Según una famosa enciclopedia libre, Federico Bal se hizo conocido sólo por ser el hijo de Carmen Barbieri y Santiago Bal. Pero la portación de apellido es solo una llave que puede abrir puertas, que solo el talento y el carisma pueden mantener abiertas.
Desde que Fede pisó por primera vez un estudio de televisión, las cámaras abrazaron su imagen desfachatada, y los programas de chimentos lo adoptaron como una fuente inagotable de contenido. Su espíritu inquieto y un perfil socialmente hiperactivo, fueron el combustible para alimentar la legendaria imagen de “el hombre de las fiestas”. Si sumamos a este combo su contacto permanente con el teatro de revista y el mundo del espectáculo, Fede es un cóctel explosivo para los chismes mediáticos. No hay temporada de verano sin anécdotas suyas, y este último no fue la excepción.
Pero detrás de esto, hay un tipo sencillo, un gran anfitrión, un asador experto, alguien generoso, incondicional y un fanático de los videojuegos o las colecciones de Lego. Sus fiestas son reuniones con amigos como las de cualquier otro, pero están mejor producidas, invita a más gente de lo normal, no falla ninguno y todos llevan algo para tomar. Los invitamos a ver la otra cara de Federico Bal.
—¿Cómo eras de chico?
—Vivía aburrido, era hiperquinético, quería viajar todo el tiempo, recuerdo a mi madre diciéndome: “Pará Fede, mirá alrededor y disfrutá lo lindo que estamos viviendo”. Me pasaba todo el tiempo y con los juegos era también así, salía del colegio e íbamos todos corriendo a jugar al Counter Strike, era una maravilla porque éste fue el primer juego y no podía creer estar jugando con mis amigos conectados entre sí, era el despertar del gaming. En el colegio era rebelde, un poco más perfil bajo que ahora que trabajo en el teatro y en la televisión. Me acuerdo que con mis amigos éramos el grupo que ningún profesor quería tener, pero así y todo después terminamos haciéndonos amigos de algunos. Cuando empezaba el año había profesores que tiraban nombres para no tenernos y entre ellos estaba el mío, porque nosotros éramos los que dábamos vuelta el curso contra alguno de ellos. -Tengo el mejor recuerdo de la niñez, el colegio era lo mejor.
—No debe ser fácil llevar los apellidos que llevas.
—No me jodía llevar el apellido Bal o el de mi vieja, tuve momentos que soporté un principio de bullying porque mi madre estaba en la televisión, los chicos pensaban que podían descansarme y en ese momento empecé a forjar mi personalidad. Ahí me plantaba porque hay cosas que no se tocan, y esos son los padres porque son los que te crían, es la gente que uno ama. Era un colegio donde se controlaba muchísimo el tema del bullying por eso no tengo mucha queja alrededor, no puedo decir que lo sufrí. Tuve y tengo un grupo de amigos que supieron apoyarme cuando venía de algún lado un comentario duro.
—¿Qué fué antes, el gaming o tu profesión?
—Me llamó la atención antes el hecho de ser gamer, la profesión vino después. Los videojuegos, recuerdo temporadas en Mar del Plata, entrar al local repleto de juegos era algo increíble. El gaming lo voy a llevar conmigo toda la vida aún cuando tenga 80 años. Después la actuación o la conducción de programas que es lo que hago ahora en canal 13 está más ligado a lo que hacían mis viejos, por admirarlos empecé a seguir sus pasos. Encontré un gran amor en el público y ahí decidí profesionalizarme, tomar clases de actuación, perfeccionarme y acá estoy.
—¿Cuáles eran tus juegos preferidos?
—Los juegos que más me marcaron eran los de estrategia, y el Counter Strike. El Max Payne fue un antes y un después, el GTA, toda la franquicia es algo increíble, Call of Duty, son juegos que no puedo dejar de destacar.
—¿Y del otro lado, las películas?
—No puedo dejar de nombrar a El Padrino, Perros de la Calle, ET, Volver al futuro.
—¿Cuándo sentiste que el camino era el teatro y la televisión?
—Fue cuando empecé a trabajar delante de cámaras o en el escenario. Yo hasta ese momento había dirigido o hacía las veces de asistente de dirección con mi viejo, y en cine también trabajaba detrás de cámaras, pero empecé a tener la necesidad de estar un poco y de hacer otra cosa. Así empezó, sin buscar la fama que mis viejos tenían, tampoco mis viejos la querían, era un poco consecuencia de lo que hacía, y un día me llamó Marcelo para bailar, eso siempre lo había visto lejano y de golpe me mande. Venía de un año difícil, me había separado, se habían separado mis viejos, estaba sin trabajo, no tenía un mango. Encontré en el Bailando un lugar de relajación y diversión, hasta que de golpe me di cuenta que la gente me apoyaba, le gustaba lo que hacía. Ahora mi vida pasó un poco al teatro, estoy haciendo Kinky boots, en donde personifico a una drag queen, con tacos y peluca, una brutal comedia musical de Broadway. Además estoy haciendo Resto del Mundo por Canal 13, es un gran momento en mi vida que nunca pensé que podría tener.
—¿Cómo es tu vida fuera de la parte artística?
—Soy muy anfitrión. Me gusta poner la casa, juntarme con amigos y cuando voy a hacer temporadas a la costa o a Carlos Paz, trato de alquilar casas grandes para poder hacer reuniones. Me hicieron fama de haber tenido lío con mis vecinos por la música, o por ahí que haya un pequeño descontrol. Pero en mis reuniones no hay cosas prohibidas, solo gente divirtiéndose y no creo que el mote de conflictivo y fiestero me quede bien a esta altura, ya estoy más grande.
—¿Cómo es un día en tu vida?
—Muy tranquilo, ahora estoy viajando mucho por resto del mundo, pero cuando estoy en Argentina soy muy tranquilo. Vivo en Escobar, me alejé un poco de la ciudad y ahí tengo huerta y jardín. Veo amigos los fines de semana por ahí en una reunión, algún que otro asado, tengo algo de trabajo.
—Master Chef fue otra etapa linda de tu vida
—Me hice muy amigo del Polaco, del Mono y del Turco García, en realidad de todos, fue un éxito increíble que no sabíamos si iba a pasar o no y pasó. Lo que recuerdo es esa previa de entrar al estudio, cuando nos decían que íbamos a cocinar, todo eso fue genial, podría decirte que fue uno de los mejores trabajos que tuve.
—Ahora Resto del Mundo. ¿Cuál fue el mejor viaje?
—Conocer Tel Aviv y Jerusalén era un pendiente de mi vida. Fue conocer parte de mis raíces. Conocer el conflicto que existe y ver como viven ahí, con muchísimo menos y más felices.
—¿Seguis conectado al gaming?
—Si claro tenemos un grupo de Whatsapp en el que comentamos juegos nuevos, de hecho anoche estábamos hablando de un juego que está por salir, un shooter super realista y jugamos todas las noches. No tomo al gaming como algo competitivo, es para divertirme, para reirnos un rato.
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