Fue la encargada de coordinar, a lo largo de todo el año, el trabajo del track de Finanzas, el brazo económico del G20, el más antiguo de esta reunión de líderes globales que comienza formalmente hoy en Buenos Aires. Es que así comenzó el G20 en 1999, como un encuentro anual de ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales en el que se debatían los temas calientes de la economía del planeta. Luego, en medio de la crisis de 2008, se convirtió de urgencia en una reunión de presidentes y nació el foro político de más peso a nivel global.
Laura Jaitman, la deputy de Finanzas de la presidencia Argentina del G20, está segura de que la reunión que preside Mauricio Macri ya es un éxito, incluso antes de comenzar. Economista de la UBA con estudios de posgrado en San Andrés y doctorado en la University College de Londres, antes de regresar al país para ocupar su rol en el G20, Jaitman fue consultora y economista del BID, Banco Mundial y J-PAL.
Durante este año, muy desafiante por el contexto global y también por el local, pudimos mantener todos los canales de diálogo abiertos y todas nuestras reuniones ministeriales terminaron con documentos de consenso
"Es el evento histórico, en materia internacional, más importante del país. La cumbre tiene peso específico porque culmina la presidencia argentina, pero fue un proceso y ya tenemos señales de que fue exitoso", detalló en charla con Infobae.
La economista cree que el liderazgo local en este foro de coordinación macroeconómica es otra medida del éxito alcanzado. "Durante este año, muy desafiante por el contexto global y también por el local, pudimos mantener todos los canales de diálogo abiertos y todas nuestras reuniones ministeriales terminaron con documentos de consenso. Pudimos ser ese mediador que se requiere de una presidencia exitosa para encontrar acuerdos básicos y poder llegar a ellos con diálogo constructivo, algo que no fue trivial en este año. Vimos que otros foros y otras cumbres fallaron en este objetivo", detalla.
—El G7, por ejemplo.
—Sí, por ejemplo y otros, como ministeriales de la OCDE que no pudieron llegar a documentos consensuados. Nosotros lo logramos. Además, se trabajó mucho en las prioridades que eligió el país –el futuro del trabajo, inversión en infraestructura y un futuro alimentario sostenible– y hay resultados concretos. Eso es un éxito también. En términos de procesos también se destacó nuestra gestión. Fuimos eficientes, con comunicados más cortos y reuniones más enfocadas.
—Según su visión personal y su experiencia de trabajo a lo largo del año, ¿qué cosas tendría que tener el comunicado final de la cumbre?
—El comunicado es importante y va a reflejar la discusión del año. Yo creo que tiene que incluir una parte que muestre por qué el G20 es importante, que le transmita a la gente el peso de trabajar juntos en los desafíos más grandes del mundo. Tiene que reflejar que está centrado en la gente, con avances en distintas áreas: futuro del trabajo, educación, habilidades, cuestiones digitales e infraestructura. Y está el tema de género, una cuestión transversal. Es importante que los líderes puedan hablar del empoderamiento económico de las mujeres y de la lucha contra toda discriminación de género.
—¿Cuál es la dinámica de la cumbre: hay mucha diplomacia o los presidentes se pueden decir las cosas directamente, en la cara?
—Son reuniones cerradas y confidenciales. Si la presidencia pone una agenda atractiva en la que todos se sienten cómodos para intercambiar ideas, se dicen las cosas que se tienen que decir. Queremos dejar espacio para que las partes expresen sus preocupaciones y desafíos. En reuniones previas, como las de deputies y ministros de Finanzas, hablamos con todas las partes, cuidamos sensibilidades y logramos que ocurrieran esas conversaciones con puntos en común. Esperamos eso para la reunión de líderes, que haya momentos más reservados, en sesiones cerradas, y otros en los que puedan estar acompañados por parte de sus equipos. La presidencia calibra los momentos para que haya oportunidad para todas las conversaciones a todos niveles.
En la cumbre se van a replicar los climas que fuimos viendo en las ministeriales, con preocupaciones que resaltan la importancia del G20 a la hora de limar diferencias y acercar posiciones
—¿Hay momentos en los que van a estar los líderes solos?
—En general, sí. Hay momentos. Las cenas, por ejemplo, y hay charlas estratégicas, más allá de las bilatereales. Como presidente, Macri enmarca los momentos y está atento a todas las sesiones y a cómo se desarrollan.
—¿Cuál será el clima de la cumbre? El año pasado, en Hamburgo, hubo momentos de fuerte tensión.
