En 1999, una Argentina “que picaba alto políticamente” ingresaba al G20

La creación de ese ámbito implicaba el reconocimiento de una nueva realidad mundial y la inclusión de nuestro país era el resultado de las excelentes relaciones construidas durante la gestión de Carlos Menem con los países centrales

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11 de enero de 1999.
11 de enero de 1999. El presidente Bill Clinton y su par argentino Carlos Menem en una recepción en la Casa Blanca (David Hume Kennerly/Getty Images)

"Nadie en nuestro hemisferio ha hecho más por aprovechar las oportunidades de nuestra era": fue el elogio que le dedicó Bill Clinton a su par argentino, Carlos Menem, durante su visita al país en octubre de 1997.

Uno de los resultados directos de ese "aprovechamiento" fue la inclusión de nuestro país en el momento en que los integrantes del G7 -las grandes potencias industriales occidentales: Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido– decidieron, tras la crisis financiera de 1997-98 que era necesario ampliar el ámbito de deliberaciones de los ministros de Finanzas y titulares de Bancos centrales, para dar mayor participación a los emergentes en el debate y en la toma de decisiones, aportando a una mayor estabilidad internacional.

"La Argentina ingresa porque en ese momento tenía muy buen predicamento internacional, muy buena relación con los Estados Unidos y con Occidente en general", dice el embajador Fernando Petrella, que en 1999 estaba en Nueva York como representante de nuestro país ante la ONU.

Carlos Menem y Bill Clinton,
Carlos Menem y Bill Clinton, 1997

El hoy titular del Instituto del Servicio Exterior de la Nación recuerda que "estábamos en un mundo unipolar" y que Argentina se había destacado por "las operaciones de mantenimiento de paz, el desarme, los derechos humanos, en fin, por una cantidad de cosas, era un amigo importante de lo que en esos momentos era la constelación occidental, lo único que quedaba en pie después de la implosión de la Unión Soviética, es decir, Europa Occidental, Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Estados Unidos, Corea del Sur, Japón e Israel".

"Para esa forma de ver el mundo -agrega-, Argentina era un aliado importante, al punto que había sido declarada aliado extra Otan de los Estados Unidos, sobre todo por las operaciones de paz. Así que no es raro que haya sido incluida en la lista de los 20 países más importantes del mundo, cosa que, a pesar de nuestras coyunturas terribles, seguimos siendo"

¿La inclusión de la Argentina fue motivo de debate? "Yo estaba en Estados Unidos en ese momento -responde Petrella- y todos los factores de poder económicos de ese país jugaron a favor de la Argentina. En aquel tiempo, Menem hablaba con Clinton por teléfono y se entendían. Las 20 mil toneladas de carne fresca que estamos festejando ahora se las dio Clinton a Menem; lo recuerdo porque yo estaba junto al  presidente cuando Clinton le agradecía la presencia argentina en los Balcanes, en Haití, en Kuwait…. y a Menem se le ocurrió pedirle eso. Había una relación realmente muy sólida, la Argentina picaba alto políticamente en ese momento considerando que somos un actor global significativo pero no un poder global.  Los poderes globales son China, Rusia y Estados Unidos. Pero con inteligencia política se puede tener protagonismo".

El movimiento antiglobalización, que cada año repite su ritual de protestas, parece no tener en cuenta que, en definitiva, el G20 es una estructura mucho más democrática que otros ámbitos de poder mundial, -como el Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo-, ya que al sumar países emergentes al núcleo original del G7, estableció un diálogo que supera la histórica brecha Norte-Sur y contiene visiones del mundo mucho más plurales.

"El G20 sigue siendo el órgano de gobernanza global más moderno y evolucionado -dice Petrella-, porque se maneja por consenso. Es multilateral, pero multilateral restringido. Un país puede ser invitado pero los miembros son los que son. Es una combinación, sin ideologías, de países en vías de desarrollo, países desarrollados, países con visión occidental de la democracia, países con otra visión, y todos tienen que convivir; es un poco un espejo del mundo de hoy".

