La reinauguración del Museo del Holocausto: escenas renovadas de una exposición pensada para toda la sociedad

La muestra procura ser un espacio vivencial que retrata la historia de la Shoá con anclaje local. Tras dos años de obra, vuelve a abrir sus puertas en su sede original, “Nuestra razón de ser es educar a la población no judía sobre lo que el odio genera en la gente”, reflexionó el secretario del museo Ariel Schapira. Un recorrido por 29 fotos

El Museo del Holocausto de Buenos Aires reinauguró su edificio con una nueva exhibición permanente, de vanguardia y con una alta intervención tecnológica, tras dos años de obras de remodelación edilicia y restauración patrimonial. Se reformuló un espacio de 1.554 metros cuadrados en la sede de Montevideo 919 destinado a relatar la historia del Holocausto con anclaje local, con la Argentina como matriz transversal
Sin que exista un registro oficial, en el mundo hay alrededor de cincuenta museos dedicados a la Shoá. En América Latina, ese número no supera los seis. El de Buenos Aires tiene una filosofía particular. Lo describe Ariel Schapira, secretario general del Museo: "La razón de ser del Museo del Holocausto de Washington es decir ésto ocurrió. La mayoría de las cosas que exhibe son objetos y documentos con los que trata de mostrar lo que ocurrió esos años. En cuanto a dimensiones debe ser diez veces más grande que éste, que no es pequeño. La razón de ser del que reabrimos aquí en Buenos Aires es educar a la población no judía sobre lo que el odio genera en la gente. Es la 'antigrieta'"
La muestra fue concebida por un equipo interdisciplinario conformado por sobrevivientes, historiadores, museólogos, educadores, arquitectos, técnicos multimediales y diseñadores gráficos, que junto a un nutrido equipo de voluntarios, desarrolló los contenidos. Se contó también con el asesoramiento y la contribución de importantes especialistas internacionales. “La nueva muestra cuenta con herramientas pedagógicas y tecnológicas de última generación y está a la altura de los museos más modernos del mundo. Además, tiene testimonios interactivos de sobrevivientes en primera persona y espacios sensoriales, mapas y líneas cronológicas temporales", detalló Marcelo Mindlin, presidente del Museo del Holocausto
Los principales visitantes son alumnos de escuelas. Pero la muestra espera recibir a un público mucho más amplio y variado. "Nosotros decidimos ponerle mucha tecnología, lo que implica muchos riesgos porque mañana ya puede quedar desactualizada. Pero la enorme ventaja es que atrae gente que sin tecnología se aburre en un museo. Nosotros creemos que todos los docentes tienen que pasar por este museo -aseguró Schapira-. Los alumnos son siempre bienvenidos, nos encanta que vengan los chicos. Pero fundamentalmente los maestros son los que tienen que venir. Y las fuerzas del orden, porque muchos fueron educados con otros conceptos del mundo, con un concepto un poquito más autoritario. Y los autoritarismos llevan a algunas deformaciones"
"El recorrido empieza en el subsuelo -explicó Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo-, que delinea el ascenso del nazismo al poder hasta cuando, estallada la guerra, Alemania invade Polonia e instala los guetos. La segunda etapa, la del exterminio, está en la nave principal de la planta baja y luego, en el primer piso, se ubica el fin de la guerra, la captura de Eichmann y las reflexiones finales"
Bruno Garbari, referente de contenidos del Museo, fue el guía en la primera visita concedida a los medios: "La recorrida empieza con un video que es una síntesis de lo que plantea el museo. La idea es que este video introductorio despierte el interés del visitante. Lo que busca es generar un impacto sensorial desde el inicio"
La primera imagen de la muestra transmite cómo era la vida del pueblo judío antes del Holocausto: su diversidad de factores, el grado de asimilación en la dinámica diaria y su ensamblaje en la sociedad. Un cartel retrata el antes con estadísticas: previo a la guerra, en Alemania vivían 524.000 judíos, apenas un pequeño porcentaje de la población alemana, y en Polonia, 3,3 millones, el 10% de los ciudadanos del país. "Algunos judíos más ortodoxos vestían los clásicos abrigos y sombreros de piel, mientras que otros vestían igual que el resto de la gente y estaban bien integrados", reza un cartel con la cita de Alicia Appelman, una niña judía de Polonia
