Por lo general, evito empezar a hablar de un juego citando otro, pero en algunos casos resulta casi imposible. Sucede que hay muy pocos títulos tan influyentes en la industria como Dark Souls, al punto tal de establecer un género propio y además, aportar elementos que terminaron adoptando incluso juegos por completo distintos. La idea del desafío como el sentido principal, el descubrimiento por cuenta propia; el progreso por nuestros propios medios y la sensación de recompensa al sobreponerse a la adversidad.
Existe una amplia gama de juegos que tomaron esta filosofía con resultados irregulares; obras que tratan de enmascarar estas influencias o aquellas que terminan siendo una copia descarada. Uno de estos esbirros de la filosofía Dark Souls fue el primer Nioh, publicado hace poco más de tres años de la mano de Team Ninja. Más allá de la elevada dificultad, había elementos que resultaban familiares: los escenarios y sus estructuras, la idea de recolectar almas -o “amrita”, como se lo conoce en el universo Nioh-, los altares (o Fogatas), las peleas inolvidables contra jefes.
Pero Nioh tenía un par de ases bajo la manga: un estilo de juego mucho más dinámico y apoyado en aquello que Team Ninja sabe hacer muy bien que es, el género del hack and slash. Además, su universo se conforma con inspiraciones de la mitología japonesa y la historia del país nipón, específicamente en el período Sengoku. Fue un juego que tuvo un suceso medido: no fue un éxito, pero sí tuvo repercusión entre los habitué del género que enarbolaba; bien podría decirse que se trata de algo de culto.
¿Y por qué este repaso de historia? Sucede que la naturaleza continuista de Nioh 2 se beneficia de establecer los parámetros de qué significa Nioh en el panorama del videojuego actual. No es algo necesariamente malo, de hecho, Nioh supo ser un juego compacto y con ideas claras. Pero en esta oportunidad, Ninja Theory supo tomar todo lo bueno de aquel primer exponente para potenciarlo, introduciendo a la fórmula una serie de elementos que le aportan robustez. La estructura general del juego se mantiene inalterada: estamos en presencia de un título que encuentra su mantra en la repetición.
La aventura se desenvuelve a través de un mapa en el cual podemos seleccionar una cantidad determinada de misiones primarias y secundarias, siguiendo la historia del misterioso personaje y su trasfondo. Un protagonista que, a diferencia de William en la primera entrega, podemos crear utilizando un potente editor de personaje. Más allá de este elemento no menor, esto supone un gran cambio porque nuestro protagonista no es un “humano” corriente, sino que es mitad humano y mitad “Yokai”, es decir, mitad demonio, o al menos, como se conocen a los demonios en el juego. Pero hablaremos de esto más adelante.
Por lo pronto, decimos repetición porque Nioh 2, al igual que su antecesor, tiene un énfasis mucho más marcado en el tipo de equipo que tenemos y cómo lo conseguimos. Armas, armaduras, talismanes, recursos: todo se consigue explorando los intrincados niveles y derrotando enemigos comunes, mini jefes o directamente jefes principales de nivel, en batallas tan difíciles como espectaculares y memorables. Tenemos la opción de repetir niveles con el objeto de acrecentar la experiencia de nuestro personaje -en la jerga se le dice “grindeo”- o bien encontrar el equipo que marque la diferencia.
El sistema de combate está en la misma línea que el primer Nioh, que guarda ciertas similitudes con Dark Souls. Tenemos una barra de salud, una barra de energía o “ki” que se gasta con cada ataque que propiciamos, y otra que corresponde al costado Yokai del personaje. La gran diferencia respecto a Dark Souls es en la dinámica de estos enfrentamientos. Requieren mucha planificación, pero a su vez son frenéticos, veloces. Crudos. El armamento en general es el mismo que en el primer juego: cetros, katanas, tonfas, entre otras, a las que se suman hachas dobles y una especie de cetro que se controla con una sola mano, cerrando así más de diez armas que pueden ir variando en su rareza, lo cual les otorga distintas propiedades para atacar.
En este aspecto, Nioh 2 se codea mucho con Diablo: por momentos es preferible encarar distintas pasadas a los niveles para poder mejorar así nuestro equipo y obtener la mejor versión posible de nuestra katana favorita. A su vez, cada arma tiene su propio árbol de habilidades a desarrollar según cuánto la usamos y qué nivel de familiaridad tenemos. Y por si fuera poco, cada arma posee tres posturas de ataque distintas, cada cual con sus combos específicos y sus elaboradas animaciones espectaculares.
