Mi cuarentena perfecta: una semana en “Animal Crossing New Horizons”

Tras una espera interminable, la mítica serie de Nintendo encuentra en esta entrega su mejor exponente. Un clásico imperdible que se suma al catálogo de Nintendo Switch.

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Mis días no son los mismos desde que este nuevo juego de Nintendo forma parte de mi vida. De pronto, me encuentro con la taza de café caliente en pleno desayuno, revisando qué tal va todo en esta isla otrora desierta, nombrada en un guiño al barrio donde vivo. Una vez fue desierta pero hoy cuenta con mi presencia y además cuatro vecinos, uno de ellos recién llegado. Respira vida: algunos hacen yoga en la plaza central. Otros, pescan plácidamente en la orilla de la playa paradisíaca que rodea el islote. Miro el reloj y faltan diez minutos para las ocho de la mañana: justo el horario en el que la tienda del pueblo abre. ¿Qué muebles nuevos y limitados tendrán hoy? ¿Cuál será el ítem especial del día? ¿Qué puedo fabricar y vender por el doble de su valor? Aquí mi experiencia con uno de los mejores juegos del 2020.

Trailer Animal Crossing

Esta es sólo una pequeñísima muestra de la rutina de Animal Crossing: New Horizons, cuyo nombre nos plantea desde el inicio que esta entrega busca nuevos rumbos, sin perder la esencia característica de la serie. Animal Crossing llegó allá por el año 2001 a Nintendo Game Cube y ya para ese entonces se perfilaba como un juego único y sobre todo arriesgado: un simulador de vida -o simulador de comunidad- que nos planteaba una situación de llegada a un pueblo ya establecido, poblado por una panda de animales antropomórficos en donde la idea era vivir a nuestro ritmo. Un juego en el que predominaba una apertura y libertad signados por lo abstracto.

Incluso en New Leaf -la edición de Nintendo 3DS- con todos los cambios que introdujo, iba mas o menos por los mismos rieles. El paradigma cambia drásticamente en New Horizons principalmente porque volamos hacia una isla desierta y somos nosotros quienes decidimos qué y cómo, porque nos convertimos desde la primera hora en la mano derecha de Tom Nook: el famoso mapache conocido por sus prácticas usureras. Porque sí: este simpático personaje será quien nos proporcione los préstamos hipotecarios para ir mejorando nuestra casa -algo característico en Animal Crossing- pero también será el que nos encargue el desarrollo de los distintos elementos que irán dando forma a la isla para convertirla en el paraíso de nuestros sueños.

Mientras que otros juegos de la serie hacían más énfasis en la recolección de frutos para su compra venta, New Horizons introduce la idea del “crafting” o fabricación de elementos mediante la recolección de recursos: bolas de arcilla, rocas, piedras, maderas, ramas y más. A través del banco de artesanías podemos materializar una enorme cantidad de proyectos que aprendemos a través de tarjetas que podemos comprar con bayas -el dinero en la isla-, cambiar por Millas Nook -un novedoso sistema de recompensas que nos premia por realizar acciones de manera constante- o por ejemplo, charlando con vecinos o encontrando mensajes perdidos en botellas que aparecen súbitamente en las playas. Aunque la inclusión de este banco de herramientas podría haber roto el balance del juego, lo cierto es que no sólo va perfecto con la premisa de convertir a la isla en un punto turístico de interés, sino que también nos hace partícipes de todo lo que acontece en la isla: todo lleva nuestra firma.

Esto a su vez introduce la posibilidad de personalizar todos y cada uno de los muebles: la personalización es uno de los ejes centrales del juego. Encontraremos patrones para pintar las paredes, exhibir cuadros o mismo fabricar nuestra propia ropa. De hecho, aunque podemos comprar una infinidad de prendas de vestir, New Horizons te alienta a que crees tus propios estilos. Tu casa se puede convertir en un lugar realmente único si te das maña con la intuitiva herramienta de creación incluida en el Nookófono -un celular que nos ceden al iniciar el juego.

Nintendo Direct Animal Crossing

La isla tiene una extensión generosa, la más grande vista en la serie hasta el momento, y si bien no se trata de un mapa enorme en plan Don’t Starve o algún otro juego de supervivencia o mundo abierto, el sentido de aventura siempre está presente. Cada vez que utilizamos la garrocha para saltar cruzar un arroyo, New Horizons nos grita “¡Aventura!”. Cada día que pasa encierra un secreto nuevo por descubrir, un vecino misterioso que tal vez nos ofrezca alguna alfombra mágica para vestir el suelo de nuestro hogar, o simplemente sea el disparador de alguna situación tan disparatada como memorable. Y esto es una constante que se mantiene desde que empecé a jugarlo.

