Incluso hoy, después de casi 5 años de su salida inicial, Hotline Miami sigue siendo inspiración para nuevas generaciones de desarrolladores. Sucede que Paper Cult nos acerca un juego que está claramente inspirado en el violento clásico sacudió a jugadores y prensa especializada con su estética única y su jugabilidad absorbente. El riesgo, claro está, cuando llega un juego que sacude cimientos es la proliferación de clones que con mayor o menor suceso logran emular al menos una parte de la experiencia. No es el caso de Bloodroots.
A diferencia de estos juegos similares, la obra de Paper Cult se desmarca por varios motivos. El más llamativo es su estilo estético: bien podría tratarse de un juego visualmente diseñado por los estudios de Cartoon Network. Con fondos coloridos, animaciones suaves y modelos de enemigos vistosos y con personalidad, Bloodroots es un festín para nuestros ojos. Pero también se lo siente bien en las manos a la hora de jugar. Desde una vista isométrica, el juego nos ofrece abrirnos paso a través de una serie de niveles lineales atestados de enemigos a la usanza de Hotline Miami, pero con muchas novedades.
Personificamos a Mr. Wolf, miembro de una banda de forajidos que es traicionado por sus compañeros, atacado ferozmente y dado por muerto. Desde una solitaria fogata en el medio de las montañas, nuestro silente personaje deberá ir dando caza a cada uno de los miembros de la banda, terminando por su cabecilla principal. La furia de Mr. Wolf es plasmada en pantalla por lo brutal de los ataques que propicia. En Bloodroots, al igual que en Hotline Miami, tenemos muchas armas a disposición, pero lo más interesante es que se incorpora también a la ecuación cualquier elemento del escenario que deseemos emplear.
En más de una ocasión me vi despachando enemigos haciendo girar un barril alrededor del escenario; otras, directamente con una zanahoria. El juego nos invita a experimentar con todas las herramientas que nos provee y más importante aún, con sus reglas físicas. El escenario es susceptible a nuestra acción no sólo rompiéndose sus decorados: en una oportunidad, arrojé una antorcha a un barril que explotó y bañó en llamas a un puñado de pistoleros acovachados. Como para redondear la idea de la experimentación, los enemigos siempre estarán dispuestos de la misma manera, pero actuarán de formas diversas. Además, vienen ordenados en distintos tipos, es decir, algunos poseen armaduras, otros corren para acuchillarnos, otros optan por dispararnos desde la lejanía.
Bloodroots es un juego que por momentos se vuelve muy difícil y es que, para seguir con la inspiración de Hotline Miami, un sólo toque por parte de los rivales implica la muerte. Pero lejos está de ser frustrante, ya que simplemente presionando un botón reiniciamos en el último punto de control alcanzado. Y si bien por momentos puede parecer engorroso encarar un mismo segmento por enésima vez, la naturaleza azarosa del caos que se presenta en pantalla, en conjunción con la crudeza y espectacularidad visual, hacen de cada pasada un placer que pocos juegos logran entregar con tal consistencia.
Es una pena que la narrativa no esté a la altura de las circunstancias, puesto que coquetea con nosotros presentándonos personajes cuyo carisma se queda en las primeras instancias donde los encontramos, con lo que el vuelo que promete termina por volverse un simple paseo de cabotaje. Peca también de recurrir a clichés del género que cualquier habitué leerá instantáneamente durante los primeros treinta minutos de juego. Pero también es cierto que si bien esos condimentos podrían elevar este plato a uno digno de un restaurante de cinco tenedores, Bloodroots nos ofrece una experiencia que podríamos comparar con esa pizza o milanesa que siempre satisface y rara vez nos falla.
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