Es la introducción del ascenso de Adolf Hitler al poder. Hay en exposición cámaras de fotos y objetos de la vida. Alrededor se reparten consignas para entender la dimensión del genocidio: en el mundo había 16,5 millones de judíos en 1939, ochenta años después ese número se mantiene en 14,5 millones, cuando en el mismo período la población mundial se triplicó. La ecuación da siete judíos cada mil personas antes de la Segunda Guerra Mundial y desciende a dos cada mil en la actualidad
El subsuelo es un espacio recuperado. Donde antes no había más que ratas, cucarachas y abandono, ahora se recorre una muestra pedagógica sobre cómo el terror y el consenso sirvieron de método para la consolidación del nazismo. Se exponen afiches de la propaganda nazi y un espacio interactivo para conocer las políticas antijudías
Una pantalla interactiva divide el período en cuatro grandes conceptos: el ascenso del nazismo, la hiperinflación, la propaganda política y el antisemitismo. "La mayoría de los alemanes prefería el futuro nazi al pasado de Weimar", dice una frase que explica la imagen de Hitler vitoreado por sus seguidores. Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo del Museo del Holocausto de Buenos Aires, es quien explica este fragmento de la muestra
La intención, precisó Bruno Garbari, era decretar la muerte cívica de los judíos en Alemania e instigar su emigración del país. Perdieron su ciudadanía, dejaron de ser alemanes para pasar a ser sencillamente judíos con una J en su pasaporte. No podían tener mascotas, ir a balnearios o playas, ser asesores impositivos. No podían comprar autos ni boletos de lotería, mucho menos casarse. Se les obligó a adoptar un nombre adicional: Sara para las mujeres e Israel para los hombres
En las vitrinas se expone desde material de propaganda nazi hasta trajes militares y un ejemplar de Der Giftpilz (El hongo venenoso), un libro antisemita para niños publicado por Julius Streicher, el director del periódico Der Stürmer. Las políticas contra los judíos se difundían en diferentes formatos culturales: libros, películas, juegos infantiles. El propósito era demostrar que los judíos eran enemigos de la identidad alemana
"De pronto ya no me quedaba ni una sola amiga. Muchos tenían miedo de hablar con nosotros", decía Hilma Geffe-Ludomer, una niña judía oriunda de Berlín, en 1933, en medio del plan de erradicar a los judíos de Alemania
"Quien descuide su jardín, luego descubrirá sorprendido que está plagado de malas hierbas y que ha cambiado el carácter de las plantas (...). Entonces se precisará la voluntad modeladora de un jardinero implacable capaz de eliminar las malas hierbas que puedan privar a las mejores plantas de alimento, aire, luz y sol", decía Walther Darré, un ideólogo nazi, cuyo pensamiento es expuesto en el Museo como muestra de una concepción de época
En su primera etapa, la exposición relata el modo en que los judíos de Alemania fueron forzados a emigrar. Los judíos polacos, en cambio, no tuvieron la suerte de advertir las ideas del régimen totalitario que el 1° de septiembre de 1939 los invadió. La historia retuvo ese día como el del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La primera fase del exterminio consistió en la concentración de judíos como una medida temporaria para la búsqueda de soluciones territoriales
Los judíos no fueron el único colectivo señalado. Una propaganda del programa "eugenesia y eutanasia" de 1939 es exhibido en un costado de la galería del subsuelo: un hombre con guardapolvos de médico acompaña a una persona discapacitada, sentada; los carteles están en alemán. La traducción: "Esta persona genéticamente enferma costará durante su vida 60.000 marcos a nuestra comunidad. Ciudadanos, ese es su dinero. Lea Neues Volk, el periódico de la oficina racial del partido nazi". Fueron asesinadas 250 mil personas con el fin de preservar la "pureza de la raza aria"
En el Museo del Holocausto hay un espacio para buscar información de los guetos. Hubo cerca de 1.200. Se pueden consignar las condiciones infrahumanas de vida: el hacinamiento, el hambre, el trabajo forzado. También la biografía de los sobrevivientes. "Representaba la resistencia no armada, la resistencia espiritual", explicó Garbari
Se montó un punto vivencial en la exposición: entrar al Gueto de Varsovia -el más grande, cruel y mortal durante la Segunda Guerra Mundial, activo entre 1940 y 1943-. La propuesta es sentir la experiencia sensorial con filmaciones hechas por los propios nazis en un espacio de 180 grados. Antes, un cartel escrito en alemán advierte acerca del riesgo de contagio que representaban los judíos que estaban del otro lado del muro
