Abril de 1988. Cientos de personas llegan a Polonia desde otros países de Europa y de América para caminar los tres kilómetros que separan Auschwitz de Birkenau, campos de concentración que los nazis construyeron durante la Segunda Guerra Mundial para llevar adelante la "solución final", ese eufemismo con el que denominaron el plan de exterminio sistemático de once millones de personas.
Esa fue la primera Marcha por la vida, donde cada uno que participó buscó homenajear a las víctimas del genocidio, rescatar la memoria, resignificar las Marchas de la Muerte, esas evacuaciones masivas de los prisioneros de los campos de exterminio.
Enero de 1945. En un invierno helado y de espanto en Europa, los nazis retroceden en todos los frentes. Falta poco para que las tropas
soviéticas entren al escenario más imponente de la masacre: Auschwitz
Las cámaras de gas y los hornos crematorios no dan abasto. En la huida, los nazis no cuentan con el tiempo suficiente para exterminar a los últimos judíos ni para borrar las huellas del genocidio. Deciden evacuarlos. A través del campo nevado los obligan a marchar hacia el Este.
Salen sesenta mil. En el trayecto mueren miles. Frío, hambre, asesinatos, desesperación. Lo inhumano, la marca del nazismo. Son las Marchas de la Muerte.
Abril de 2018. Se hace una nueva Marcha por la Vida. Como desde hace 30 años. Esta vez son 13 mil personas de 52 países de todo el mundo.
En 12 días recorren Polonia e Israel, visitan los "sitios de la memoria".
Durante la jornada principal -el 12 de abril- en el campo de concentración, unen en una silenciosa caminata los tres mil metros que separan Auschwitz de Birkenau.
Miles de jóvenes y adultos de todo el mundo marchan juntos con amigos y compañeros contraponiendo este caminar a esas marchas forzadas del pasado.
Los que marchan luchan contra el olvido, no quieren dejar atrás las atrocidades, las quieren tener presentes para evitar así que se repitan. Los que encabezan esta procesión son los sobrevivientes del horror, los testimonios vivos de la Historia.
Hace exactamente treinta años unos pocos centenares de personas hicieron este camino por primera vez para honrar la memoria, para llegar a cada lugar con las ganas de aprender, de entender. Hoy ese ritual se repite.
Las primeras marchas forzadas se dieron en abril de 1944 en Majdanek; las últimas tuvieron lugar en Dachau justo un año después. Eso recuerdan.
La más populosa de estas marchas de la muerte fue la que salió de Auschwitz en enero de 1945. Sólo un puñado sobrevivió. Hoy emocionados, atraviesan la puerta del campo de exterminio con el perverso cartel que dice en alemán: "El trabajo libera".
En la memoria de cada joven están las víctimas del nazismo. En voz alta se leen los nombres del millón de niños que fueron asesinados durante el genocidio. Hay llanto. Hay abrazos. Hay silencio.
Todos sienten que al traer las historias y los nombres de aquellos que fueron víctimas del horror del nazismo, convierten las atroces Marchas de la Muerte del pasado en estas luminosas Marchas por la Vida.
Son 30 años de marchar. Y habrá otros 30. Y otros 300. Porque recordar es volver a pasar por el corazón. Es el compromiso de estas 13 mil personas de que nunca más el hombre permita que el infierno se instale en la Tierra.
Fotos: Victoria Bornaz
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