Radiografía de la ex Cárcel de Caseros: las mejores fotos del gigante dormido en el corazón de un barrio porteño y que está a punto de desaparecer
Con más de 142 años, el antiguo penal, hoy abandonado, transita sus últimos meses en Parque Patricios, antes de su desaparición definitiva. Un recorrido fotográfico por las marcas que dejaron condenados, motines y todos los que caminaron por esos pasillos
Enfrentado al Parque Florentino Ameghino, el edificio de la antigua Cárcel de Caseros conserva una arquitectura de otros tiempos. Terminada en 1877, diseñada por Carlos Altgelt, Pedro Benoit, Juan Martín Burgos y Valentín Balbín, mezcla torretas románicas, con la arquitectura carcelaria de la época.
Una puerta de doble hoja ya azulada por el tiempo sobre calle Pichincha es el acceso principal. Todavía quedan los contornos de los escudos en los que hasta hace poco se leía: "penitenciaría nacional", en alusión a la prisión de San Onofre, el nombre del sanguinario penal en el que transcurrieron las escenas de la serie El Marginal.
El Marginal fue la última producción que usó el edificio como set de filmación para sus -hasta ahora- tres temporadas, pero no la primera: antes lo habían hecho "Tumberos" en 2002 y el corto "Pabellón 86" en 2007. De todas quedan pistas.
Durante la filmación el patio principal del penal se convirtió en "la villa" con carpas e improvisadas casillas donde iban los presos recién llegados, los más jóvenes, la "SUB-21". El pabellón había que ganárselo. Los hermanos Borges protagonizaron los episodios más violentos y le pusieron el cuerpo a las internas carcelarias. Pero Caseros tiene su propia historia de sangre y motines.
"Los Doce Apóstoles", los reclusos que encarnaron la violenta revuelta en el penal de Sierra Chica, en marzo de 1996, dos meses después tomaban 18 rehenes en Caseros y amenazaban con matarlos a todos.
Según los Apostoles pedían un traslado a un penal en Mendoza, según las autoridades "quisieron fugarse". Los planes de los reclusos, sin embargo, fueron frustrados por miembros del Servicio Penitenciario Federal.
Una de las escenas más recordadas de esa revuelta es Alejandro Brandán Juárez, para muchos el líder del motín Sierra Chica, asomado a una de las ventanas de Caseros, apoyándole una "faca" en el cuello a un guardiacárcel
El edificio viejo, abandonado, de paredes descascaradas que dejan al descubierto ladrillos desnudos, grietas en las que crece vegetación, fue terminado en 1877 proyectado como Casa de Corrección de Menores Varones.
Está ubicado en el mismo predio donde años más tarde se fundaría la llamada "nueva cárcel" de Caseros.
Ideada en 1960 por la Comisión Nacional de Construcciones Penitenciarias como parte de un complejo judicial que se quedó a mitad de camino, la "nueva cárcel" sería abandonada en 1963
Fue abandonada luego de conocerse un informe del Servicio Penitenciario Federal que alegaba la inhumanidad e inviabilidad del proyecto
El gobierno de Juan Carlos Onganía retomaría las obras en 1969, pero recién sería durante la dictadura, en 1979, que Jorge Rafael Videla, la inauguraría.
Para el año 2000 quedaban 430 presos alojados en la Unidad 16 o "cárcel vieja", que albergaba entonces menores y ex miembros de las fuerzas de seguridad.
Todos fueron trasladados poco después a Ezeiza y Marcos Paz. Mientras que los internos con trastornos mentales terminaron en unidades del Borda y el Moyano.
A casi 20 años de que esos pabellones quedaran vacíos, en enero próximo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires comenzará a convertir el penal en oficinas gubernamentales.
La fachada de Caseros se conservará, pero el interior será demolido casi en su totalidad, dando lugar a una nueva arquitectura y conservando apenas algunos pocos detalles de su pasado de encierro.
Allí funcionará -se espera que para 2021- el Ministerio de Economía y Finanzas porteño y la AGIP, con un total de 4.700 puestos de trabajo. Será el edificio estatal más grande de la Ciudad.
Entre los lugares que mejor se mantuvieron estos años, puede que por su particular estructura, está todavía en pie la sala de visitas.