Nioh 2 es un juego profundo. Nos permite jugar con todas las variantes y cuando mejor se pone es cuando ya estamos promediando el título y tenemos en nuestro haber una buena cantidad de herramientas. Tal vez en esto es lo siente más inclusivo que otros exponentes del género: nos da una enorme cantidad de posibilidades para poder desarrollar nuestro personaje y dar caza a los temibles jefes finales de cada región. Y en este sentido, las habilidades Yokai hacen una gran diferencia.
Al llenar un medidor podemos convertirnos en un Yokai que elegimos ni bien empezamos el juego de entre tres disponibles, lo cual convierte incluso al arma que portamos en su versión demoníaca -no todas tienen esta versión alternativa, cabe aclarar. En este período corto de tiempo, nuestro daño en ataque se verá multiplicado por decenas, lo cual puede sacarnos de varios aprietos durante el juego, cosa que sucede con muchísima frecuencia. Y aunque esto puede parecer como una especie de botón de pánico para escapar de situaciones tirantes, no se trata de un modo “Rage” a la God of War en donde somos invencibles.
Todo lo contrario: tenemos que cuidarnos y pensar bien en qué momento disparamos esta habilidad. Los golpes que recibimos acortan mucho más la ventana de tiempo de la que disponemos para desatar la furia yokai. Otra de las mecánicas disponibles desde la faceta Yokai del protagonista es la posibilidad de hacer un parry a los ataques no bloqueables de los enemigos. En Nioh 2, todos poseen un ataque de carga que puede resultar devastador: desde los simples pueblerinos hasta los jefes de nivel más duros. Si nos atrapan en uno de estos embates, podemos morir casi de inmediato. Pero si calculamos bien el tiempo y acertamos el contragolpe, podremos realizar un daño que marcará una enorme diferencia en la contienda. Requiere muchísima práctica, eso sí.
En Nioh 2 la cooperación también resulta una clave al igual que en su antecesor y también encontramos novedades. Podemos invocar hasta dos jugadores para que nos ayuden a despachar a las hordas demoníacas que en muchas ocasiones nos superarán en número. Una party de tres jugadores contra todos es algo difícil de ver en juegos de este tipo y Nioh 2 lo ejecuta de maravillas. Además, existe un sistema de riesgo y recompensa que consiste en invocar espíritus: a través de ofrendas podemos invocar espíritus “malignos” con los que combatir, para luego utilizar el recurso que nos dejan para llamar a un ayudante. Estas versiones benévolas de los espíritus estarán controladas por la CPU y aunque sea difícil de creer, resultan muy útiles en ciertos puntos del juego.
Se siente como una secuela ajustada y compacta. Está claro que Team Ninja sabe exactamente cuáles son las fortalezas de su creación y cómo llevarlas a cotas insospechadas. Tal es así que incluso reparan en detalles no menores para este tipo de experiencias como lo es por ejemplo, la performance. Podemos seleccionar si queremos jugar a 60 frames con menos detalles visuales -dando prioridad a la respuesta del control- o bloquear todo a 30 frames, con un acabado más cinematográfico. Lo cual hace que la experiencia se eleve, al menos, desde lo visual.
Porque Nioh 2 está inspirado entre otras cosas, en la obra de Akira Kurosawa, y más allá de no ser una punta de lanza desde lo técnico, se las ingenia para plasmar escenas que son dignas de engalanar el más exigente de los fondos de pantalla. Artísticamente, la obra de Team Ninja sigue siendo un triunfo. Es cierto que incluso con las mecánicas agregadas para agradar a un público más amplio, Nioh 2 le sigue hablando a un nicho de jugadores muy específico. Pero también vale decir que ese grupo de jugadores, ávidos de aventuras que saquen callos en los dedos hace rato que dejó de ser un nicho.
Pero cabe aclarar que este juego requiere un fuerte compromiso hacia su propuesta, como también un acercamiento metódico a las reglas de su juego, al menos en un comienzo. Por fortuna no tarda en darnos recompensas: es tan difícil como gratificante, a un nivel que sólo un maestro como Hidetaka Miyazaki puede conseguir con su obra. Y eso no es sencillo de conseguir, razón por la cual no puedo dejar de recomendarlo.