versión S, notarán mejoras si realizan el cambio, pero probablemente no sean las suficientes para justificar el salto. Al menos, actualmente.
No obstante, el potencial está. La arquitectura presente en el sistema ya permite disfrutar de experiencias de “nueva generación”, como jugar títulos con Ray Tracing, una tecnología enfocada en luces, sombras y reflejos (tal es el caso del nombrado Watch Dogs: Legion). Dicha tecnología no está disponible en los títulos de Xbox One y promete ser uno de los grandes avances en materia visual a futuro. Además, más allá de que Microsoft siga brindando soporte a su anterior consola por los siguientes meses, lo cierto es que ya se están desarrollando títulos exclusivos para las nuevas plataformas. Tal es el caso, por ejemplo, de Resident Evil Village, la próxima entrega de la clásica saga de terror.
Debido a estas razones, la Xbox Series S sigue siendo una gran puerta de entrada para la “next-gen”. Los usuarios podrán disfrutar de muchas de las tecnologías y funcionalidades nuevas a un costo considerablemente menor.
Por último, es importante remarcar que actualmente no se encuentra disponible de manera oficial stock de la Xbox Series S ni de la Xbox Series X. Sus precios de preventa ($65.999,00 y $99.999,00, respectivamente) podrían variar en el futuro.
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