Otros espacios fueron sitiados por los escombros, por la basura y en algunas partes, como el viejo Casino de Oficiales, por montañas de chatarra o de sillas desvencijadas.
Es imposible que no surja la duda acerca de si los rastros que se encuentran todavía son testimonios vivos del pasado o parte de alguna de las varias ficciones que pasaron por ahí.
Algunos sectores no dejan margen de error, como los pabellones o un "te extraño" tallado en la puerta de un baño, cerca de la sala de visitas.
En otros pasillos, la pintura casi sin signos del paso del tiempo, frases en aerosol, símbolos, hacen pensar en cambio al penal de "San Onofre", a las escenas de la serie El Marginal.
Y están esos otros detalles que conjugan una cosa y la otra. Una vieja chimenea, el esqueleto de un tablero de básquet sin aro, una alfombra en una celda.
Sin embargo son las paredes las que devuelven la mayor cantidad de información, jeroglíficos tumberos desde los que desandar historias.
"Unas ganas de ver el sol", en el rincón oscuro de una celda donde quizás alguna vez haya existido un camastro.
"Dios ayudanos a salir de acá" y el esbozo de un Gauchito Gil con brochazos gruesos de pintura.
Una virgen desteñida, el azul característico de las impresiones viejas.
El mismo color que aún conservan los recortes de las revistas que los presos pegaban en las paredes, de autos, de mujeres, como si fueran habitaciones adolescentes.
Son precisamente los colores los que ayudan a diferenciar mejor que ninguna otra cosa, los verdaderos testimonios en las paredes y las puestas en escena que dejó la televisión.
Para reconocer otras marcas, hay que hacer un repaso por las cosas que pasaron en el edificio tras el cierre. De lo contrario un "Diego sacanos" podría confundirse con un pedido desesperado al más humano de los dioses, pero ser apenas lo que quedó del decorado de un corto cinematográfico.
"Pabellón 86" fue un corto que realizaron desde la Facultad de Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
En la trama de la producción durante el Mundial de Fútbol de 1986, un grupo de presos se bate a duelo futbolístico contra los guardias, para intentar quedarse con la única TV del penal que les permita ver la final.
También se encuentran detalles más vinculados a los que por alguna ventana o aprovechando un descuido, lograron ganar esos pasillos. Como esta pieza del graffitero Corbeta Halcón, en uno de los reductos del primer piso.
Otros jeroglíficos se vuelven materia de discusión, quizás solo posibles de reconocer y fechar por sus autores.
Por fuera de lo que dejan los muros está la arquitectura de la Cárcel de Caseros, en las que se destacan las torretas de las esquinas, junto con la fachada de las pocas cosas que serán conservadas.
Los hierros trabajados, los pisos de ajedrez, se mezclan con otras formas. Tirantes de madera, molduras, ventanas altas y viejas cortinas, delatan en la planta baja las oficinas de quienes tenían los más altos rangos de la cárcel.
Como todo edificio abandonado, en torno a ella corren también los mitos, las historias sobrenaturales, aunque imprecisas.
Uno de los productores de El Marginal le comentó a Infobae la costumbre de caminar de noche por los pasillos durante el tiempo que duró el rodaje. "Se siente una energía rara", dice.
En torno a Caseros hay también nombres propios, aunque la mayoría de esos nombres fueron alojados en la parte nueva de la cárcel.
En 1996 Guillermo Coppola estuvo en Caseros. Fue encerrado por una causa que lo señalaba como el presunto líder de una banda narco e intentó suicidarse en su celda. Había sido detenido tras un allanamiento en su casa y pasó 97 días tras las rejas.
Coppola contó en 2018, invitado a un programa de América TV, su primer día en Caseros.
"Estaban los presos de la 'calle', y los presos del 'pozo'", explicó el ex managger de Diego Armando Maradona, antes de introducir a una escena de aquel primer día en Caseros, cuando hacía la fila para usar el teléfono.
"Yo era el tercero de la fila, estaba muy nervioso. Cuando dicen 'pase el tercero' voy al teléfono. Pero me grita uno de atrás: '¡Coppola, acá no hay privilegios!'".
"Le digo 'perdón' y me siento. Uno me explicó que habían llamado al tercero de la 'calle', yo era el tercero del 'pozo'. De repente, tres minutos después, aparece (el otro hombre) con una faca atada en la mano y me tira otra. Noble el tipo, me dio una faca. 'Arrancá si tenés nafta', me dijo".
