En mayo pisé la terraza residencial más alta del mundo, el espacio exterior del ático de la Central Park Tower de Nueva York. Este recinto es uno de los edificios más altos del mundo y su exterior es principalmente de cristal. Mientras saboreaba una copa de Dom Pérignon al aire libre, a 426 metros del suelo, miré hacia el edificio y me pregunté: ¿Cómo se limpian estas ventanas?
Alguien tiene que lavar las ventanas y pulir la fachada. En los rascacielos más altos del mundo, ese alguien es a veces un robot. Dos empresas, Verobotics y Skyline Robotics, están tratando de hacer más seguro y eficiente el sector del lavado de ventanas, valorado en unos USD 40.000 millones, utilizando robots impulsados por IA para imitar el trabajo de los limpiacristales humanos.
Al mismo tiempo, los robots cumplen la función de escanear la superficie en busca de la información de mantenimiento necesaria para otros problemas relacionados con la fachada. Mediante el uso de inteligencia artificial y hardware, ambas empresas apuestan porque la vida vertical de nuestros entornos urbanos va a necesitar mucho mimo.
“El exterior de un edificio actúa como su piel protectora, un componente vital que afecta no solo al bienestar de sus ocupantes, sino también a la eficiencia energética del edificio”, afirmó Ido Genosar, cofundador y director ejecutivo de Verobotics.
“Sorprendentemente, el mantenimiento exterior de los edificios ha experimentado pocas innovaciones en el último siglo, a pesar de ser cada vez más caro. Nuestro objetivo es abordar de forma proactiva los problemas de cómo mantenemos y salvaguardamos la “piel” de los rascacielos en alza de nuestras ciudades”, aseguró.
El robot de Genosar, apodado Ibex por la cabra salvaje conocida por sus impresionantes habilidades trepadoras, tiene un aspecto similar a la aspiradora doméstica automatizada Roomba de iRobot, pero funciona de forma totalmente distinta.
Para empezar, Ibex se adhiere a los laterales de los edificios mediante dos patas, cinco cámaras y 15 sensores que le permiten recorrer una fachada de forma autónoma. Una carga especial acoplada al robot se despliega para limpiar, utilizando cepillos fabricados a medida. Todo está controlado por un operador, que puede supervisar hasta cuatro robots en un mismo edificio simultáneamente.
Mientras el robot limpia, utiliza los datos brutos de los múltiples sensores para construir un mapa tridimensional en tiempo real del edificio, incluido el estado de la infraestructura.
Genosar explicó que, cuando se utiliza con regularidad a lo largo de un año, el modelo se actualiza con los cambios exteriores y puede poner de relieve posibles problemas mientras son pequeños y manejables, en lugar de causar un problema mayor en el futuro.
“El uso de la IA para recopilar datos metodológicos y coherentes sobre la salud de las fachadas de los edificios permite a los propietarios mejorar drásticamente su trabajo de mantenimiento proactivo y planificar con antelación las reparaciones necesarias en función de la gravedad”, dijo el director. “Eso reduce los costes asociados al mantenimiento de la fachada de un edificio”, añadió.
Genosar explicó que él y su cofundador, Itay Levitan, que ejerce de director de tecnología, desarrollaron el sistema robótico después de que Genosar viera las limitaciones de las opciones actuales de mantenimiento de edificios a través del negocio de construcción de su familia.
Las antiguas soluciones eran voluminosas, pesadas y caras y, además, no estaban preparadas para el cambio climático y el consiguiente cambio en los patrones meteorológicos de muchas zonas urbanas. Tampoco estaban preparadas para las alturas de las construcciones más nuevas del mundo: el 60% de las torres más altas se han construido en los últimos 13 años.
Según Genosar, la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como tifones y fuertes tormentas, repercute en los edificios. Es más peligroso para los limpiacristales limpiar en estas condiciones -por el viento, el calor y el sol- y es más probable que afecte a las estructuras en general. Gran parte de su trabajo se centra en Hong Kong, Singapur, Seúl y Tokio, ciudades muy conocidas por sus rascacielos.