(Franco Fafasuli)
(Franco Fafasuli)

Los críticos de la década del 90 siempre evocan la cercanía de Menem con George Bush padre, obviando mencionar la excelente sintonía que tuvo con el que consideran más "progresista" Bill Clinton, que presidía los Estados Unidos en el momento de la creación del G20. Fue durante su gestión que el G7 -o G8 con Rusia- decidió incorporar a los ineludibles -China e India- pero también a otro conjunto de naciones emergentes. En la selección de esos países no se siguió un criterio objetivo claro, de modo que la voluntad de Estados Unidos pesó fuertemente. En un artículo publicado en Ámbito Financiero en 2013, el economista Emilio ocampo señalaba que, "más allá de China e India, cuya inclusión era inevitable, el resto de los integrantes del G-20 fueron seleccionados por EEUU con criterios relativamente vagos (además de mantener cierto equilibrio regional, sus miembros debían ser 'sistémicamente importantes' y contribuir a la 'estabilidad financiera global')".

Si no hubiera sido durante la gestión de Menem vaya a saber si la Argentina hubiese sido incluida (Petrella)

"Si no hubiera sido durante la gestión de Menem vaya a saber si la Argentina hubiese sido incluida -reflexiona Petrella- Yo en ese momento estaba en Nueva York como embajador ante Naciones Unidas y recuerdo por ejemplo que venía Jorge Domínguez como ministro de Defensa, llamaba a su par norteamericano y éste le devolvía el llamado en media hora. Fíjese el grado de entendimiento que había en ese momento".

En cuanto a quienes ponen en duda la utilidad de nuestra pertenencia al G20, Petrella dice: "Cuando uno preside una instancia así, su trabajo es que las cosas salgan bien, no imponer que las Malvinas son argentinas. Que haya consenso y que algunas de sus ideas, sobre empleo, educación, infraestructura, multilateralismo, estén más o menos representadas. Es un foro importantísimo en ese sentido".

Incluso el kirchnerismo, que vio al mundo como enemigo y estrechó el horizonte de relaciones de Argentina con un criterio ideologista alejado del pragmatismo y realismo necesarios a la defensa de nuestros intereses, utillizó ese foro para difundir señalamientos sobre la primacía de las finanzas, el entendimiento entre las calificadoras de riesgo y los bancos de crédito, las condicionalidades de los bancos, el futuro del empleo y otros temas.

La llegada del presidente de
La llegada del presidente de China, Xi Jinping, a la Argentina para la reunión del G20 (Julieta Ferrario)

"Tener una interlocución a alto nivel ayuda enormemente para las pequeñas cosas comerciales -ejemplifica Petrella-; permite tocar el tema de la carne o del biodiesel, porque a nivel burocrático, si uno va al Departamento de Comercio de Estados Unidos por mesa de entreda a que le abran el mercado para los arándanos, le dan una patada en el trasero porque el trabajo de ellos es precisamente cerrarse".

"Las generaciones futuras recordarán éste como un momento en el que nuestros dos países sirvieron los intereses más profundos de sus pueblos -decía también Clinton en su visita de 1997. Y agregaba: "Reconociendo las contribuciones extraordinarias de su país al mantenimiento de la paz internacional, he notificado al Congreso de mi país mi intención de nombrar a Argentina aliado principal no miembro de la OTAN según las leyes de los Estados Unidos de América. Nuestra alianza de valores va más allá de nuestros esfuerzos por la paz y la seguridad pero comienza ahí".

El G20 es un foro que refleja, aún imperfectamente, la multipolaridad y es una ventaja para nuestro país estar allí. Un legado de un gobierno que las sucesivas gestiones no deben dejar de valorar. Claro que "no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va", por lo que para sacarle rendimiento a estas oportunidades hay que tener objetivos, programa y una visión realista del mundo.

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