Claves geopolíticas de las reuniones bilaterales que Macri protagonizó con Trump, Xi y Putin durante el G20

El presidente argentino fijó una estrategia de política exterior basada en la diplomacia multilateral, en la cooperación entre países y en el libre comercio

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Mauricio Macri fijó una estrategia de política exterior basada en la diplomacia multilateral, en la cooperación entre países y en el libre comercio como método para insertar a la Argentina en la agenda global. Tiene la suficiente ductilidad política para cerrar acuerdos con Donald Trump y Xi Jinping, mientras el nuevo orden global se forja a los golpes de intercambio comercial entre Estados Unidos y China. El presidente argentino enhebró una relación personal con los principales líderes del planeta y usará ese capital internacional para atenuar la actual crisis económica y lograr que su proyecto de reelección sea avalado en las principales capitales del mundo.

Donald Trump considera a Macri su referente regional, pese a los gestos de aproximación que ejercita Jair Bolsonaro desde Brasil. El Presidente de los Estados Unidos aceptará la cercanía del futuro presidente brasileño, pero su elección estratégica es para la Casa Rosada. Trump desconfía de los proyectos nacionalistas –una versión demodé del populismo– y ya optó por el presidente argentino, aunque sostenga el libre comercio y respalde los objetivos del acuerdo de cambio climático firmado en París.

Macri sabe que Trump eligió como blanco móvil a Irán y se sumará con cautela a esa estrategia global. Duda en caracterizar a Hezbollah como "grupo terrorista", pero decidió que funcionarios argentinos participen de ciertos eventos que organizará la Casa Blanca para exhibir su rechazo al terrorismo global. El presidente colabora con Trump en su medida de las cosas y toma distancia cuando la agenda norteamericana puede interferir en su estrategia de política exterior.

Xi Jinping y Mauricio Macri
Xi Jinping y Mauricio Macri (Adrian Escandar)

Esta capacidad para tomar distancia de los intereses globales de Washington funcionó otra vez durante la firma de los acuerdos entre Buenos Aires y Beijing. Macri sostuvo que si crece China, también crecerá Argentina. Y eso implica que Estados Unidos no condiciona a la Argentina en la relación global con China, a pesar de su influencia al momento de obtener el último crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) o de apoyar el ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Trump es implacable para cobrar facturas, y su quid pro quo con Argentina no pasa por achicar los márgenes de la relación con China, aunque la situación continúa tensa entre ambas potencias.

Durante la reunión bilateral que mantuvieron en Olivos, Xi Jinping describió en pocas palabras la relación que pretende consolidar con Argentina. "Nosotros no privilegiamos el superávit", dijo el presidente chino ante el evidente desequilibrio de balanza comercial que existe entre los dos países. Eso significa –en términos pragmáticos– que China permitirá que Argentina avance sobre sus mercados sin pedir a cambio una contrapartida por volúmenes de sus propias mercaderías. Xi le está diciendo a Macri que Argentina es una socia estratégica y que ello implica que Argentina podrá exportar lo que pueda producir a 1.500 millones de chinos.

La perspectiva geopolítica que propone Macri causa peculiares resultados en un orden global que muta al ritmo del enfrentamiento que protagonizan Trump y Xi. Estados Unidos y China pulsean entre sí, y no tienen problemas en permitir que un Estado mediano en crisis económica (Argentina) se proponga mejorar su comercio exterior y sus inversiones extranjeras directas apalancado en potencias que pelean todos los días por la hegemonía mundial. Con 50 horas de diferencia, Macri elogió a Trump en Casa Rosada y después a Xi en Olivos, y nada cambió en la relación que mantiene Buenos Aires con Washington y Beijing.

Vladimir Putin y Mauricio Macri
Vladimir Putin y Mauricio Macri

A este ejemplo de pragmatismo diplomático se deben sumar los acuerdos que la Argentina firmó con la Federación Rusa. Macri había empezado frío con Vladimir Putin y después entendió cómo funciona la toma de decisión de un presidente que se crió en la KGB, vio cómo se disolvía la Unión Soviética y aún sueña con levantar un Imperio Ruso que recupere los territorios que Mihail Gorbachov cedió en plena Perestroika. El presidente argentino ahora sintoniza con Putin y protagonizó una bilateral que dejó satisfecha a ambas partes: habrá inversión rusa vinculada a la energía y se mantuvieron los acuerdos vinculados a los medios de comunicación, que Putin ama como ex jefe de los servicios de inteligencia de Rusia (FSB).

El orden global está en jaque por las diferencias entre Trump y Xi. Putin busca un lugar en el mundo y Emmanuel Macron se prepara para suceder a Ángela Merkel en el liderazgo de la Unión Europea. América Latina sufrirá en su agenda geopolítica por la presión de Bolsonaro desde Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México, y aún está pendiente la crisis humanitaria de los refugiados y la inestable situación social y económica en Venezuela. No hay caos mundial, pero tampoco hay equilibrio de poder para conservar un status quo que beneficie a los países emergentes como la Argentina.

Macri propone una diplomacia flexible que se apoya en las relaciones personales que mantiene con los principales líderes mundiales. Esa forma de diplomacia le permitió obtener los créditos del FMI, empujar el ingreso de la Argentina a la OCDE y lograr la posibilidad de organizar el G20 en Buenos Aires. No es poco para un país que hace tres años solo tenía como socios estratégicos a Venezuela, Irán y Cuba.

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