El comercio global, el cambio climático y la producción de acero trababan la aprobación del documento final del G20

Los principales líderes en la foto de familia del G20 (Ricardo Mazalan/Associated Press)

Quedaba poco tiempo, y los sherpas de los principales países del mundo no lograban conciliar las diferencias que enfrentan a Estados Unidos con China y la Unión Europea. Donald Trump no quería ceder respecto a su posición sobre el comercio internacional, Emmanuel Macron y Ángela Merkel insistían con defender la vigencia del acuerdo de París sobre Cambio Climático y Xi Jinping pretende liberar la exportación de acero a nivel global.

Estas complejas diferencias políticas, que exhiben la profunda crisis del orden mundial, transformaron a las últimas horas del G20 en una carrera contra el tiempo que no lleva a ningún lugar. Mauricio Macri hizo intensos esfuerzos diplomáticos para contener a los principales líderes del mundo, pero se hizo difícil conciliar distintos proyectos estratégicos en un época signada por los nacionalismos regionales, el escepticismo europeo y una asimetría económica que sobrevive como una plaga a las propuestas del multilateralismo del siglo XXI.

A las diferencias sobre comercio internacional, cambio climático y la sobre producción de acero se suma la crisis inmigratoria, el rol institucional del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el impacto de las nuevas tecnologías sobre la legislación laboral mundial. España impulsa una mención del G20 sobre la tragedia inmigratoria causada por la situación política en África y Medio Oriente, la Unión Europea propone un párrafo respecto a los futuros empleos y su regulación global y un importante bloque de miembros del G20 empuja la reformulación de las políticas del FMI ante la continuas crisis económicas de los países emergentes.

El presidente de China Xi Jinping cunto con su par argentino y anfitrión, Mauricio Macri (Manuel Cortina)

En el arte de la diplomacia global, frente a semejante nivel de conflicto, la experiencia histórica indica que se busca salir del atolladero a través de un documento lavado, liviano, redactado en prosa florentina y con suficiente volumen dialéctico para satisfacer los reclamos de Trump, Xi, Macron, Merkel Vladimir Putin. Si no hay acercamiento posible entre estos líderes mundiales, la cumbre del G20 en Buenos Aires concluirá con un Comunicado que se quedará en las formas y postergará hacia delante una definición concreta respecto al nuevo orden global que debería ejecutarse en el Siglo XXI.

Con todo, y al margen de las diferencias que enfrentan a los estados más poderosos, los sherpas avanzaron en temas complejos que pueden contribuir a mejorar el sistema político internacional. Se propondrá reformular la arquitectura de la Organización Mundial de Comercio (OMC), utilizar la infraestructura para mejorar la condición económica de los países emergentes, ejecutar un programa vinculada a la seguridad alimentaria y, fundamentalmente, se ratificará al G20 como un escenario institucional destinado a debatir la agenda que preocupa a la sociedad global.

Macri sabe los intereses que se juegan en el enfrentamiento que protagonizan Trump, Xi, Putin, Macron y Merkel, y hace los esfuerzos necesarios para lograr un comunicado final que satisfaga a todos los países involucrados en una batalla global con escasos antecedentes históricos. Se trata de una época caracterizada por una agenda que muestra un inédito cambio de roles: Washington en contra del libre comercio, mientras que Beijing considera que el proteccionismo afecta al desarrollo mundial. Un juego de espejos que no se resuelve durante 48 horas en Buenos Aires.

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