En la planta principal, se relata el plan de exterminio, el fusilamiento por las balas, la solución final. En la Conferencia de Wannsee del 20 de enero de 1942, quince dirigentes nazis de alto rango acordaron qué hacer con los judíos. Los documentos y las actas de ese encuentro se recuperaron y están contadas en el Museo del Holocausto. "La intención era matar a 11 millones de judíos. No pudieron porque perdieron la guerra", dijo Schapira
En la nave central, un proyector traduce cada nombre y nacionalidad de las seis millones de personas muertas en el Holocausto. De tanto en tanto las letras desaparecen para conformar una única frase: "Seis millones de víctimas, seis millones de nombres. Para volver a leer uno de ellos deberás esperar 730 días"
La muestra destina un espacio preponderante para los argentinos directamente afectados por el nazismo. Se estima que más de 1.100 ciudadanos argentinos fueron víctimas del régimen nazi. "Un tercio de ellos, en su mayoría judíos, murió en el Holocausto", asegura la investigación a cargo de la historiadora Marcia Res. El acervo patrimonial del Museo dispone de testimonios de cientos de sobrevivientes que lograron rehacer sus vidas en Argentina luego de la tragedia y de objetos donados por ellos
Adolf Eichmann, funcionario de las SS con un rol trascendental en la deportación y exterminio de los judíos europeos, huyó clandestinamente a la Argentina con el nombre de Ricardo Klement. Ingresó con un salvoconducto de la Cruz Roja: ese documento original es una de las piezas más valoradas del Museo. Vivió en Tucumán y en Buenos Aires. Fue capturado el 11 de mayo de 1960 en San Fernando por agentes del Mosad, el servicio de inteligencia israelí
El salvoconducto con el que Adolf Eichmann ingresó al país
En el primer piso hay una suerte de tribuna que mira directo hacia la nave central y la emisión ininterminable de los nombres de las seis millones de víctimas. Lo crearon como "un espacio de reflexión para los visitantes". Está ubicado antes del sector dedicado a pensar la vida y el accionar de los justos entre las naciones. "Las personas distintas de esta historia son los rescatadores, quienes arriesgaron su vida para salvar a los judíos. Los elegimos para dar el mensaje final", dijo Karszenbaum
Una tumba donde recordar a las víctimas y una máquina de escribir que sobrevivió al atentado a la AMIA invita a reflexionar sobre el odio hacia el diferente
"Creemos que esto sirve, en definitiva, para transmitir valores sobre derechos humanos, sobre el comportamiento cívico y ciudadano, la consideración de las diferencias y el respeto a los demás. Tenemos una postura muy férrea en contra de cualquier ideología que fomente el odio ante cualquier grupo determinado. Es por eso que la alerta temprana de cualquier movimiento o ideología que pueda prender un genocidio es importante. Auschwitz no se construyó de un día para el otro: llevó nueve años. El Holocausto empezó con palabras de odio", expresó el director ejecutivo del renovado Museo del Holocausto de Buenos Aires, Jonathan Karszenbaum
Sede histórica del Museo. "Hemos realizado este proyecto en un tiempo récord de dos años gracias a un gran equipo de profesionales que trabajó con mucho esfuerzo y dedicación", afirmó Marcelo Mindlin, presidente de la entidad. La reconstrucción contó con el apoyo de familias, empresas y del programa de Mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
El Museo fue declarado Sitio de Interés Cultural por el Congreso Nacional y por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En 1994 nació la Fundación Memoria del Holocausto y al año siguiente recibió de parte del Estado Argentino el edificio de Montevideo 919 para la construcción de un museo. Abrió en el 2000 hasta que la comisión directiva, en 2017, decidió remodelar todo el edificio y desarrollar una nueva exhibición permanente, con 5.500 objetos en total, no todos en exhibición
Tres autoridades del Museo del Holocausto: Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo, Ariel Schapira, secretario general, y Bruno Garbari, referente de contenidos. Los arquitectos fueron Daniel Becker (autor de la remodelación del CCK y del Paseo del Bajo) y Daniel Mintzer, la museología estuvo a cargo de Gabriel Miremont y la curaduría de objetos la condujo Serafina Perri

Fotos Franco Fafasuli

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