En el marco de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos la semana pasada, la empresa de comunicación Edelman publicó su Barómetro de Confianza anual, mostrando una vez más que las empresas son las instituciones en las que más se confía, por delante de las ONG, el gobierno y los medios de comunicación.
Según las mediciones de Edelman, el 63% del público confía en que las empresas hacen “lo correcto”. Compárese con el 59% que confía en las ONG, el 51% que confía en el gobierno y el 50% que confía en los medios de comunicación. Pero cuando se les pide que clasifiquen su nivel de confianza en cada institución en función de retos más específicos, aparecen las dudas.
Preguntados, por ejemplo, en qué institución confían para gestionar la integración de la tecnología innovadora con la sociedad, ninguna es verdaderamente “de confianza”.
Las empresas siguen a la cabeza, con un 59%, pero no alcanzan el umbral del 60% que Edelman considera verdaderamente “fiable”. Las ONG (54%) y el gobierno (50%) ocupan el mismo espacio gris de sentimiento público “neutral”, mientras que los medios de comunicación (48%) languidecen en la zona de “desconfianza”.
“Para mí, lo más importante es que la aplicación de una innovación es tan crucial como su invención o introducción”, afirma Tonia Ries, Directora Ejecutiva de Propiedad Intelectual del Edelman Trust Institute. “Cuando la innovación se gestiona mal, la gente tiene una sensación de miedo y ansiedad de que se van a quedar atrás”, agregó.
Con la IA en el punto de mira de todos en Davos, el año que viene será sin duda un campo de pruebas del éxito de la implantación de esta tecnología en la sociedad.
Ries cree que los líderes del sector de la IA han hecho hasta ahora un buen trabajo presentando al público las nuevas herramientas, poniendo a disposición del público productos como ChatGPT en sus primeras fases y siendo (cada vez menos) transparentes sobre su desarrollo. Pero ahora que se ha introducido la inteligencia artificial, ¿cómo pueden las empresas gestionar con éxito su integración?
Pues van a necesitar ayuda. La investigación de Edelman muestra que, aunque las empresas son los colectivos en los que más se confía, no son las entidades en las que más se confía.
El público confía mucho más en los científicos y en sus propios compañeros (74%) que en los directores generales (51%), los periodistas (47%) o los gobernantes (45%) a la hora de informarse sobre las innovaciones.
Ries afirmó que parte de la razón por la que los científicos y sus homólogos son las personas en las que más se confía es que se les percibe como relativamente independientes. A pesar de que la encuesta también muestra que al público le preocupa que la ciencia se esté politizando, “la gente sigue creyendo en la idea de que los científicos sirven en general a una verdad superior que es independiente del dinero o la política”, sostuvo Ries.
La percepción de un científico virtuoso plantea un dilema a las empresas que quieren convencer a un público escéptico de que la innovación es buena para ellos. Las empresas tienen que aprovechar la voz de los científicos para ganarse la confianza del público, pero al asociarse con ellos, las empresas amenazan con empañar la independencia que hace que los expertos sean dignos de confianza en primer lugar.
Un ejemplo: Edelman muestra que los científicos tienen un índice de confianza del 74%, pero los “expertos técnicos de la empresa” -muchos de los cuales son científicos cualificados- sólo alcanzan el 66%.
“Elevar la voz de los expertos es clave”, dijo Ries. “Hacerlo de forma que quede claro que los valoras por su experiencia, no porque lleven tu logotipo en la manga de la camisa, forma parte de asegurarse de que esos científicos y esas voces expertas son creíbles y se consideran auténticos”, añadió.
Garantizar que el público entienda la nueva tecnología y no se le inunde con jerga o discursos técnicos también es vital para generar confianza, al igual que hacer que el público sienta que se escuchan sus opiniones sobre la interfaz tecnología-sociedad. Y lo que es más importante, el éxito no lo logrará un solo grupo. Hará falta un esfuerzo colectivo de expertos, reguladores y empresas para conseguirlo.
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