Lo mejor de todo, sin embargo, es que al igual que en sus antecesores, sigue manteniendo la idea de jugar a nuestro propio ritmo. Los que recién se embarcan en esta aventura, encontrarán en ella una serie de elementos que le dan un sentido de progresión mucho más presente que antes: objetivos de corto, mediano y largo plazo; desafíos y premios diarios. La comunidad irá progresando gracias a nuestra labor y todo nuestro esfuerzo se verá reflejado en las casas más vistosas, en las nuevas tiendas que se instalan, en el museo del pueblo que irá llenando sus vitrinas con insectos, peces y fósiles que podemos recolectar, atrapar y donar para su exhibición.

Hay una tonelada de actividades diarias, todas divertidas, todas encantadoras. Pero siempre, siempre podremos realizarlas cuándo y cómo queramos: no estamos ante un juego de supervivencia donde hay barras que se agotan y que tenemos que mantener. No hace falta comer para mantenerse con vida, ni tampoco nadie juega una carrera para ver quién tiene la casa más grande. Animal Crossing: New Horizons es puro encanto, pura bondad. Hasta Tom Nook -que igual destila humor respecto al hiper capitalismo- se ha convertido en una suerte chamán que defiende la ecología y cuyo foco está justamente en el fortalecimiento comunitario. Y llega en un momento muy especial, en el que el mundo se ve estremecido por la pandemia del Covid-19. Es un juego que tranquilamente podría mantener tu cabeza en orden durante estos tiempos difíciles.

Ciertos juegos se convierten en un lugar. Animal Crossing: New Horizons es uno de ellos. No sólo porque en efecto, se trata de un juego que nos invita a vivir casi una vida alternativa en una comunidad idílica, sino porque también podemos jugar localmente compartiendo la consola online invitando a amigos a pasear por nuestra isla o visitar la de ellos. A través de Aerolíneas Dodo (el mini aeropuerto del juego) podremos juntarnos con amigos y compartir una fogata, momentos de pesca o aprovechar incluso para intercambiar ítems difíciles de conseguir. Sin ir más lejos, antes de escribir estas líneas nos juntamos con cinco amigos para intercambiar frutas que difíciles de conseguir en mi isla, con lo que ya tengo para cosechar duraznos, manzanas y naranjas. Más allá de ciertos elementos que se sienten algo arcaicos, el modo para varios jugadores está muy bien pensado y balanceado, y termina de darle un el sentido comunitario que el juego abraza desde su inicio.

No voy a mentirles: aunque jugué Animal Crossing New Horizons durante muchas horas a través de los últimos ocho días, no llegué a ver todo lo que ofrece. Como sus antecesores, el juego transcurre en tiempo real, es decir, que un día en Animal Crossing tiene veinticuatro horas, y avanzar en ciertos aspectos puede tomar días. Por ejemplo, establecer el museo es un proceso que toma dos días enteros; hay elementos que se vuelven disponibles de un día para el otro. De hecho la tienda atiende desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Por esto es que no llegué al máximo desarrollo de mi casa y tampoco voy a poder contarles nada sobre el evento de Pascuas que empieza el primero de abril -sí, el juego también tiene eventos por calendario con ítems y acciones especiales.

Es cierto que también podemos apelar a “saltar en el tiempo”: una técnica milenaria que ya se hacía en otros juegos, donde cambiando el reloj de la consola podíamos acelerar ciertos procesos que de otro modo tomarían días y semanas. Pero sería arruinar la experiencia, porque Animal Crossing New Horizons está pensado para que lo vivas de ese modo. Tal es así que incluso hace coincidir las estaciones, ya que nos pide que pongamos en qué hemisferio de la tierra vivimos.

Como decía, no voy a mentirles y decirles que lo he visto todo, pero lo que sí puedo asegurarles es que seguiré inmerso en New Horizons durante mucho, mucho tiempo: probablemente hasta que salga el próximo. Porque tiene encanto, porque cada día que pasa ofrece algo nuevo para hacer; porque es un juego que posee la magia que distingue a los juegos de Nintendo y los hace únicos.

Animal Crossing: New Horizons es el evento, es el lugar donde, si tenés una Nintendo Switch, deberías estar. Está ahí arriba junto a Breath of the Wild como lo mejor que tiene la consola. Es tan pero tan encantador y magnético que incluso teniendo la fortuna de poder jugar a prácticamente todo lo que sale, no fui capaz de jugar ni a Doom Eternal, ni a Warzone, ni nada. No hago más que pensar en volver a mi pequeña isla que lo tiene todo. Ahora si me disculpan, los dejo, que en una hora cierra la tienda y si no compro esa cafetera expreso para mi cocina, quién sabe cuándo la vuelva a ver.

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