En Nueva York y Londres, Skyline Robotics trabaja para replantear el mantenimiento de fachadas en Estados Unidos y Europa. La empresa se inauguró en Londres en octubre, pero ya se pueden ver sus robots en torres de Manhattan como 10 Hudson Yards y 7 World Trade Center.
El robot de Skyline, llamado Ozmo, tiene brazos mecánicos estructurados para imitar los movimientos humanos y puede limpiar ventanas tres veces más rápido. El Ozmo también reduce los costes de mano de obra in situ en un 75%, según Ross Blum, presidente y director de operaciones de Skyline.
Y lo que es más importante, dijo Blum, los robots de Skyline están ayudando a resolver el problema de la escasez de mano de obra en el sector del lavado de ventanas. Colgarse a cientos de metros de altura y limpiar cristales es un trabajo arriesgado, así que no es de extrañar que solo el 9% de los limpiacristales tengan entre 20 y 30 años. La gran mayoría tiene más de 40 años y es probable que se jubile más pronto que tarde.
“Tienen que estar colgados a más de 300 metros de altura, haciendo un trabajo manual, y puede operar desde los 4 grados centígrados hasta los 44, pero pase lo que pase, tienen que hacer el trabajo”, dijo Blum. “La realidad es que el trabajo no es increíble, y la próxima generación no aparece”, comentó.
Blum explicó que la robótica ofrece a los trabajadores más jóvenes un incentivo diferente: aprender sobre nuevas tecnologías y adquirir un conjunto de habilidades transferibles. Con Skyline, Blum ve a limpiacristales y robots trabajando en tándem. “Nuestra tecnología nunca se utilizará en el 100% de los edificios que existen; siempre hay sitio para la mano de obra humana”.
Ozmo cuenta con un brazo robótico de seis ejes con las mismas articulaciones que un brazo humano. Está colocado sobre una mesa que se sujeta a andamios suspendidos por grúas o sistemas pescante desde el tejado. Desde lejos, incluso se puede pensar que hay dos limpiacristales encima. En cambio, los controladores humanos están a pie firme en el edificio, donde pueden supervisar desde arriba.
Ozmo, sin embargo, toma la mayoría de sus propias decisiones. Calcula 250 veces por segundo para decidir variables como la presión de limpieza, dónde aplicar el cepillo y cuándo mover el andamio al siguiente nivel, todo ello para determinar la ruta de limpieza más eficaz. También hace un balance del estado de la fachada e informa de los posibles problemas que haya que resolver.
Blum explicó que el ahorro de costes y los datos adicionales recogidos por los robots son fundamentales para la salud de los edificios más altos del mundo. Cuando el propietario de un edificio puede realizar limpiezas, pulidos e inspecciones más a menudo, puede planificar mejor los proyectos de construcción y las reparaciones.
Hoy en día, la mayoría de las revisiones de fachadas se realizan en ciclos de 10 a 15 años, pero Blum cree que a la mayoría de los propietarios les gustaría un plazo más corto.
“Aproximadamente entre el 10% y el 20% del presupuesto de un edificio se destina a la fachada de la estructura; para un edificio de 1.000 millones de dólares, eso supone 200 millones. Es el aspecto de tu activo. Quieres que se revise con mayor regularidad”, expresó.
Nueva York, por ejemplo, tiene más de 7.000 rascacielos, de los cuales más de 100 superan los 190 metros y 16 los 300 metros. Desde mi ventana, puedo estirar el cuello para ver la cima de una nueva torre residencial que alcanza casi los 259 metros. Sin duda habrá que limpiarla de vez en cuando.
“Si alguien está pagando por un espacio en la planta 80 de un edificio, está pagando por las vistas desde ese punto de vista”, dijo Blum. “Se merecen unas ventanas limpias”, aseguró.
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