"En cinco segundos armaron una ronda para que no viera el guardiacárcel. Se me pasó la película en quince segundos de lo que estaba viviendo: qué hago acá, quién es esta gente".
"Y me agarró como algo de El Increíble Hulk: me agrandé. Pateé la faca y le dije de todo. Quería que me clavara para que me sacaran de ahí y me llevaran a otro lado", confió.
El ex representante de Maradona contó que los separaron. "Veinte minutos después me llamaron y estaba el tipo colgado de una reja con un palo de escoba en el cuello. 'Pedile perdón', le decían. Pero yo pensaba cómo va a hacer si no puede hablar con el palo de escoba. '¿Te vinimos a defender y nos decís así', me dijeron los otros. Esas fueron mis primeras horas".
El "Gordo" Luis Valor , célebre en el mundo del hampa por robar 24 bancos y 19 camiones blindados, también estuvo en el penal.
Mientras unos vecinos de Parque Patricios se acostumbraron al silencio del imponente edificio, otros sueñan con un aumento del valor de las propiedades de la zona. Los comercios con la inyección de los 4.700 empleados porteños que llegarían en unos años.
El edificio de la nueva Caseros, ideado por Paz Anchorena, tuvo una arquitectura panóptica, un tipo de diseño carcelario desarrollado por el filósofo Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII.
El objetivo teórico es permitir a un guardia ubicado en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas.
Desde este lugar un guardia tiene a la vista a todos los prisioneros, pero estos -que no lo ven en el habitáculo- desconocen si están o no siendo vigilados.
Eso genera la sensación de un constante control, aún con la torre vacía. En consecuencia Bentham postulaba que el recluso reprimía posibles intentos de fuga u otras transgresiones.
El proyecto de la Caseros "nueva", que terminaría siendo inaugurada por Videla y donde hoy funciona parte del Archivo General de la Nación, ocupaba 85 mil metros cubiertos, 23 plantas, con 2096 celdas individuales levantadas una pegada a la otra, para que los detenidos pudieran mirarse.
Tenía además catorce ascensores, dieciséis patios de recreo, veinte talleres de trabajo, un hospital, dos gimnasios, un cine, una capilla, aulas y los llamados buzones de castigo.
Hubo alojados ahí, en la que vendían como la réplica de la penitenciaría norteamericana de Alcatraz, 1029 presos políticos durante la dictadura.
Desde el gobierno militar la vendían como "un hotel cinco estrellas para la regeneración de los encausados", aunque la realidad estuvo muy alejada de esa definición.
No había patio exterior y cada celda tenía un solo detenido. A los encerrados se les prohibía hablar o compartir cosas. Las ventanas eran de ladrillos de vidrio, de un material que no permite el paso de la luz del sol.
"Los presos políticos no contaban con una rutina definida. Cuando éstos eran castigados, se les prohibía el aseo, la recreación, el alimento y las visitas familiares", declararía Carlos Godoy, ex Comisario de la Policía Federal, detenido en Caseros.
En 1983 llegaría la democracia. Sin embargo los primeros años habría reiteradas insurrecciones militares, y Caseros sería en 1984 escenario del más sangriento motín carcelario.
Todo eso comenzaría a quedar atrás con el vaciamiento de la cárcel en 2001 y el derrumbe de la estructura de Pichincha y Pasco. La Cárcel "vieja", lo último que queda de aquel otro tiempo, vive ahora sus últimos meses en pie.
Del antiguo edificio quedará apenas la cáscara, mejorada, pintada. En su interior algún que otro detalle rescatado por el equipo de arquitectos.
El penal abandonado sobre avenida Caseros, la arteria que todos estos años le dio nombre al penal de Parque Patricios, será suplantado por un moderno edificio gubernamental.
En silencio, un sereno pasa las horas en una pequeña habitación cerca de la puerta de calle Pichincha, la que solo responde después de varios golpes, a través de una mirilla que sólo le descubre los ojos.
El gigante dormido, plagado de huellas, de pistas de otros tiempos, ex correccional, ex cárcel, ex locación televisiva, espera su final y puede que estas sean algunas de sus últimas fotos.