Puede que la historia se sienta injusta, pero los hechos son los hechos. Wii U fue una consola que ya desde su lanzamiento planteó más dudas que certezas, lo cual se reflejó en una bajísima tasa de adopción por parte de la fanaticada. Así es que su ciclo de vida fue más corto de lo habitual, desapareciendo con unas tímidas 13 millones de consolas vendidas en todo su ciclo. No sólo quedaron buenos recuerdos, sino también un tendal de juegos muy buenos -los tenía, nadie puede discutirlo- que Nintendo, ni lerda ni perezosa, puso en disponibilidad para su exitosísima Nintendo Switch.
Por esto es que cada vez que sale una reedición de aquellos juegos solemos celebrarlo: porque ahora sí gozan de un escenario y accesibilidad mucho mayores. Hubiera sido un pecado, por ejemplo, dejar atrás juegos como Splatoon, Donkey Kong Country: Tropical Freeze, o mismo el que nos ocupa hoy, Tokyo Mirage Sessions: un título considerado de culto, aclamado por aquellos afortunados que pudieron jugarlo en aquel entonces.
El anuncio de esta versión -subtitulada #FE Encore- despertó muchísimas expectativas en propios y ajenos ante la posibilidad de jugar al mítico juego de JRPG que cruza dos de las series más queridas del género en el mundo: Shin Megami Tensei Persona y Fire Emblem. Y aunque el mix podría haber sido un poco más parejo, lo cierto es que la presencia de Fire Emblem se da a través de los espíritus de personajes reconocidos de la franquicia, que se terminan empleando como armas llamadas Carnages, cada una con su propio estilo, personalidad e incluso efectos estéticos para los personajes.
La jugabilidad está mucho más cerca de los juegos de la casa Atlus, específicamente en el universo de Persona: con combate por turnos, ataques especiales y mecánicas de corte elemental a dominar y aprender. A través del sistema denominado “Sessions”, lo que hacemos es buscar el punto débil de los enemigos para desatar así un combo continuado de ataques, propiciado por nuestros compañeros. La dinámica de los enfrentamientos resulta muy cerebral y a la vez, espectacular: el juego sigue haciendo gala de animaciones muy trabajadas, dignas del mejor de los animé, que incluso podemos desactivar si deseamos que todo transcurra más rápido.
Aunque el combate tiene su propia esencia, se encuentra dentro de los cánones típicos de este tipo de juego y quienes hayan jugado Shin Megami o Persona se sentirán a gusto. Muy a gusto. Es tal vez en la historia donde encontramos más alicientes para atravesar toda la aventura. Es cierto que cae en lugares comunes del animé, pero igualmente tiene una calidad superlativa en su escritura, planteo y personajes involucrados. Encarnamos a Itsuki, un adolescente que se encuentra con una amiga llamada Tsubasa mientras asisten a una audición para postularse como Idol. Pero detrás de esto hay mucho más, ya que la hermana de Tsubasa -una idol muy popular- desapareció cinco años atrás junto con toda la audiencia durante un concierto multitudinario donde Tsubasa fue la única que salió ilesa del misterioso episodio.
Pronto tomamos conocimiento de que los Mirage -una suerte de extrañas entidades que habitan en otra dimensión- son los responsables, puesto que se alimentan de la esencia creativa de los artistas, y somos nosotros quienes debemos poner límite a sus embates, mientras conocemos los trasfondos de una historia un tanto cliché pero no por eso menos apasionante, al punto de que podemos terminar el juego con entre 25 y 30 horas de juego -sin completarlo todo- sin sentir fatiga alguna.
Ayuda al asunto el buen diseño que tienen los dungeons o niveles en los que transcurre el combate: la dimensión alternativa conocida como “Idolasphere” se componen de escenarios que incorporan distintos rasgos jugables que los diferencian entre sí, aportando una buena variedad de situaciones en cada uno de ellos. Además de esto, artísticamente estamos ante una obra realmente atractiva: el diseño de los niveles tiene muchísimo estilo, saltando de escenarios bien tokiotas o cosmopolitas a versiones alternativas de dichos lugares, como el dungeon de Daiba Studio: un estudio de TV deformado con elementos cuasi oníricos.
La experiencia con Tokyo Mirage Sessions #FE Encore es casi intachable en especial para aquellos que, como yo, lo experimentan por primera vez. Sin embargo, es imposible no notar la gran oportunidad perdida para resolver cuestiones básicas, ahora que está disponible para un público mayor. En primer lugar se echan de menos opciones de localización: las voces están en japonés y los textos únicamente en inglés. Incluye todos los DLCs y se anima con nuevos personajes que suman un poco de historia, pero que poco cambian la estructura principal del título.
Técnicamente es un juego extirpado de Wii U y puesto dentro de Nintendo Switch: no hay mejoras para el rendimiento, ni tampoco resolución en pantalla (funciona a 720p tanto portátil como en el dock), por lo que resulta llamativo que Nintendo no se haya tomado las molestias que sí se tomó con otros ports ya mencionados al inicio de este análisis. Pese a esto, no deja de ser una oportunidad única de experimentar un juego de culto, único en su propuesta y mirada hacia una faceta de la cultura nipona que incluso hoy nos sigue resultando un tanto esquiva.
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