Diego toma el camino diario para ir a trabajar, mira dos cerros: uno es verde, el de la reserva ecológica de Tejolote Grande; el otro es gris y deforme, por estar hecho de desperdicios de basura en el Tiradero de Escalerillas en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México.
Diariamente este depósito de desechos recibe cerca de 12 mil toneladas de basura únicamente de este municipio. En temporada de calor, el olor se impregna en los hogares cercanos, lo que hace más difícil la jornada laboral de Diego, un joven que a sus 19 años trabaja como pepenador cuando debería estar estudiando.
Si uno se acerca al basurero, se aprecian decenas de llantas acumuladas una sobre otra, a lado una nueva excavación que podría convertirse en una segunda pila de basura. Pequeñas casas construidas con lona y cartón que para alguien era inservible, pero para quienes viven a las faldas del cerro de basura, significó un techo donde dormir.
PET, cartón, fierro, láminas, cobre, aluminio y bronce es parte de lo que diariamente Diego, Guillermina, Luis y María buscan recolectar para llevar dinero a sus casas. Entre seis y ocho de la mañana llegan al tiradero para una jornada de 12 horas en las que obtienen ingresos diarios de entre 200 y 400 pesos.
A cada sonrisa se marcan pequeños hoyuelos en las mejillas morenas de María, esconde del frío viento las manos en su sudadera roja, usa una gorra gris y el cabello recogido permite ver los cinco aretes que cuelgan de cada oreja. Cumplió 43 años el 3 de mayo, pero tenía ocho cuando, de la mano de su padre y junto con sus seis hermanos, recolectaba todo aquello que pudieran vender en la recicladora.
La necesidad económica le impidió ir a la escuela y la acercó al trabajo infantil en un tiradero cercano a su antiguo
cilio en Valle de Chalco. A los 15 años encontró el modo adecuado de buscar entre los desechos para tener mayores ingresos.
María, su esposo, su hijo de 20 años y el de 15, trabajan junto con ella en el tiradero de Chimalhuacán, mientras el más pequeño de ocho años estudia en casa. “Cualquier madre quisiera que se dedicaran a otra cosa”, dijo María a Infobae México, asegura que a sus hijos les gusta trabajar con ella.
Según INEGI, en México se recolectaron solo en 2018 un aproximado de 107,056 toneladas de basura diariamente, lo que equivale a 854 gramos por persona. Desechos generados principalmente en viviendas, edificios, avenidas y parques. Del total, el Estado de México representa el 11.2% detrás de Ciudad de México con el 14.2%.
Luis, “El Primo”, tiene 56 años. Llegó en 1985 a trabajar en el tiradero de Nezahualcóyotl, Estado de México. Era albañil, ganaba 400 pesos a la semana y al perder su empleo descubrió que como pepenador ganaba más.
“Esto es un buen trabajo, en Chimalhuacán se lleva uno de 300 a 400 al día, los que sabemos trabajar... yo aquí llego a las 6 de la mañana y salgo a las 5 o 6 de la tarde de lunes a sábado...diario empaco y diario vendo, hay otros que venden cada ocho días”, dijo a Infobae México.
Peluches, jeringas, papel de baño, toallas femeninas, discos, hojas de cuadernos, bolsas, llantas, zapatos en combinación con desechos irreconocibles y humedecidos por la lluvia, forman parte del camino ya marcado para llegar a la parte más alta del tiradero. Ahí donde los camiones recolectores se vacían y las jornadas laborales inician.
Se mezclan los olores y partículas de comida podrida en un viento que lanza el mensaje olfativo a los perros y aves en busca de alimento. El aceite cae y se acumula a la orilla del tiradero, “si no cargas bien el costal, te bañas de todo ese aceite, con el tiempo aprendes”, asegura Luis.
Guillermina perdió sus dientes en el tiradero de Nezahualcóyotl al que llegó a los 18 años de edad. Tiene 49 años, tres hijas y una nieta. No percibe el frío ni la brizna de una mañana nublada, entró en calor después de vaciarse el camión recolector e iniciar a golpear la basura para poder separarla. Una lata de refresco, botellas de vidrio intactas, cartón, un golpe más, bolsas de plástico, PET, otro golpe.
Las personas que separan los residuos en tiraderos no son tomadas en cuenta por censos de población. El trabajo informal los expone a riesgos laborales de los que deben cuidarse en cada jornada, no hay ningún seguro que pueda cubrir cualquier tipo de percance.
“El riesgo de que muchas veces ocurren accidentes, de que si uno no se fija, va la máquina o camionetas y a veces nos pegan o nos pueden atropellar”, Guillermina a Infobae México. Recuerda cuando presenció la muerte de un compañero al ser arrollado por una compacta, o su compañera que quedó prensada del camión y perdió una pierna.
Sin acceso a servicios de educación, salud, prestaciones laborales, salarios dignos, expuestos diariamente a discriminación, explotación laboral, violencia y accidentes que pueden acabar con la vida.
La doctora Janet, perteneciente a la organización Utopía, ha puesto sus ojos en los recolectores del tiradero, es cirujana dentista, asegura que una de las principales problemáticas es la falta de educación bucal. Asegura que el trabajo comunitario en ayuda a recolectores, es muy bajo.
Diego escuchó que podría concluir sus estudios con apoyo de Utopía en la comunidad de Escalerillas, la cual cuenta con un programa de educación que apoya e incentiva a las y los jóvenes para conseguir becas universitarias. Estudió hasta segundo año de secundaria, quiere acabar la preparatoria y le gustaría ingresar a la escuela militar.