—Desde Hamburgo, hace más de un año, pasaron muchas cosas en el mundo que involucraron a países del G20. En la cumbre se van a replicar los climas que fuimos viendo en las ministeriales, con preocupaciones que resaltan la importancia del G20 a la hora de limar diferencias y acercar posiciones. En eso la presidencia tiene mucho que ver. Comenzamos hace un año hablando de los riesgos de la economía global, de tensiones comerciales, riesgos políticos y vulnerabilidades financieras. Eso se fue materializando a lo largo del año, pero se pudieron construir diálogos.
—Se habla del potencial rol que podría tener Mauricio Macri en medio de las tensiones comerciales y políticas, como las que hay entre China y EEUU.
—Cuando se tiene la presidencia se tiene un doble sombrero, país y titularidad del G20. En ese contexto, hay que tener una mirada más imparcial sobre los temas y cumplir con el papel del honest broker, el mediador honesto. En estos momentos, al presidente Macri le toca un papel muy importante en ese sentido. Tenemos la suerte de tener un gran líder que tiene una relación excelente con sus pares y que va a contribuir al buen clima y al diálogo. En el caso de EEUU y China, hay conversaciones con ambas delegaciones, más allá de las bilaterales. Y también con las otras: hablamos con todos.
—Concretamente, ¿cree que el Presidente puede interceder ante posiciones tan enfrentadas?
—La presidencia fija la agenda de toda la reunión. Lo que pasa en la plenaria lo propone la Argentina y lo habla con los otros países. El Presidente puede fijar y enmarcar la discusión.
Cuando un país tiene la presidencia tiene el doble sombrero, país y titularidad del G20. En ese contexto, hay que tener una mirada más imparcial sobre los temas y cumplir con el papel del honest broker, el mediador honesto
—¿Esa agenda más fina está definida o se trabaja en ella hasta el final?
—En la cumbre confluyen los dos canales de G20: el de Finanzas, que es el que dio origen a la reunión y donde se enmarcan los temas de coordinación macroeconómica, y el canal de Sherpas, que surgió hace 10 años. No hubo crisis desde entonces y tenemos un sistema financiero más resiliente y bancos más fuertes. En la agenda se ponen los puntos más importantes de ambos canales. La agenda se conversa bien y se envía a todos. Luego hay charlas para ver dónde los líderes quieren tener más intervención.
—¿Cuáles son las conclusiones centrales del canal de Finanzas?
—Primero, los riesgos para la economía global. Los países reconocen que el crecimiento es robusto, aunque menos sincronizado. Ya no se habla de recuperación de la última crisis y el desempleo global está en mínimos en algunos países. Ese es el mandato del G20: lograr crecimiento fuerte, balanceado e inclusivo. En la parte de sostenido e inclusivo falta mucho por hacer aún. Se trabaja para aumentar la productividad, mitigar los riesgos, actuar más coordinadamente y tener una política monetaria más transparente, por ejemplo. Todas las discusiones sobre la perspectiva de la economía y cómo actuar fueron muy importantes en el canal.
—Además están las dos prioridades de la presidencia que tomó el canal de Finanzas.
—Sí, futuro del trabajo e infraestructura para el desarrollo. En el primer caso, se habla de cómo aprovechar el cambio tecnológico para aumentar el crecimiento y mitigar los desafíos. Los ministros de Finanzas ven que en el futuro el empleo, los estándares de vida y el producto bruto van a crecer, como en otros cambios tecnológicos, pero en el mediano plazo ven desafíos distributivos. Se hizo un menú consensuado de políticas para el futuro del trabajo con buenas prácticas, 80 ejemplos que los países ya están aplicando y políticas para actuar coordinadamente.
Si la presidencia pone una agenda atractiva en la que todos se sientan cómodos para intercambiar ideas, se dicen las cosas que se tienen que decir
—Y, finalmente, el tema de la infraestructura.
—Infraestructura para el desarrollo fue un tema que resonó mucho, tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de serlo. Hay países muy grandes con desigualdad y deficiencias en el acceso a la infraestructura. Cuando se piensa en aumentar la infraestructura, tanto física como digital, lo que Argentina plantea es que hay una brecha para financiar ese desarrollo. Nos enfocamos en cómo catalizar más recursos del sector privado en un momento en el que los gobiernos y los organismos no pueden cerrar solos esa brecha. Hay que construir vehículos financieros para canalizar esos recursos. Trabajamos para convertir la infraestructura en una clase de activos, como ocurrió con otros mercados en los 80 y 90. La clave es lograr más estandarización en un sector heterogéneo y complicado. Tenemos acordada una hoja de ruta y Japón va a seguir con esta prioridad el año que viene.
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